Exiliado desde 1852, Juan Manuel de Rosas murió hace 135
años. Cuando se habían cumplido 50 años, mujeres argentinas formaron un comité
para repatriar sus restos, lo cual se haría efectivo recién en 1989. Un diario
santafesino reta a los historiadores por haber demonizado al “tirano” y los
invita a hacer su trabajo.
En 1927, poco después del cincuentenario de la muerte de
Juan Manuel de Rosas en el exilio, “damas” de Buenos Aires constituyeron un
comité para repatriar sus cenizas “impresionadas por el juicio de modernos
escritores”.
Es por demás de interesante el análisis que de esa
información realiza el diario Santa Fe: “la poesía ha hecho de ese hombre, que
no ha sido otra cosa más que una culminación sociológica y racial, un Lucifer,
un demonio, el producto del mal, de aberraciones psicológicas”, comienza.
Señala así el “logro” de José Mármol: así se ha visto a Rosas, así se lo
muestra en las escuelas y así se pone pánico en el alma de los niños.
Marca el Santa Fe que los historiadores participaban de una “fácil corriente
histórica”, aunque sentencia: “Más que historia, la que lleva el nombre de
argentina es un canto de amores y odios, de bien y de mal, de luz y de sombra,
como todos los cantos”.
La reivindicación que de Rosas se hace el este periódico, no
tiene los sesgos de las corrientes nacionalistas y revisionistas que harían
eclosión poco después, pero aportan serenidad de análisis frente a las miradas
taxativas que lo habían dejado en la historia con el título de tirano e
impedido por tanto tiempo que el polvo de sus huesos regresaran a la patria.
El concepto político de Rosas era federalista, como para no irritar a los señores de tierra dentro, si bien en el fondo y luego también en la forma, era herméticamente unitario. Y el hombre se impuso, haciendo respetar su ley, pero salvó a la República. La nación estaba hecha cuando la rescató Urquiza. Sólo requería de una constitución y hubo un filósofo realista que la escribiera y se la diera: Alberdi. Pero ¿se habría podido llegar tan pronto a un tan espléndido resultado sociológico e institucional sin la tiranía de Rosas? Este es el problema que la historia argentina no ha estudiado aún.
Tras consultas a algunos estudiosos santafesinos, el diario
señala que todos coinciden en que “Rosas ha sido maldecido sin conocerlo, como
si las generaciones argentinas para avanzar hacia la libertad necesitaran
descargar sus odios sobre un tirano fictcio encarnado en un hombre por el cual
los constitucionalistas del 53 se encontraron con una República indivisa”.
“Grande es la patria y hospitalaria y generosa” como para no
recibir a Rosas, dice el Santa Fe, aún si Rosas hubiera sido aquel tirano que
se mostró. “También en este caso sus cenizas son dignas de ser albergada en
tierra argentina”.
Serían las mujeres, finaliza, quienes obligarían a la
“necesaria reconstrucción de la verdad histórica argentina”.
Pasarían muchos años más.
Más de seis décadas desde que se escribiera esta nota para que se
cumpliera el testamento de Rosas, que pidió ser inhumado en Southampton “hasta
que en mi Patria se reconozca y acuerde, por el Gobierno, la justicia debida a
mis servicios”.
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