Aunque era una dictadura, se le decía democracia. Una parte
del país salió a celebrar esa “democracia”, pero había muchos que no estaban. De
ellos no se habló.
Cosas del lenguaje: a un gobierno elegido por el voto se lo
llamó dictadura. A uno llegado a fuerza de las armas, se lo llamó democracia.
La “democracia” de 1955 le dio “amplia” participación a los partidos políticos
(a algunos) en su gobierno: el 11 de noviembre de ese año se constituyó la
Junta Consultiva Nacional, encabezada por el vicepresidente Isaac Rojas.
Fue esta Junta, que funcionaba en el cerrado Congreso
Nacional, la que convocó a una marcha en el Congreso para los primeros días del
año siguiente.
Los medios celebraron extasiados la manifestación. El diario
Democracia, de Buenos Aires, publicó el 11 de enero de 1956:
Unidos y libres. Sin delimitaciones de ideologías, ni credos, sin otro destino que el de marchar hacia la libertad y la democracia, los hombres y mujeres de nuestro pueblo se concentraron ayer con entusiasmo en la Plaza del Congreso, al amparo de nuestra bandera, de nuestro escudo, de nuestro porvenir que surge sin sombras, sin presiones, sin delaciones. La cita tuvo proyecciones de símbolo: la unión. La unión de corazones, de esperanzas, de recrear al país para desterrar definitivamente de su ámbito las hojarascas de la democracia y la dictadura. Y así unidos, proclamaron que estaban allí para trabajar en bien de la patria, única razón de felicidad y grandeza, continente insustituible de la familia, de la sociedad y la justicia que se alza con evidencia incontrastable en la República renovada de esta hora.
No se quedó atrás nuestro, nuevamente, único diario. El
Litoral, además de dar amplia cobertura al “mitin”, publica un editorial en el
que remarca que se había tratado de una “gigantesca asamblea de fe democrática”.
Los seis oradores fueron integrantes de la Junta Consultiva Nacional: Luis María
Bullrich, José Aguirre Cámara, (Norte)Américo Ghioldi, Oscar López Serrot, “nuestro”
Luciano F. Molinas y Miguel Ángel Zavala Ortiz. Sus discursos “satisficieron
las extremadas exigencias de calidad a que la trascendencia del acto obligaba
sin excusas”.
Por el Socialismo, (Norte)Américo Ghioldi señaló que “la
revolución está en la calle”, y “nuestro” Luciano Molinas, a quien el diario
destaca su “consecuencia esforzada, infatigable y siempre animoso, en los
demorados años de la ignominia dictatorial”, celebró las políticas económicas
del gobierno.
El “Mitin de la República” “ofrecía un espectáculo
sobrecogedor la multitud frente al Palacio del Congreso”, que, cosas del
lenguaje o de vaya a saber uno qué, permanecía cerrado en esa “democracia”,
aunque había estado abierto en la “dictadura”.
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