Marta Zamaro y Nilsa Urquía eran abogadas,
integrantes de la Asociación de Abogados Defensores de Presos Políticos,
militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Marta además,
trabajadora de prensa y delegada en Nuevo Diario. Fueron salvajemente
asesinadas hace 40 años. Repasamos, a través de los expedientes judiciales,
cuatro décadas de impunidad.
Ya hemos descripto aquí
cuáles fueron las razones por las que la Asociación de Prensa de Santa Fe
decidió solicitar la reapertura de la causa por el asesinato de Marta Zamaro y
Nilsa Urquía. De aquel momento pasaron algo más de tres años. Los avances han
sido lentos, pero el cúmulo de testimonios que se produjeron desde 2011 permitió
que el fiscal federal Walter Rodríguez solicitara al juez Reinaldo Rodríguez
algunas medidas, entre ellas, algunas imputaciones.
Sin embargo, cuesta aún romper el círculo de
impunidad. Una impunidad que comenzó a construirse hace 40 años.
El expediente original
Repasemos las poco más de 200 fojas que
contiene el expediente iniciado el 14 de noviembre de 1974. Está caratulado como
“NN s/ Homicidio. Víctimas: Zamaro Marta Adelina – Urquía Nilsa María”. Lo
llevó adelante el Juzgado de Instrucción
de la Tercera Nominación, a cargo del juez Néstor Latorre y del fiscal Raúl Betemps.
El sumario policial se inicia en la Unidad
Regional XI de Esperanza, donde se informa del hallazgo y la recuperación de
los cuerpos, se describe y se realiza un croquis del lugar; siguen las
autopsias y la identificación de las víctimas primero por sus huellas
dactilares y luego por sus familiares.
Luego pueden leerse actas y denuncias que el
propietario de la casa que habitaban Zamaro y Urquía realizó ante la seccional
7ª de policía de la ciudad, en la que hacía constar que había hallado papeles
arrojados en el piso y violentada la puerta de calle. Rápidamente tres
uniformados visitaron el lugar. Eran las 7 de la mañana del 14 de noviembre. En
el patio encontraron un zapato para dama
color marrón con plataforma, correspondiente al pie izquierdo, tres sobres para
carta, dos de ellos color marrón, uno abierto y otro sobre color blanco cerrado
con cintas adhesivas, conteniendo el sobre abierto hojas escritas a máquina, un
cassette, una postal y una boleta. El dueño de la casa dijo que nada de eso le
pertenecía. Llamaron insistentemente a la casa donde vivían Zamaro y Urquía,
pero nadie les respondió.
Ya con los cuerpos encontrados e identificados,
el 21 de noviembre, el jefe de la seccional 7ª, Comisario Principal Juan Pallé,
se dirige al juez Latorre indicándole que en esa dependencia se había examinado
la documentación secuestrada en el patio
“y presumiéndose podría estar relacionada a comunicaciones entre grupos
extremistas, se dio tal novedad al señor jefe de la Tercera Zona de Inspección
Comisario Inspector ANÍBAL BUSTAMANTE, quien a su vez ordenó se informe al
Servicio de Informaciones de la Unidad Regional I y al Jefe de la Agrupación de
Unidades Especiales Comisario Inspector JUAN FERNÁNDEZ; haciéndose presente posteriormente
este último juntamente con el Oficial Principal GERMÁN CHARTIER Sub-Jefe de
Informaciones de la Unidad Regional I y personal a sus órdenes, ordenando el
Inspector FERNÁNDEZ proseguir las diligencias
en el domicilio mencionado planta alta, mediante el otorgamiento Federal de la
correspondiente orden de allanamiento por el Juez Federal Dr. ELBIO CANO”.
El acta del allanamiento ordenado por Cano, “a
fines de verificar si en dicho lugar se encuentran elementos de tendencia
extremista” está fechada a las 10.30 horas del mismo 14 de noviembre. El
resultado fue el secuestro de “cartas escritas a máquina, de distintos tenores,
inclusive de alguna procedentes de vía Méjico y otras de distintas partes del
país, las que son secuestradas a los efectos de realizar su correspondiente
inteligencia por los Organismos competente (…), como así se procede al
secuestro de un grabador ‘Phillips’, a cassette, sin número visible, y ocho
cassettes; un ejemplar del Sindical Mundial; publicaciones de Nuevo Diario con
recortes sobre hechos de violencia, pena de muerte y economía; documento
pensamiento de Perón; un ejemplar de Nuevo Hombre-febrero de 1974; un ejemplar
del Peronista-mayo 1974; otro ejemplar de Nuevo Hombre-junio 1974; un ejemplar
de revista frente con las bases Peronista-julio 1974; un ejemplar Cuaderno de
información popular; resoluciones de la Segunda Reunión de Abogados, Néstor
Martín, por la libertad de los presos políticos; un libro de la Revolución
Cubana, autor Silvio Frondizi; un mazo de cartas en su mayoría manuscrita,
dirigida al señor Julio E. Martínez, Diagonal Aguirre 2537; otras dirigidas a
Nilsa Urquía, Diagonal Aguirre 2525”.
El 22 de noviembre, el oficial principal
Rafael del Pozo, de la Agrupación Unidades Especiales remite al juez Latorre un
resumen del acta de allanamiento, señalándole que se buscaban elementos
configurantes de infracción a la ley nacional 20840 (de Seguridad Nacional, que
determinaba las penalidades para las “actividades subversivas”) dado lo
observado previamente, la ausencia de las ocupantes de la casa y “antecedentes
conocidos de ZAMARO por los asientos en los archivos de esta policía
(Infracción Ley nacional 17401)”. Agrega Del Pozo que no se comprobó infracción
a la ley, no obstante lo cual “se procedió al secuestro preventivo del grabador
que se remite con el objeto de reproducir cassettes grabados que junto con otra
documentación (cartas, publicaciones) de carácter político-ideológico, se
encuentran sometidos a estudio para su evaluación informativa“.
Ese mismo día comienzan a tomarse, en sede
judicial, los primeros testimonios. El primero es el de Miguel Ángel Urquía,
hermano de Nilsa. Relata que la había visto dos días antes de su desaparición,
con un cabestrillo en un brazo, y ante una pregunta, responde que la notó en un
estado psíquico “normal”. Cuenta que se había enterado de su desaparición por
una vecina y que al comprobar que no había concurrido a su trabajo se comunicó
con el Juzgado Federal, donde el propio juez le informó que había librado una
orden de allanamiento para la casa de su hermana, con resultados negativos. Le
preguntan si había realizado denuncia por su desaparición, a lo que contesta
que no, ya que al enterarse de que hubo gente que vio que se las llevaban y que
“las chicas gritaban”, presumió que se trataba de una detención.
Graciela Susana Zamaro de González relata
escuetamente cómo se enteró de la desaparición de su hermana. Su esposo Juan Carlos declara luego, y lo
hace del mismo modo. Ambos se habían enterado por Miguel Urquía.
El juzgado libra entonces oficios a Nuevo
Diario y al Registro de la Propiedad, para que informen cuándo habían
concurrido ambas por última vez a trabajar y quiénes eran sus compañeros más
cercanos.
El expediente continúa con las exposiciones de
varias personas, realizadas en sede policial y firmadas en su mayoría por el
Jefe de la División judicial de la URI, comisario inspector Néstor Cirilo Silva
y el secretario, oficial principal Evaristo Gaspar Segovia.
El primero de ellos es del propietario de la
agencia de turismo Delta Tours, quien vendió el pasaje a Méjico a Urquía y que
en ese acto entregó su pasaporte, el que había retenido para realizar el
visado. Luego declara el agente de la empresa de transporte aéreo Braniff Internacional,
por la que debió viajar Urquía el 15 de noviembre.
Una vecina, dueña del teléfono por el que
solían hablar las abogadas, relata horarios de trabajo de ambas y dice que
“casi no salían por cuanto eran muy caseras, tengo entendido que hacían
manualidades”. Le pregunta la policía si realizaban reuniones en la casa; “no
eran chicas de hacer fiestas ni espectáculos, eran muy tranquilas”, responde.
Le preguntan si las abogadas tenían amistades en el vecindario, a lo que
contesta “eran queridas en el barrio,
por cuanto sus tratos eran sencillos, se daban con todos, eran serviciales, sus
vestimentas eran casi humildes, pese a la condición de ambas”.
La siguiente testimonial es la del dueño de la
casa en la que vivían Zamaro y Urquía. Le preguntan también sus movimientos
habituales, dónde comían, si recibían visitas.
Otra vecina, recibe el mismo tenor de
preguntas. El propietario del departamento vuelve a ser interrogado a los pocos
días, donde dice que no había oído nada la noche del secuestro y que sólo le
había llamado la atención la rotura de la puerta. Lo mismo sucede con la vecina:
no había oído nada.
Otra vecina, dijo: “no escuché ni vi nada esa
noche”.
Una vecina más tampoco vio ni escuchó nada,
pero agregó: “…enterándome por comentarios que comenzaron a realizar los chicos
del barrio, que decían ‘la han raptado, la han raptado’, refiriéndose a las dos
chicas que vivían en el departamento de la planta alta”.
La mujer que limpiaba la casa de las abogadas
una vez por semana, no pudo aportar los datos que le requería la policía.
Llama la atención la insistencia con que la
policía intenta dar con el paradero de anteriores inquilinos del departamento. Urquía
había declarado que su hermana había tenido un novio llamado Julio Martínez, a
quien estaban dirigidas varias de las cartas secuestradas. En su primera
declaración, el dueño del departamento había dicho que lo había alquilado
anteriormente a un estudiante llamado Héctor, que luego se había instalado una
persona llamada Julio. Que Héctor había abandonado el lugar, sumándosele
Urquía. Luego Julio se fue y se instaló allí Zamaro.
Todos estos testimonios son elevados por la
división Judicial al juez Latorre el 29 de diciembre de 1974. Y esto es todo.
El expediente duerme el sueño pero no de los
justos, acumula polvo.
Es apenas sacudido cuando Carlos María Gómez en
1984 deambula por los pasillos de Tribunales, lo hojea, escribe “Los chacales del arroyo”, aunque lo
publica bastante después.
En 1997, el Dr. Alfredo Nogueras, comisionado
por los familiares de las víctimas, le solicita al juez copias del expediente,
para tramitar la indemnización correspondiente a la ley 24411 ante la
Subsecretaría de Derechos Humanos y Sociales del Ministerio del Interior. Misma
solicitud le realiza al juez de la tercera nominación, por entonces el Dr.
Julio César Costa, la funcionaria nacional Dra. Alicia Pierini. Con bastante
celeridad, el juez eleva a la Subsecretaría 108 fojas correspondientes al
expediente, aclarándole que “dicho proceso a la fecha se encuentra en trámite”.
El 4 de octubre de 2010, el secretario del
juzgado corre vista a la fiscal de que había prescripto la acción penal. Ésta también lo dictamina y ordena la
elevación del expediente al Archivo de la Memoria.
El Comando Anticomunista del Litoral
El 27 de septiembre de 1974 una bomba explotó
en Mitre al 6900, donde residía el militante montonero Mario Alberto Nívoli.
Fue la presentación en sociedad del Comando
Anticomunista del Litoral. La organización hizo llegar a los diarios un
comunicado señalando:
Este operativo es una advertencia a las organizaciones paramilitares (ERP – MONTONEROS) y fundamentalmente a las estructuras de apoyo a las mismas.
Este comando considerará traidores a la patria, no sólo a los integrantes militares de las organizaciones subversivas, sino también a todos aquellos que se manifiesten a su favor, como así también a los abogados que defienden a delincuentes comunes llamados “guerrilleros” y “defensores del pueblo”, obstaculizando el accionar de la justicia.
El CAL pone en conocimiento del pueblo del litoral que jamás atentará contra los verdaderos trabajadores y sí lo hará contra quienes atenten con sus acciones el normal desarrollo de la institucionalización del país. La clemencia no existirá con los mercenarios que utilizan al pueblo cuando les conviene.
El 20 de octubre, Nuevo Diario publica que
había llegado a su redacción una esquela suscripta por el grupo ilegal
denominado Alianza Anticomunista Argentina, Comando Litoral, donde se amenaza
de muerte a una serie de personas. Ellos eran: Zurbriggen, Garramuño y
presbítero Catena (Escuela Superior de Música); Bertona, Carcagno, Angelini y
Papaleo (Municipalidad de Santa Fe); Pettinari, Contreras, Priamo, Pavón, Pérez
y Quaino (Correos y Telégrafos); De Rosso y Efadull (estudiantes) y Kesller,
hijo (comerciante).
Pocos días después, otra amenaza es publicada
por el matutino: además de adjudicarse un atentado a la casa del Dr. Ricardo
Molinas, la Alianza Anticomunista Argentina Comando Litoral, comunicó que
dentro de las 72 horas se ejecutaría a Ricardo Puch, Italo Pastorini, Juan
Glinca, Julio Fagalde y Marcelo Kopp.
Apenas unos días después de los asesinatos de
Marta Zamaro y Nilsa Urquía, en la
madrugada del 21 de noviembre, el sereno de Nuevo Diario recibió un
llamado telefónico advirtiéndole que se atentaría contra el matutino,
mencionando al Comando Anticomunista del Litoral. Instantes después, cuatro
personas que viajaban en una camioneta Citroën efectuaron dos disparos de armas
de fuego, que destrozaron el vidrio de la puerta de entrada uno y una de las
ventanas de la planta alta el otro.
Como ya hemos contado en otra oportunidad,
días antes de los asesinatos, varios trabajadores de Nuevo Diario habían
recibido una sentencia del CAL. Entre ellos estaban Marta Zamaro, Alcira Ríos,
Luis Córdoba y María de los Ángeles Pagano.
La Asociación de Prensa de Santa Fe se
entrevistó con el ministro de Gobierno Roberto Rosúa pidiendo garantías. El
Sindicato de Artes Gráficas emitió un comunicado “ante los hechos de violencia
que les toca vivir a los compañeros gráficos que desempeñan tareas en el matutino
Nuevo Diario y que tienen origen en el secuestro y posterior asesinato de la
compañera Marta Adelina Zamaro y continúan con amenazas de muerte a otros
compañeros y ataques armados contra el local de la empresa, quiere hacer oír su
voz de enérgica protesta y total repudio ante hechos de esa naturaleza,
provengan de donde provengan”. Rosúa le dijo a los trabajadores: “He impartido
expresas instrucciones para que se
agoten todos los medios tendientes a lograr el esclarecimiento de esos
lamentables sucesos. En tal sentido tengan la seguridad que se han adoptado y
se adoptarán medidas que sean necesarias”.
El expediente hoy
Desde 2011 se acumularon más de mil fojas. De
cada uno de los testimonios se desprende la certeza de que en la madrugada del
14 de noviembre de 1974 hubo una zona liberada en las inmediaciones de Diagonal
Aguirre 2537.
La certeza también de que se trató de un
operativo conjunto en el que participaron personas de Santa Fe, Buenos Aires y
Entre Ríos.
Uno de los testimonios da cuenta de que, ante
la desesperación de compañeras y compañeros de trabajo en los días
transcurridos entre el secuestro y la aparición de los cuerpos, el director de
Nuevo Diario Alfredo Sahd les manifestó que había estado con el jefe de la
Policía Federal, quien le dijo que “a las chicas las tenían ellos y que luego
de terminar el papelerío las iban a poner a disposición del PEN”.
Otra certeza que surge de los testimonios es Marta
Zamaro se sentía vigilada. Que ante el inminente viaje de Nilsa Urquía a Méjico
iba a mudarse de una compañera para no quedarse sola. Que varios trabajadores
de Nuevo Diario habían sido amenazados por el CAL y que se trataba de un
periódico en el que todo se publicaba sin censura, por lo que, además de la
militancia de las abogadas y de la posible represalia por las muertes del teniente Gambandé y el mayor López, la pertenencia de Zamaro a la
plantilla del matutino pudo constituir un factor sumatorio. Y que luego de los crímenes las amenazas no
cesaron y varios trabajadores del matutino debieron abandonar no sólo el
diario, sino también la ciudad.
Ya se analizó aquí
el tenor de algunas comunicaciones que circulaban en secreto entre distintos
organismos de inteligencia. Para 1974, el servicio de informaciones funcionaba
en óptimas condiciones, y esa es otra certeza.
Es indudable que en estos tres años se avanzó
mucho más que en los anteriores 37. Es de esperar que las medidas solicitadas
por el fiscal sean aceptadas por el juez con celeridad, y el círculo de
impunidad sea cerrado después de cuatro décadas.
1 comentarios:
Un buen repaso de toda esta historia, sería bueno que esta clase de artículos fuesen parte de una carpeta de ejemplos en las escuelas de periodismo, ¿no?
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