Santa Fe no participó en aquel Congreso que en 1938 dispuso,
entre tantas otras cosas, el festejo del día del periodista para cada 7 de
junio. La ciudad no tenía sindicato de prensa aún; lo que había existido hasta
allí, con una subsistencia efímera, eran distintos círculos o agrupaciones con
fines más bien mutualistas y una composición que incluía a propietarios,
editores, escritores y periodistas.
Pese a las condiciones en que vivían y morían los
periodistas en Santa Fe, o quizás por eso mismo, su carrera profesional no
estaba signada por el concepto de trabajo, sino por el de “apostolado”.
“Si el periodismo fuese sólo una profesión vulgar para obtener
simplemente medios de subsistencia, no habría periodistas, para fortuna de los
protervos. Por suerte, nuestro llamado profesionalismo, trae esencia de
apostolado y todo lo resistimos”, se publicaba en el diario Santa Fe el 29 de mayo de 1913.
Durante los años 20 existieron varios proyectos para dotar a
los periodistas de una jubilación. En la ciudad, fue el concejal, periodista y
propietario de El Imparcial Eradio
Doce quien presentó un proyecto de ordenanza que daría a los periodistas
locales una modestísima jubilación para entregar “a los artífices anónimos y obscuros del progreso edilicio y de cultura
general del municipio, un tributo sobrio, que sea alivio en los días inciertos
de su vejez, cuando se amortigüe la lucidez de sus lámparas intelectuales,
debido al exceso de luz que pusieron en las ideas” (El Orden, 7 de junio de 1928). Esta ordenanza, que aunque fue
sancionada tuvo escasa aplicabilidad, concedía haberes jubilatorios a todos los
periodistas que hubiesen prestado servicios en diarios del municipio por un
término no menor de 25 años y que contaran con al menos 45 de edad. Del
beneficio quedaron excluidos los propietarios, administradores y empresarios, a
menos que hubiesen sido activos redactores, cronistas o repórteres.
Nuevamente fue el diario Santa
Fe el que en 1930 se pronuncia sobre las condiciones de los periodistas:
Y así, ese profesional, realiza una obra intensa y a la vez profusa. Pero, ¿cómo se lleva a cabo? Desde la tribuna anónima, sin alicientes personales, sin estímulos públicos. Quien hace el diario es un soldado desconocido. Su labor, que muchas veces llega hasta hacer cátedra, hasta levantar partidos, hacer personalidades y crear ambientes, no tiene ni siquiera el aliciente de la buena retribución.
Y así va desgastando su organismo, secando su cerebro, cobrando amarguras, avanzando hasta su extenuación definitiva.Y poco a poco entra en edad, llega a la vejez y se encuentra con que ha derrochado todas sus energías, ha dilapidado la inteligencia y la preparación. A su alrededor no hay si no penumbras. Al hogar, si lo ha formado, le falta la base económica y en tal situación lo encuentra su última hora. Apagada la vida, queda a veces un nombre, conocido en el gremio, a veces en círculos amistosos y la familia sin pan.
Se ha cumplido el apostolado, sin que a poco andar nadie recuerde ya su obra, ni su figura. No hay quien vele por los suyos. La sociedad a que sirvió yendo hasta el sacrificio sigue el ritmo normal, gozando, amasando fortunas, viviendo alegremente.(...) Sobre toda su acción fecunda se desencadena la injusticia social más cruda. El burócrata, el maestro de escuela, el empleado ferroviario y de comercio, hasta el peón del Estado tiene tras larga brega la recompensa de un descanso en la vejez. El que la prestigió con la pluma nada de tales ventajas puede esperar. Junto a su lecho de enfermo, en muchas ocasiones, ronda la miseria y sus ojos de febriciente sólo encuentran sombras de tristeza.Su campaña civilizadora ha servido para mejorar la situación de todos, menos la propia. El obrero ha alcanzado las ocho horas reglamentarias, el sueldo mínimo, el respeto de los patrones. El obscuro forjador de ideas de los diarios, carece hasta de días festivos.¿No es todo esto una ironía del destino? Una ingratitud y una injusticia social? Dígalo quien nos lea. Quién conozca el caso práctico y doloroso de ayer, al extinguirse la vida del que fue brillante periodista, espíritu selecto, caído al final de la jornada en la forma triste que hemos pintado. (22 de octubre de 1930).
Santa Fe y su primer
sindicato
La constitución de la Federación Argentina de Periodistas
(FAP) en el Congreso de Córdoba fue un cimbronazo para algunos Círculos,
dominados por el sector empresario. De hecho, el porteño se retiró, dejando en
una incómoda posición a Octavio Palazzolo, miembro de la Comisión Directiva del
Círculo de la Prensa de Buenos Aires y presidente de la Federación.
En Santa Fe, el Congreso fue destacado por el diario El Orden: “El congreso de periodistas
celebrado en Córdoba ha tenido amplio éxito. Finalizó en forma brillante”. “La
importancia de los asuntos tratados, la calidad y orientación de las ponencias
aprobadas, hacen que las resoluciones de este Congreso adquieran resonancia
nacional y sirvan de mira para el resto de Sud América”, decía. Subrayaba la
creación de la Federación, la proyección de escuelas de periodismo y el
contrato colectivo de trabajo.
Apenas unos meses después, El Litoral informaba: “Se constituyó el Círculo de la Prensa”.
Resaltaba que era la constitución “definitiva”, y que la asamblea había
transcurrido durante dos jornadas, con la presidencia de Antonio Zamboni y la
secretaría de Antonio Avaro. Luego de la votación y elección, la comisión
directiva del Círculo quedó constituida por Claudio Piedrabuena como
presidente; Zamboni como vice; Nasif Tomás como secretario; Eduardo Echagüe
como tesorero y como vocales el Dr. Pérez Martín, Tomás López, Sánchez Loria y
Avaro.
En aquella asamblea de constitución, Piedrabuena destacó que
la entidad estaba “destinada a agrupar a todos los periodistas que actúan en
nuestro ambiente”.
De este breve Círculo no existen más constancias en los
registros periodísticos. Poco más de un año después se fundó la Asociación de
Periodistas de Santa Fe.
Fue el día del trabajador de 1940 el elegido por un grupo de
afiliados a la Caja Nacional de Jubilación de Periodistas, para realizar una
asamblea en el hall del Hotel España de nuestra ciudad y dejar constituida una
asociación que agrupara a los trabajadores del sector.
Se aprobó un estatuto, y se eligió mediante voto secreto a
la comisión directiva, que quedó integrada por Mariano Forcat, Antonio Avaro,
Eduardo Echagüe, Juan Fernández, Armando Andino, Antonio Zamboni, Pablo
Visciglio y Armando Molinas.
Lo que sucedió después de la asamblea fue un almuerzo de
camaradería, al que asistieron “especialmente invitados”, los directores de los
diarios El Tribuno, El Agro, El Imparcial y El Litoral
.
A algunas cuadras de ellos, mientras terminaban el almuerzo,
comenzaba la concentración por el Día del Trabajador en Plaza España, desde
donde partió la movilización hasta calle Falucho, lugar en el que se realizó el
acto principal.
El diario El Orden
destaca la cantidad de adhesiones que tuvo el mitin: la Federación Santafesina
del Trabajo, las seccionales Unión Ferroviaria, Fraternidad, Central Norte
Argentino y Puerto seccionales Santa Fe; Centro Unión Empleados de Comercio,
Centro de Obreros Panaderos, Sociedad Obreros Factureros y Confiteros, Personal
de Sanatorios y Hospitales, Obreros de Artes Gráficas, Sociedad Obreros de la
Construcción, Sociedad de Mozos, Federación Obreros del Transporte, Partido
Socialista, Unión Cívica Radical de Santa Fe, y otros. En El Litoral, la página se divide en dos: por un lado, “La fiesta de
los trabajadores”; en la otra mitad, “Se constituyó la Asociación de
Periodistas”. La una se ilustra con una fotografía de los manifestantes en
Plaza España; la otra, con el almuerzo de los periodistas y los empresarios.
Luego vendrían el Estatuto del Periodista Profesional, y en Santa
Fe el Sindicato Argentino de Prensa y posteriormente la actual Asociación de
Prensa. En el camino, continúa la construcción de la identidad de las y los
periodistas como trabajadores.
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