En Santa Fe se sacaron de circulación todos los colectivos,
no hubo bancos ni comercios ni industrias; no se editaron diarios ni se
distribuyeron revistas. No se retiró la basura, no hubo trenes.
Policía y Prefectura custodiaron
celosamente la zona portuaria, el Correo, las emisoras radiales. En distintas
zonas se podía observar carros de asaltos y policías provistos de armas largas
y pistolas lanzagases.
En las rutas de acceso a la ciudad se controlaba la entrada
y salida de vehículos, identificando a los ocupantes de los vehículos.
El día 16, la mayor preocupación
editorial del diario El Litoral era que el 17 sería un día no laborable. Para el
vespertino, era una preocupación que se reiteraba. Feriados, asuetos y paros
detenían el progreso del país y no ayudaban “al esfuerzo general para recuperar
terreno perdido”. Se reincidía “en la tendencia al ocio”.
La CGT también decretó un paro ese
17. La delegación Santa Fe concentró frente a la sede gremial y fue dispersada
por la policía. Luego emitió un documento en el que marca que el regreso de
Perón era un hecho inédito, “ya que los más grandes defensores de la
argentinidad, San Martín y Rosas, murieron en el destierro, y quien completa
junto a ellos la trilogía de la nacionalidad, Perón, se encuentra ya en nuestra
tierra, venciendo de esta manera los intereses de la antipatria, que se habían
coaligado para conseguir arrancarlo del lado de su pueblo”.
Perón regresaba por su voluntad, decía la CGT Santa Fe, pero
también por “la disciplina y confianza de los trabajadores y de los
descamisados todos”.
El 18 de noviembre, El Litoral realiza su balance. Dos eran
los acontecimientos que, en igual medida, marcaban la hora: el regreso de Perón
y las “Bases para un programa de conciliación nacional” lanzado por Lanusse. “Quizás
desde los tiempos del Acuerdo de San Nicolás no se haya reiterado tanto la
necesidad de una unión argentina, de aquella que luego quedó plasmada en el
Preámbulo constitucional”, escribió el editorialista.
“No podrá discutirse el derecho de Perón a fijar la
orientación de sus huestes, ni al gobierno su decisión de formular bases de
acercamiento, ni a los partidos su real y efectiva participación en la
formación de los órganos legales. Como también, si es que en función de los
acontecimientos se logra superar el terreno escabroso de las controversias
estériles y de los recuerdos del pasado, que no pueden seguir dividiendo,
frente a un porvenir que debe construirse en común”, proclamaba.
Era necesario dejar el pasado de lado, según El Litoral. “Ni
Perón, ni Lanusse, ni Balbín, ni Manrique interesan por sí solos, lo que
importa a la República es aquel programa y no vivir más en los tumultos, ni en
las vehemencias, culminando un proceso de orden y libertad, que restablezca el
imperio de la Constitución, el respeto a los derechos ciudadanos, en la
impostergable recuperación que la comunidad exige”.
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