Esto de elevar a la cima a ciertos literatos no tiene nada
de nuevo. Ya en 1927 se denunciaba en nuestra ciudad el bombo y el autobombo de ciertas
inteligencias mediocres.
Leemos en enero de 1927:
En los campos de las letras se impone hoy el tartufismo mĆ”s vergonzante y descarado. El auto-bombo y el bombo mutuo gozan de extraordinario favor y se prodigan a todo trapo. Ellos han abierto el camino de una gloria de oropel a la incapacidad y a la medianĆa. Se sufre una racha de valores falsos, de inteligencias mediocres, de talentos fabricados, que triunfan por sobre aquellos que trabajan en silencio para el Arte.
DecĆa el diario Santa Fe que ya no existĆa la “dignidad
intelectual” y que lo mĆ”s usual en aquellos dĆas era que el escritor o poeta
honesto mereciera el “olvido aplastador”.
La raĆz del mal era Buenos Aires, marcaba. Pero se extendĆa
hacia el interior, donde la “enfermedad” asumĆa “caracteres desesperantes”.
Leemos:
En nuestro ambiente prospera y se agiganta la figura artificiosamente inflada de mĆ”s de un ejemplar de pĆ©sima especie literaria. Sus Ć©xitos se multiplican dĆa tras dĆa y ya para ver esas cumbres hay que levantar los ojos a las nubes. El comĆŗn de las gentes se ve forzado a creer en ellas y las acepta como montaƱas de verdad.
Y continuaba el periĆ³dico seƱalando que en las redacciones
de los diarios se conocĆa el secreto detrĆ”s de esos encumbramientos. “AquĆ se
sabe a costa de quƩ lesiones y ofensas a la dignidad intelectual se lograron
tantos mentidos triunfos, tantas hipƩrboles consagratorias, tantos elogios
desmesurados. AquĆ se ha visto desfilar una y otra vez a esos personajes ahora
ilustres, persiguiendo el triunfo inmerecido, mendigando el elogio precario,
haciĆ©ndose a sĆ mismos las hipĆ©rboles que habĆan de exaltarlos e imponerlos a
la admiraciĆ³n del mundo”.
AsĆ vemos cĆ³mo ganan notoriedad ciertas intelectualidades absolutamente mediocres y cĆ³mo se agotan las ediciones abundosas de libros que debieron dormir el sueƱo eterno en los anaqueles de los negocios de librerĆa, hasta que les llegarĆ” el dĆa de prestar su Ćŗnico servicio: encender una pira y desaparecer para siempre convertidos en lo que fueron: humo de vanidad
En fin. Cualquier parecido con la realidad, es pura repeticiĆ³n, puro tartufismo vergonzante…
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