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La misión del periodismo (I)


Antes de las teorías del cuarto poder, del servicio público, de la manipulación, de los ojos y la lengua de los que pueden ver ni pueden hablar, el periodismo se autodefinió de diversas maneras. Santa Fe tuvo cosas que decir sobre para qué hacer periodismo en esta ciudad.
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Ya nos hemos ocupado en otro lugar de los inverosímiles alardes de independencia que realizaban nuestros periodistas en el siglo XIX (Ver).

Otra de las maneras para acercarnos a cuál era el propósito que los guiaba, es recorrer algunos números, especialmente los primeros, en los que los periódicos plantaban su bandera diciéndoles a sus lectores qué ideales los guiaban. Debe recordarse que cuando hablamos de lectores estamos diciendo “pequeño círculo de personas con similares intereses políticos y económicos y con algún grado de poder de decisión”. Hay que anotar aquí, que en 1888 el diario La Provincia anunciaba que en su primera semana había logrado un total de 350 suscriptores y aspiraba, como su mayor conquista, a obtener 500 en los siguientes seis meses.

Periodismo oficial
El Santafesino apareció el 9 de enero de 1877. Al frente de su redacción estaba Manuel J. Yañez, un rosarino afinado en Santa Fe, que al momento de nacer el diario era diputado por el departamento San Jerónimo y años después sería el ministro de gobierno de Simón de Iriondo y Cándido Pujato.

Este diario veía la luz en virtud de un contrato firmado con el gobierno de la provincia para la publicación del Boletín Oficial y otras impresiones de los departamentos La Capital, San Jerónimo y San José. Ese contrato le permitía utilizar en provecho propio la imprenta del Estado para beneficios propios. “Hemos resuelto dar esta publicación periódica que no es ni debe ser considerada como publicación oficial”. (Dejamos de lado el hecho de que quien está al frente del diario es un legislador por uno de los departamentos que contrata sus servicios; al año siguiente Yañez será diputado por el departamento La Capital).

“Hacemos un negocio lícito y nada más: editamos un periódico que saldrá dos veces por semana mientras no nos sea posible darlo a luz con más frecuencia, como podíamos utilizar el establecimiento en cualquier otro género de publicaciones de que nos encargaremos tan luego como hayamos completado con nuevos tipos y demás útiles el material de esta imprenta”, aclara.

Luego esto, en su “Programa”, El Santafesino comienza una extensa e intenta disquisición sobre los alcances del periodismo oficialista, categoría en la que se resistía a entrar, aunque…

“No tenemos este calificativo (de prensa oficial), antes bien nos proponemos quebrar esta arma prohibida de impopularidad y desprestigio en la discusión de los intereses públicos, pero queremos definir claramente nuestra situación a fin de atraer sobre nosotros la responsabilidad de nuestras ideas, sin comprometer por nuestra parte en lo más mínimo ni la política ni los actos de Gobierno, consintiendo en que se de a esta publicación el dictado de Oficial.

“Por lo demás, nada tenemos que temer de semejante dictado.

“Es un apóstrofe que solo puede intimidar a los necios: es un arma ya mellada de impopularidad y desprestigio, es el último recurso de los débiles, de los que se encuentran vencidos en el terreno de las ideas y de la argumentación razonada. Para ellos, decir prensa Oficial, órgano Oficial, periódico Oficial, es decir todo, es vencer sin esfuerzos, es persuadir sin razón, es triunfar sin combatir.

“Triste recurso de la sin razón, que a falta de argumentos se acoge cobarde a una preocupación vulgarísima, propia de nuestra historia de anarquía y despotismo y de nuestra educación demagógica.

“Bajo el imperio de caudillos rudos, ignorantes y voluntariosos, monopolizada por ello la prensa y puesta en manos de escritores venales y sin conciencia acostumbrados a combatir como actos de barbarie y de despotismo los actos de aquellos y a mirar con desprecio los bombásticos y aúlicos (sic) escritos de abyectos servidores en la prensa, el pueblo ha acostumbrado a mirar con horror todo lo que es Oficial y con desprecio cuanta publicación pueda ser sospechada de Oficial.

“Es la herencia de nuestra historia pasada: es una preocupación, hija de nuestra propia educación revolucionaria y demagógica.

“No se comprende que el Gobierno puede hacer nada bueno, no se comprende que puede tener razón en cosa alguna, y cuanto hace o dice debe ser malo y es pésimo para los espíritus vulgares, para los escritores de pacotilla, que no se toman siquiera el trabajo de comparar las épocas, de estudiar las costumbres públicas, las instituciones, los hombres del gobierno, y de aquí procede que quien contra esta preocupación mantenida por la ignorancia y el espíritu de rutina se presente a sostener la autoridad de aquel, a explicar su política, a dar cuenta razonada de sus actos, cae envuelto bajo el peso abrumador de esa preocupación ignorante y ciega que no comprende la necesidad que existe bajo el imperio de instituciones libres de gobiernos regulares; no comprende, decimos, la necesidad que se siente de que el gobierno dé así cuenta al pueblo de su política, explique sus actos, y haga posible la responsabilidad social que le corresponda, a la del que pueda por este medio dar mayor realce a las instituciones, mostrar su respeto a las opiniones, quebrar el arma del interés o de la pasión política y conquistar para el principio de autoridad y para el gobierno que lo represente el prestigio necesario en todo Gobierno y principalmente en los Gobiernos populares”.
Apenas unas líneas más abajo, una breve noticia, bajo el título de “No es cierto”, pone las
cosas en su lugar: El diario Eco del Pueblo había publicado que el gobierno debía cinco meses de sueldo a sus empleados; El Santafesino aclara que se deben apenas tres meses a algunos empleados de Rosario, por una demora involuntaria y que tras unos días “tendremos pagados al día a los empleados como siempre”.

Prensa brava
El Censor, vaya nombre para un periódico, nace en 1897 de la mano del Dr. Salvador Salva.

Uno de los pocos ejemplares que se conservan en el Archivo General de la Provincia, es el correspondiente al número 35 que trae algunas noticias (entendidas entonces como opiniones) con dos cañones apuntados hacia El Censor.

Nueva Época había anunciado la aparición de un nuevo diario, del que no se menciona su título. Sí en cambio da algunos detalles de cuál será su función: “contestar, dice, como se debe a la prensa brava y pasquinera”.

Bajo el título “¡Bah! A propósito de la prensa brava”, El Censor da cuenta de otra noticia aparecida en este caso en Unión Provincial que también anunciaba la publicación de un nuevo diario, cuya función sería también “aplicar a cierta prensa brava y pasquinera las banderillas de fuego de una réplica decisiva y contundente”.

Y responde entonces el aludido:

“Aceptamos la indirecta del colega y vamos a contestarla acaso por última vez, porque, como antes lo hemos manifestado, no nos agrada personalizar las cuestiones.

“El Censor, a quien sin duda alude el colega desde su cátedra de pontífice, no es ni ha sido nunca un pasquín.

“Es impetuoso, apasionado y fuerte en sus ataques; alguna vez ha sido injusto, si se quiere; pero no ha aparecido en sus columnas de qué mañana puedan sus redactores
ruborizarse. Los que lo escriben aprecian demasiado su modesto nombre para querer enlodarlo. ¿Podrán decir otro tanto los que redactan el diario que llama pasquín al nuestro?

“Aún cuando es bien cierto que la amistad con un leproso es siempre perjudicial, nosotros hemos tratado a Unión Provincial con toda clase de consideraciones.

“El Censor tiene al frente tres nombres honrados, en cambio Unión Provincial no tiene ninguno, aunque todos sabemos quién la escribe.

“Si El Censor es un pasquín, sus redactores tienen la entereza de arrostrar con valentía la responsabilidad de lo que escriben.

“Y esto es título de orgullo: ¡el orgullo de las almas jóvenes no envilecidas en el vicio! De hoc, satis”.

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