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Barbarie peronista


En la noche del 9 de junio de 1956 se inició el alzamiento que terminaría con el fusilamiento de civiles y militares peronistas. En Santa Fe, “reinó la tranquilidad”.

El alzamiento peronista de la noche del 9 de junio de 1956 fue calificado por el diario El Litoral como una “repudiable obstinación”. El día 10, el vespertino se acongojaba porque horas antes, el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu había estado en Rosario, recibiendo una “espontánea adhesión popular” y de repente, recibía “el doloroso impacto de una rebelión repudiable”.

La “revolución democrática” iniciada en septiembre de 1955 se encontraba en dificultades porque no querían apelar a “la violencia irreflexiva” y practicaban la “tolerancia” y la “prudencia” en lugar de la “revancha” y la “persecución” contra los “obstinados adictos” al peronismo que “todavía gozan de una libertad inmerecida”, marcaba el diario. Pasarían sólo unas horas para la que hasta entonces era la "Revolución Libertadora" trocara en "Revolución Fusiladora" y le diera el gusto al editorialista.

Los peronistas mostraban así su “absoluta incapacidad mental para comprender los más elementales deberes de adhesión al prestigio y al decoro de un país que quiere ser digno del ideal de vida culta y civilizada herencia de sus hijos más ilustres”.

En la visión de El Litoral, lo que vivía el país aquellos días, era la reedición del dilema sarmientino: “civilización y barbarie”.

Además, el diario se mostraba en este editorial, preocupado por algunas disidencias del régimen “revolucionario” y pedía sensatez para afirmar el orden. Sólo entonces, decía, podrán “los hermanos combatientes” discutir sus problemas doctrinarios.

Al momento de informar sobre el alzamiento, tituló: El intento sedicioso no tuvo ninguna repercusión en esta capital, donde reinó absoluta tranquilidad.

La gente se enteró por la radio cuando volvió a sus hogares luego de ir a salas de espectáculos y bares, aseguró.

Tal panorama local no varió en ningún momento y hoy la ciudad inició el día en la misma forma normal acostumbrada, con gran afluencia de público en las calles céntricas y en todos los barrios, que, si bien comentaban los sucesos acaecidos anoche y en horas de la madrugada, no dieron a los mismos proporciones de trascendencia, llegándose a la conclusión, como se concretó oficialmente antes del mediodía, que era sólo la reacción aislada de grupos que fueron autores de una verdadera aventura, que no contó ni con el apoyo del ejército, la marina y la aeronáutica, ni menos con el grueso del pueblo que, amante de la democracia, anhela la libertad mediante las elecciones libérrimas ya anunciadas por el presidente provisional de la Nación general Pedro Eugenio Aramburu, en su discurso pronunciado ayer en la ciudad de Rosario.

De todos modos, en la ciudad se tomaron medidas de precaución, citando a jefes y oficiales que se encontraban de franco, y se realizó una rigurosa vigilancia en los accesos a la ciudad. Se intensificó la custodia de Teléfonos del Estado, Correos y Telecomunicaciones, Telegráfico Telefónicas, estaciones radiales y “demás servicios públicos, por medio de dotaciones del Ejército que armados de fusiles con bayonetas realizaron guardias permanentes en las puertas de acceso a los mismos”. En Casa de Gobierno y en la jefatura de policía, se reforzó la guardia, “emplazándose en dichos locales ametralladoras a cargo de soldados de distintas unidades militares de la guarnición, al mismo tiempo que se efectuaba un riguroso control para el acceso a las mismas”.

También, como medida de prevención, fueron detenidas alrededor de diez personas “de filiación nacionalista y peronista”.

Según el vespertino, con excepción de situaciones sin mayor trascendencia “ni menos apoyo popular”, que se verificaron en Rafaela y Rosario, “la provincia permaneció alejada de este hecho de origen que hasta el momento es confuso. No apoyó en ninguna forma el mismo y, por el contrario, fue evidente la satisfacción de la ciudadanía cuando ya antes del mediodía se informó del rotundo fracaso del movimiento subversivo. La población, sin dar mayor importancia al mismo, continuó su actividad propia del feriado dominical que, favoreciendo por un día de espléndido sol, fue propicio para que se volcara en las calles y paseos públicos y que sólo no llegó a tener el alcance habitual, por el cierre obligado de las salas de espectáculos y de las confiterías y bares”.

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