Un diario es un actor político. Quienes lo hacen juegan un papel, más o menos importante, en su época. En las páginas de un diario se narran, se discuten o se tergiversan los acontecimientos decisivos de la historia. Pero un diario es también el registro de la vida cotidiana, de miles de hechos minúsculos, el “punto arroz” con el que se tejen las vidas de hombres y mujeres. Hubo argentinos que compraron cada día el diario sin importarles los motivos a los cuales este libro y otros dan tanta relevancia: cuál era la posición de Crítica sobre este o aquel presidente o político.
Compraban el diario para enterarse de los resultados del fútbol, o para saber qué caballos corrían o los pronósticos para alguna carrera, o para distraerse leyendo algunas historietas, o para estremecerse con la narración de algún crimen. O bien por motivos aún más triviales, como saber el tiempo que iba a hacer mañana, o mirar la cartelera y enterarse de “qué daban”.
Un diario tiene la palpitación de la vida durante su reinado de 24 horas y la sequedad de lo arqueológico en su segunda vida en las hemerotecas. Por eso escribir sobre un diario que ya no existe es escribir sobre un ente fantasmal, a la vez concreto –la materialidad de una colección—y evanescente porque es puro recuerdo sin cuerpo. Y aun sus páginas políticas parecen albergar unos mayores granos de vida almacenada, porque pueden ligarse a la “historia grande”. ¿Qué sucede en cambio con esos hechos de las costumbres intrascendentes, del deporte o con los sucesos de esa vida intrauterina de la urbe que es la “crónica roja”, hechos borrados y renovados en cada salida de un nuevo ejemplar como las fugaces palabras que alguien escribe en la arena y que las olas borran enseguida?
Abós, Álvaro. El tábano. Vida, pasión y muerte de Natalio Botana, el creador de Crítica. Sudamericana, Buenos Aires, 2001.
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