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Otro clientelismo electoral

Se popularizó como el chori y el vino, aunque luego se sofisticó: planes de trabajo, electrodomésticos, y parece que ahora también garrafas de gas. Pero en Santa Fe el clientelismo electoral llegó de la mano de las naranjas.

En 1893, era mucho más barato para los políticos obtener votos, o torcer voluntades. El primer sondeo electoral se podía percibir en la inscripción a los padrones de los votantes. En eso andaban los partidos en diciembre de ese año, agitado por dos revoluciones radicales, en el que se iban a enfrentar Luciano Leiva y Marcos Paz.

La candidatura de este último estaba auspiciada por el diario Unión Provincial, que publicó un suelto titulado “Las naranjas en suba”.

“Con motivo de estar próximo el domingo de inscripción, esta fruta se vende en nuestro mercado público a un precio que no está en relación con su importancia. El por qué de esta suba se explica claramente.

“Algunos conspicuos del partido (y bien partido) leivista han sido comisionados para adquirir, como en otros domingos, todas las naranjas que haya en plaza para dar con ellas un banquete a los amigos desconocidos que deben llegarles (de Rincón y Entre Ríos) porque no quieren que les pase lo del domingo pasado, que hubo muchos infelices que tuvieron que volverse al Paraná sin almorzar por culpa de la mal entendida economía”.

A los futuros integrantes del padrón electoral les convenía tener la panza llena y por entonces ese cítrico estaba a la orden del día.

Aparentemente, el encargado de preparar el “almuerzo” había comprado solamente seis docenas de naranjas, cuando el partido le había dado dinero suficiente para conseguir hasta siete u ocho.

El diario culmina su noticia: “Ya saben pues los que vengan de Entre Ríos, Corrientes o de otros puntos a inscribirse con las huestes del leivismo que deben reclamar del proveedor galvo-leivista las naranjas y el precio de boleta. No se dejen explotar, pues.”

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