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¡Qué mina! (Más periodismo policial en Santa Fe)

Para aquellos que todavía hablan del género femenino como del "sexo débil", vaya esta noticia. Ojo con nosotras. Un homenaje a "Sarita", la mina que trompeó a los canas...

La noticia está publicada en el diario El Orden del 22 de noviembre de 1930, y el título es muy elocuente: “Tuvieron que ponerla en la reja a Sarita. Trompeó a un agente, en la comisaría, y rompió 4 vidrios. ¡Qué mujer!

“A ese buen señor que se le ocurrió decir, por primera vez, que la mujer era una criatura débil de la creación lo enfrentaríamos para enrostrarle la inexactitud de su equivocación, y de los que aún sigue creyendo en ella, con Sara Aguirre, por unos instantes, nada más…”, se inicia el artículo.

¿Quién era Sarita? Una moza no del todo mal parecida, con un prestigio bravío, “formado a punta de coraje en todos los entreveros. Con decir que con pronunciar su nombre empalidecen los morochos agentes de la cuarta, creemos haber dicho todo en obsequio de esta mujer”.

La municipalidad había dispuesto la clausura de la finca de Sarita, por razones de moral. Como era de práctica, se requirió de la cooperación policial. Y Sarita, no creyó necesario discutir con la policía, sino con un alto empleado de la Inspección. “En su propia oficina cruzó con este pocas palabras, pero lo suficiente para decirle lo que ningún hombre le hubiera tolerado. Como Sarita tenía argumento para rato, el funcionario ordenó, por toda resolución, hacerla arrestar”.

Un agente la condujo entonces a la cuarta, y una vez en la oficina de guardia, recrudeció la metralla de insultos y epítetos, que hacían ruborizar a la tropa. El oficial le ordenó silencio pero Sarita, que es muy mujercita en la cuarta y donde quieran, los desafió a pelear. El mismo agente que la había conducido fue el primero en cobrar un puñetazo como los que Dempsey aplicó a Willard en sus tiempos de Toledo… Al primer punch, continuó otro y luego otro… Corrió la guardia y la sujetaron a tiempo. ¿A tiempo?.. No… Para eso Sarita ya había destrozado cuatro cristales de la habitación y amenazaba con no dejar nada sano.

Tras no pocos esfuerzos pudo ser reducida y, de la mejor manera posible, tratando de no tomarla por donde nos está vedado a los hombres tomar ciertas cosas, Sarita fue conducida por los agentes a una celda y, cuando se apaciguaron sus exaltados ánimos fue sacada de la misma y conducida a la Correccional de Mujeres.

Después del relato, concluye el diario, “¿hay alguien todavía que crea en la debilidad de las mujeres?”

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