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El lugar para la mujer: una (dos) mirada(s)


En algunos países, en 1933, las mujeres ya ocupaban cargos públicos. Sin embargo, “hasta ahora nunca hemos oído que una mujer haya tenido éxito dando una nueva y original dirección a cualquiera de las ramas de la actividad política”, escribió en marzo de aquel año Benito Mussolini, en un “Especial para El Litoral”.

Hoy, más de 80 años después, estamos discutiendo paridad entre varones y mujeres y también, quién lo hubiese dicho, acerca de la pertinencia de prohibir los concursos de belleza, la fealdad, y el lugar de las mujeres en el mundo. También a través del diario El Litoral.

Allí Mussolini escribió que la fundamental falla de la democracia era no saber la manera de “colocar el hombre necesario en el lugar adecuado para obtener un feliz gobierno de la República”. Por lógica, lo mismo sucederá con la selección de candidatas femeninas. A la vista estaba: en Gran Bretaña y Estados Unidos, donde las mujeres tenían derechos electorales, no sólo no había habido cambios, sino incluso había sido una influencia negativa.


Se reconoce Mussolini un “hereje” en cuestiones relacionadas con el “culto de las urnas electorales”, un “pasatiempo democrático”.

¿Por qué, entonces, debo pensar, o desear, o admitir la conveniencia de aumentar el número de votantes, doblándolo, inclinándome por una ley que daría millones y millones de extras votos femeninos? Lo demasiado numeroso casi siempre perjudica a la calidad, y esto es también relativo a la calidad intrínseca de las nuevas masas  de mujeres votantes que se añadirían a los hombres.

La mujer, dice Mussolini en el diario El Litoral, es superior al hombre “en cualidades intrínsecas de intuición, adaptabilidad, asimilación, comprensión, bondad,  generosidad y, por sobre todo, amor al hogar, a la familia y espíritu de sacrificio”.

Su primera función, dentro de otras muchas es, en asociación con el hombre, el de asegurar la continuidad de la especie mediante la reproducción, la alimentación y la crianza de los hijos”, dice... ah, no, no es don Benito. No es en 1933. Pero sí es en El Litoral. Es don Néstor y es en 2016.

Volvamos a 1933 y pero sigamos en el diario El Litoral.

Desde el inicio de los tiempos no hubo, dice Mussolini, grandes mujeres compositoras, ni arquitectas, ni pintoras ni escultoras, aunque sí algunas hábiles escritoras. Ni hablar de la filosofía, un campo de varones exclusivamente, porque “la especulación filosófica es negada a las mujeres”. Omite decir el Duce cuál fue “desde el inicio de los tiempos” la capacidad de acceder a la educación por parte de las mujeres.

Hay otro argumento por el Mussollini se niega a dar participación política a las mujeres, con una sinceridad que muchos legisladores actuales podrían imitar. Admite que los votos del promedio de las mujeres “no sería peor que el de los hombres”. Sin embargo, “cada responsabilidad dividida viene a ser en la práctica una patente irresponsabilidad”.

Por ello es que soy contrario a un aumento del cuerpo electoral, aunque aprecio en su verdadero valor el buen sentido y las cualidades morales de la mujer. Contra ello es que, aunque admiro mucho el talento y las cualidades de algunas mujeres, no creo que la mujer haya sido hecha para las ideas colectivas, para el trabajo sintético, que viene a ser la política. El arte de la política es un arte supremo. Es el llamado más alto que pueda ser hecho a un espíritu humano.

¿Qué se requiere para participar en política? Contesta el Duce: conocimiento de los hombres y de la psicología de las masas; experiencia y conocimiento de los peligros; control sobre sí mismo y dominio sobre los otros; conocimientos de historia, economía, geografía; en resumen: originalidad, equilibrio y síntesis “todo lo cual yo no considero adaptable al cerebro femenino, el que generalmente es más analítico y dado a detalles, y que no se adapta al temperamento femenino, a menudo impulsivo e incapaz de ser influenciado por la sugestión”.

Es decir: “En todas las especies existen individuos más bellos, más inteligentes y más funcionales que otros. Esto es así por mecanismos de la naturaleza o como producto de la tarea selectiva de los humanos, de su valoración de circunstancias y aptitudes”. No, esto no lo dice Mussolini. Es de Néstor.

Lo que sí dice don Benito es que no es un anticuado que sostenga que la mujer debe quedarse en su hogar y con su familia. Aunque “no hay duda alguna que esto último representa su primaria y fundamental actividad”. “En su hogar, sea grande o chico, la mujer debe ser reina y legisladora, y no una reina desocupada o perezosa, sino una “reggitrice” o “reggitora” –viejas y hermosas palabras que todavía se usan en los campos de Italia y que significa “la que lleva las riendas””.

Vale decir que el diario El Litoral apoyó, una década después, la legislación que permitió la participación política de la mujer. Pero no deja de ser una perlita encontrar este espacio que el vespertino le cede a Benito Mussolini en 1933 justo a días de que uno de sus referentes ocupe esas mismas columnas, 83 años después, para denostar la larga y paciente tarea de miles de mujeres para desmontar la violencia simbólica y mediática, en una provincia donde además no hemos logrado siquiera discutir la paridad en la representación de los espacios políticos.


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