En varias ocasiones, publiqué en este blog crónicas de
viejos diarios santafesinos acerca de asesinatos de mujeres. ¿Cuánto y qué cambió
en 80, 90 o 100 años? Quizás que cada vez se habla menos (en los medios) de “crímenes pasionales”. Pero se siguen escuchando leyendo
justificaciones de la más diversa variedad hacia los varones asesinos. ¿Cuánto
y qué cambió? #NiUnaMenos.
Tomo al azar algunas crónicas ya publicadas y añado otras.
Enrique Montana y Delia Mocchinti eran novios desde niños. En
1928, ella no se quiso casar con él. “¡No
serás mía, pero tampoco de nadie!”, gritó él mientras le disparaba y luego se envenenó. Delia sobrevivió.
Ese mismo año, Ángel Scarabelli intentó matar a Serafina
Urban. Un año antes ya le había disparado, pero había sido liberado bajo
fianza. Serafina lo abandonó; él no se resignó. “Creíamos que solo en determinadas literaturas –cuya influencia
perniciosa es visible—existían, exacerbados hasta extremos tales, pasiones en
tal grado terribles o indomeñables que, como la de los celos denotan una
inferioridad espiritual y conducen hasta el crimen y el suicidio como en este
triste caso que inspira este breve comentario”, fue la reflexión de El Orden.
En 1929 los protagonistas fueron Ignacio Noriega y Joaquina
Señal. Él, alcohólico (“un estropajo
social”), ella, trabajadora. Haberlo abandonado y haber podido asomar la
cabeza con un nuevo trabajo fueron un cóctel fatal para Joaquina.
En 1930, Juan Retamero mató a Teresa Lentch. Como en el drama de los Borgia una mujer
adúltera purgó con el tributo de su existencia la traición hecha al marido, es el título del diario El
Orden. “La he matado por un asunto
íntimo”, dijo el asesino. Teresa
no dijo nada.
Hacia finales de 1931, un polaco mató a una francesa en esta
ciudad. Ella, posiblemente víctima de trata, según todos los indicios que
brinda El Litoral. Él quería “arrancarla de esa vida”. Pero “Enriqueta se hundía cada vez más en el cieno
y pese a los buenos deseos del honrado polaco, sólo siguieron viéndose sin
llegar a vivir en común”. En tiempos cercanos al crimen, él le prestó
dinero siendo “víctima de engaños”. “Probablemente ayer fue por última vez a
exigirle el cumplimiento de su palabra, y como no consiguiese su propósito
consumó lo ocurrido”, es la conclusión del diario.
Fidel Loza se sintió rechazado por Mariana Cardenaza en 1933.
-“Es imposible que continuemos nuestras
relaciones”, dijo ella. Pero él “la
amaba”, y le disparó.
En 1936, el asesino se llamó Domingo Esquivel. Las víctimas
fueron su ex esposa Gladis Filiberti y su madre. Esquivel había acosado a
Gladis y terminó matándola en una tienda en pleno centro de la ciudad. Su defensa
convenció a los jueces: el varón mató (dos veces) en un rapto de “alienación
mental”.
Luis Gómez mató a Catalina Niz en 1938. Ella tenía un “pésimo” comportamiento, según El Orden. Andaba por la vida como buscándose
la muerte. Y la encontró. El asesino fue víctima de una “doble tragedia”: haber tenido una mujer
de vida disipada y haberse visto obligado a matarla.
Por favor, #NiUnaMenos.
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