Durante todo el año publicaré en el blog
distintos aspectos de la cobertura que sobre el tema de la soberanía argentina
sobre las islas Malvinas tuvieron los medios santafesinos especialmente. En
esta primera entrega, les dejo un editorial del diario El Litoral que en 1956
realiza un recorrido histórico sobre lo sucedido desde fueron avistadas por los
franceses en 1706, pasando por la toma de posesión por parte de España, el
nombramiento del gobernador Luis Vernet y la ocupación, primero norteamericana
y luego inglesa.
Las islas Malvinas
El 10 de junio de 1829, durante el interinato del general Rodríguez, el progresista amigo de Rivadavia y continuador de la obra de Mariano Moreno, se nombró a don Luis Vernet comandante miliar y político, con plenos poderes de las islas Malvinas, por un decreto en cuyo preámbulo se decía que se hallaba justificada esa posesión “por el derecho de primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas de Europa y por la adyacencia de estas islas al continente que formaba el virreinato de Buenos Aires, de cuyo gobierno dependían”. Estas islas, como se sabe, fueron ocupadas violentamente por Inglaterra el 2 de enero de 1833, expulsando a las autoridades argentinas. A estas islas, a quienes denominó Inglaterra, East Falkland y West Falkland, tiene pleno derecho nuestro país, que así lo viene sosteniendo desde la fecha de la usurpación. El archipiélago tiene una superficie aproximada a 16.700 kilómetros cuadrados. La fauna y la flora de estas islas es similar a las de la Patagonia argentina.
En la actualidad estas islas constituyen posesiones importantes, con una buena producción, miles de habitantes y una situación estratégica de valor en esa zona austral. Pero no es la utilidad material de las mismas lo que importa destacar, cuanto el derecho de nuestro país a considerarlas como integrantes del territorio nacional, desde que el despojo por la fuerza de las mismas, no sólo ha vulnerado nuestra soberanía, sino que viola el derecho internacional y los principios inalterablemente defendidos por la Argentina, a favor de la no injerencia de los gobiernos extranjeros en los asuntos nacionales de cada país y contrarios al colonialismo.
En enero de 1834, casi en el aniversario del despojo, el gobierno inglés respondió a la reclamación del ministro argentino en Londres, Manuel Moreno, alegando una antigua negociación con los españoles y expresando el deseo de que las Provincias Unidas dejaran de discutir los derechos ingleses sobre las Falklands. Hasta ahora, aunque en forma cortés, se ha rehuido Inglaterra a reiniciar la discusión.
Con el fin, según se expresó en el Senado Nacional, en 1934, de que “todos los habitantes de la República sepan que las islas Malvinas son argentinas, y que la Gran Bretaña, sin título de soberanía, se apoderó de ellas por un abuso de la fuerza”, por ley se dispuso publicar el estudio de Pablo Groussac, titulado “Las islas Malvinas”, que apareció en libro en 1936. Se trata de una valiosa contribución histórica, como la publicación de los informes de Vernet que realizó la Biblioteca Nacional en 1938 y 1939 y que utilizamos el 24 de abril de 1952 a raíz de aclarar una información procedentes de Londres sobre la iniciación de unos vuelos entre Montevideo y Puerto Stanley, donde reside actualmente la administración británica de las Malvinas.
Con el fin de contribuir a la divulgación de las razones que asisten a nuestro país para considerar a las Malvinas como parte integrante del territorio argentino, y para colaborar con el propósito de las actuales autoridades escolares que el calendario de efemérides incorpora el tema para el 10 de junio, fecha del nombramiento de Vernet, daremos a conocer algunos datos extractados del libro de Groussac.
Las islas Malouines fueron vistas primeramente, entre los años 1706 y 1714, por varios navíos franceses de Saint-Malo. Sobre esos datos Frezier compuso un mapa publicado en 1717.
La primera tentativa de ocupación inglesa de estas islas se produjo en 1748, pero tal proyecto fue postergado a mediación de España. Luego Bougainville, francés, intentó colonizar las Malvinas en 1764. En 1767 Francia cedió a España esta colonia de la que toma España posesión el 1º de abril con los navíos “Liebre” y “Esmeralda”, nombrando gobernador a Felipe Ruiz Fuente.
Los ingleses ocuparon el llamado Puerto Egmont provocando las protestas de España. En 1770, durante el conflicto anglo-español, llegó a puerto Soledad, desde Montevideo, la fragata española “Santa Catalina” y el 8 de mayo, bajo las órdenes de Madariaga, zarpó de Montevideo una expedición de 5 fragatas con más de 1.500 hombres, que ocuparon Puerto Egmont en junio. En 1771 se celebró un pacto entre España y Gran Bretaña, en que España refirmó su soberanía en esas islas.
En 1774 los ingleses evacuaron Puerto Egmont, que fue ocupado por España hasta el advenimiento de las provincias unidas.
En síntesis: las Malvinas fueron cedidas a España por Francia. Constituyen una dependencia geográfica de la Patagonia y los derechos de la Argentina, como sucesora y heredera de España resultan claros. Groussac concluía su estudio con estas palabras: “La República Argentina no pretende que Inglaterra le de la causa por ganada; pide que su litigio sea juzgado por jueces, rehusándose a tener por tales a los oficiales y funcionarios ingleses que le han impuesto la ley brutal del más fuerte. Después de esto, creemos que la Argentina aceptaría, anticipadamente, declarándose satisfecha, que la Gran Bretaña prefiera recurrir al arbitraje directo o someter el asunto al tribunal competente de La Haya. Inglaterra daría, en este caso, un noble ejemplo, digno de las páginas de su historia. Es demasiado poderosa para que su accesión se atribuya a debilidad y también demasiado rica para que una tal restitución –si fuese resuelta– contara para nada en su inmenso imperio. No hay humillación en someterse a la ley común, la cual quiere que nadie sea juez en su propia causa. El desmérito y el descrédito consistirían más bien en adherir teóricamente a las doctrinas de paz y justicia arbitral, proclamadas ante el mundo para renunciarlas en la práctica y repudiar el procedimiento del alto tribunal del que se forma parte, así como se declina la jurisdicción”.
Esto lo escribió Groussac en enero-febrero de 1910. En estos últimos años se constituyó la Organización de Estados Americanos y en varias conferencias nuestro país refirmó sus derechos, entendiendo que cabía considerarlos, con más razón cuando existe una unánime opinión en este continente contra el colonialismo. Hasta ahora no se ha logrado una definición categórica ni ha obtenido nuestro país la reivindicación de este derecho, firmemente sostenido desde el mismo momento en que sufrió el despojo.
El Litoral, 7 de
junio de 1956
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