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Más… mucho más que un centenario


¿Qué significa un club en la vida de una persona? Inexplicable desde la racionalidad, inexplicable porque se trata de un sentimiento, y a pocos, sólo a los privilegiados, les es dada la bendición de poder explicar al amor… Historias Colaterales con sello personal. Y por supuesto, como es costumbre, el rescate del periodismo de antaño: Una entrevista de 40 años con el Fantasma Ruiz y una crónica de la barra de las bombas en sus primeros años de vida.

A pocos les es dada la bendición de poder explicar los sentimientos más profundos: a mí no. Así que, simplemente un pequeño relato que puede multiplicarse por miles de historias personales, historias colaterales, que ayudar a construir un sentimiento.

No lo recuerdo, porque es imposible recordarlo, pero la anécdota familiar no hace otra cosa que potenciar la construcción de la memoria personal.

Eran los primeros meses de 1975. Tenía un año de vida y, como era costumbre entonces, los hombres estaban en la cancha y las mujeres, esperándolos, tomando mates y escuchando el partido por la radio.

Mi viejo se acuerda de algunos detalles: “Dirigía Pestarino, cobraba todo a favor de All Boys hasta que le empató a Unión. Entonces la gente lo empezó a putear mal, toda la cancha”. Con palabras menos delicadas, papi cuenta que el árbitro se “asustó”. “Y sobre la hora, Espósito hace un gol desde la altura del mástil, mitad de la cancha, pateó de ahí. No sé si pateó al arco. Entonces ganó Unión 3 a 2 y fue una locura”. Eso en la cancha…

A unas treinta cuadras de ahí, varias mujeres de distintas edades, y yo. Esa locura que se vivía en la cancha explotó también en el patio de doña Italia. Y el grito que me atemorizó con apenas un año me hizo dar mis primeros pasos. Con Unión y su 3 a 2, y gracias a Espósito, me largué a caminar.

Una conversación con el “fantasma”

“A Unión le deberé mi casa y a Esperanza mi hogar”. De esta forma se inicia una entrevista que hace 40 años publicaba la revista “La Nota Santafesina” a Orlando “El Fantasma Ruiz”.

Aquella revista era propiedad de Marcos Bobbio, y aunque la entrevista no está firmada, vale decir que entre los miembros de su staff estaba Ricardo Porta.

“Debe estar en casa de la novia”, le dijeron a los periodistas apenas arribaron a Esperanza. “Nos trasladamos hasta la casa de Mirta Buffet (cabello rubio como el trigo, sonrisa amplia y gesto complaciente con el reportaje). No le disgusta la popularidad de Orlando, su futuro esposo. ‘No, no me gusta ir a verlo jugar. Prefiero seguirlo por el relato de la radio’”.

La conversación se realiza finalmente en el club Aarón Castellanos.

Frente a nosotros está Ruiz, un Ruiz muy distinto al futbolista de nervio, resuelto, veloz y valiente que conocemos en los partidos. Vestido correctamente, sobrio, serio, medido. Habla de lo indispensable y con suma fluidez. “Mi familia está en Reconquista” (La madre, doña Corina, cuida a seis hermanos –cinco mujeres y un varón). Nos dice que pronto cumplirá 23 años y que nació un 18 de mayo de 1941, bajo el signo de Tauro. En la ciudad norteña hizo un ciclo primario completo y se enroló en las filas de Talleres. A los 17 años “me desesperaba por conseguir un trabajo para ayudar a mi familia”. No pudo lograr nada en Reconquista, y no lo pensó mucho. Alguien le habló de San Nicolás, y hasta allá se fue. Trabajaba como obrero de la construcción. “Se ganaba bien, pero se gastaba mucho –nos dice-. Estuve más de un año, hasta que, finalmente, decidí regresar a “los pagos”. Y otra vez el mismo drama de la falta de trabajo, hasta que surge la nueva perspectiva; una perspectiva que tiene un nombre: Esperanza. Un cuñado habla con un amigo vinculado al club Unión –siempre Unión- de esa ciudad, y de esa forma consigue empleo en la hilandería de Bonetto y Cía., donde trabaja como bobinador durante tres años seguidos, mientras va creciendo su nombre futbolístico. Lo demás es muy reciente; tan reciente y rápido que no parece hubiera transcurrido un año desde su incorporación al fútbol santafesino. Sus primeras pruebas en Unión, su viaje con Vélez Sársfield, su fuga de Buenos Aires y su incorporación definitiva al club rojiblanco.

El Fantasma, en aquellos años leía novelas de acción y no estaba interesado en la política, aunque seguía atentamente los comentarios deportivos. “Todo simple, sin complicaciones, común, sin estridencias”, dice La Nota.

Cuando la barra de las bombas era sólo una barra…

Por la misma época, la también santafesina revista Tiempo, dirigida por Ángel E. Pérez Llana, realizaba una “Crónica para dos hinchadas”. Atilio Pravisani fue el encargado de relevar opiniones y anécdotas de los dos clubes de Santa Fe.

En el buffet de Unión, café por delante, Willy Alfredo Bram con la colaboración de Henry Marín, “el gallego” de la línea 14 y de Ismael Mustafá (comerciante, vende bombas) contaba algunas particularidades de esta barra tan particular:

… La barra de las bombas nació en el 63 con el equipo de Ávila, Borgonovo y Ruiz, y el nombre quedó del hecho que teníamos predilección por ‘los fuegos artificiales’…

Son todos socios? Qué hacen en el club?

La mayoría somos socios, vivimos acá desde las tres de la tarde a las tres de la noche. Además formamos una Peña Folklórica y hay muchos que trabajan en subcomisiones. Los viernes a la noche después de la cena nos vamos todos a Buenos Aires, a la mañana damos las hurras frente al hotel de los muchachos y después a la cancha…

Y hay plata para eso?

Qué va a ver (sic)… al ‘gallego’ le debemos cualquier cantidad, y después cuando no hay para comer o sacar las entradas los jugadores con una colecta nos ayudan… Vos sabés cómo abundan las rifas y colectas?... es que de otra forma no hay caso porque el club no puede pagarnos nada…

Hay una leyenda negra sobre ustedes, por el hecho de que arrojan bombas a la cancha…

Es que antes las tiraban los pibes, pero nunca hemos tenido problemas, por otra parte cuando el club nos pidió se terminaron y se tiran desde otro lado y para arriba… Ahora vos fijate que los jugadores siempre están con nosotros, porque ‘los viejos’ que están en la techada lo único que hacen es silbar y así se perjudica al jugador porque el nerviosismo que empieza en la tribuna se contagia enseguida…

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