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Desde el umbral

Mientras los empresarios juegan a los autitos chocadores con El Litoral y los trabajadores sufren, hoy el diario cumple 98 años de existencia. Cuando cumplió 50 años, atravesaba la primera gran huelga de periodistas y gráficos en conjunto: estuvo 20 días sin salir en la calle. Muchos se preguntan si el más tradicional diario santafesino llegará a los 100 años y en qué condiciones. Ganas de escribir más, pero no, no tengo tantas ganas.

Va el editorial de Don Salvador Caputto cuando, hace 98 años, empezaba a ver las calles el gran actor político de la ciudad del último siglo.

Desde el umbral
No venimos a llenar ninguna misión providencial. Concluyeron los tiempos míticos de la prensa, en que la aparición de uno de sus nuevos portavoces era precedida de anunciaciones solemnes casi hieráticas, quizás para disimular mejor la entraña demasiado humana del nuevo dios.
EL LITORAL quebranta concientemente la rutina hipócrita y desde que asoma bajo el dintel de la vida de la acción, quiere mostrarse tal cual es, a fin de que nadie se llame a engaño y para que los buenos sepan que para ellos trabajaron esta vez los cerebros, las plumas y las máquinas.
Hemos aprendido en el maestro Vaz Ferreyra, el sabio maestro oriental de la juventud americana, el valor y el alcance del arma que esgrimimos.
Sabemos con él, que es la prensa, como esa otra prensa, la prensa hidráulica que en manos de un niño puede triturar el granito, el instrumento más poderoso de la mecánica espiritual moderna.
De él aprendimos a conocer el alma del pueblo que hace de la prensa leal su voz y su baluarte y con él y, y yendo más allá, con Mariano Moreno, compartimos el concepto sano y como tal robusto y fiero del deber en la función ejercida.
Venimos, pues, a decir lo que sentimos y lo que pensamos como ciudadanos de una democracia, buscando para nuestros ideales y pensamientos inspiración en la conciencia popular. Más cuando nuestro juicio después de honestas meditaciones, nos traiga la convicción de que el pueblo yerra, como erraron otros pueblos halagados por la brutal materialidad del panem et circenses romanos, no ha de arredrarnos la magnitud del esfuerzo redentor y hemos de ir hacia él con el ceño adusto de la verdad desnuda para hacerle sentir todo el peso de sus desvíos suicidas.
No venimos a amoldarnos al ambiente, sino a poner en él nuestro poco de oxígeno moral, que pueda convertirse en dignidad colectiva, en justicia y en bondad social.
Ni soberbios ni falsamente humildes, confesamos las energías que bullen en nuestra alma y decimos bien alto el afán que la agita. Venimos a luchar ¡queremos luchar! porque eso es la vida, porque esa es la historia eterna del pueblo, porque del pueblo nacemos y para el pueblo han de ser todos nuestros esfuerzos y todos nuestros sacrificios.
A los que aguardan EL LITORAL con mano franca, nuestro saludo de amigos. A los que esperan con la adarga en el brazo y lanza en ristre: ¡firmes y en guardia!
A los buenos, a los que trabajan, a los que producen, a los útiles, nuestra fuerza moral y estas columnas como permanente baluarte.
He ahí nuestro programa, nuestra fe y nuestras esperanzas. 



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