Searching...

Independencia

¿Qué es ser independiente? ¿De qué somos independientes? ¿De quiénes? Difícil una respuesta hoy. En la historia de Santa Fe, la independencia periodística es un concepto construido de diferentes maneras a través del tiempo. De todas esas construcciones ¿qué independencia queremos los periodistas hoy?

Curiosidades de nuestra historia: Mariano Moreno no fue nuestro primer periodista. La Gaceta no fue el primer periódico argentino; más bien fue el primer diario oficial. Mariano Moreno tampoco fue un apasionado defensor de la libertad de expresión; en La Gaceta escribió: “Debe darse absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión y a las determinaciones del gobierno”.

En nuestra Santa Fe, Estanislao López dictó en 1819 el Estatuto Provisorio, que rigió institucionalmente la provincia por 22 años. Su artículo 5º señalaba: “Cualquiera que por su opinión pública sea enemigo de la causa general de la América, o especial de la Provincia, se hallará en igual suspensión hasta que abjurando con hechos sus errores abrace la del territorio”. Las suspensiones a las que se refiere son las impuestas en el artículo anterior a los deudores del fondo público, quienes eran privados de las prerrogativas de ciudadano.

Difícil, en este contexto, la libertad de expresión. Sin embargo, lenta, muy lentamente, comienza a construirse un concepto y una misión para el periodismo.

En Santa Fe, bajo las coerciones impuestas o sugeridas, el periodismo se asigna un rol social y se erige como el guía de sus instituciones bajo la noción de independencia. Este concepto, que hoy nos hace bajar la mirada como periodistas, que reconocemos con algún pesar su imposibilidad fáctica, era la bandera de nuestros antecesores en los siglos XIX y gran parte del XX.

¿Qué era ser un periodista independiente en aquellos años? ¿Independientes de qué o de quién?

Los primeros periódicos editados en la ciudad eran tirados por la imprenta del Estado, por orden de los diversos gobernantes. Así, aparecieron varios durante la estancia de los diputados de la Representación Nacional entre 1828 y 1829; en igual época los del padre Castañeda, quien había solicitado permiso al gobernador para publicarlos. Así también vio la luz El Federal en 1831, bajo el auspicio de López; luego los cuatro periódicos del gobernador Pascual Echagüe, entre 1845 y 1851, todos con un mismo objetivo: sostener el sistema federal, al gobernador o a Juan Manuel de Rosas, o todos al mismo tiempo.

Un raro caso de objeción de conciencia
La organización nacional no trajo grandes cambios en la prensa de nuestra ciudad, aunque sí en la de Rosario. Durante muchos años más, no habría periódicos privados y sería el estado el encargado de buscar redactores para imponer sus ideas por la prensa.

Corría 1857 cuando el gobernador Juan Pablo López decidió editar, junto a su ministro de Gobierno Juan Francisco Seguí, el periódico El Chaco. Estaba en Santa Fe el joven Lucio V. Mansilla, quien fue convocado para redactarlo. Se le ofreció imprenta, papel, operarios y sueldo para que escribiera un diario que sostuviera la política de López.

El contrato que unió al novel periodista y escritor con el estado santafesino se celebró ante el escribano de gobierno. Allí asumía la dirección de la Imprenta del Estado con el compromiso de editar un periódico dos veces por semana. En ese contrato, aparece un curioso caso de “objeción de conciencia”. Se aclaraba que, pese al deber de secundar con sus escritos la política del gobierno, Mansilla tenía la opción, en caso de que aquellas pugnaran con su conciencia, de excusarse. En ese caso, debía buscar a un sustituto.

Según el historiador José Carmelo Busaniche, en un mes Mansilla se cansó de la ciudad y decidió abandonarla. Lo hizo saber a Seguí, quien le ordenó entregar la imprenta a su antiguo director. El propio ministro se encargó de la dirección del periódico que comenzó a salir en marzo del año siguiente con otro nombre: El Pueblo.

El último ejemplar de este periódico, del 6 de octubre de 1858 (Año II, nº 91), informa: “Como se impondrán por la ley general del presupuesto de sueldos y gastos que se registra en la sección correspondiente, ha quedado reducido el personal de la imprenta a un oficial y dos aprendices, por cuya razón cesa desde este momento la publicación de El Pueblo”.

Yo te subvenciono, vos escribís lo que te diga
Tras el cierre de El Pueblo comenzó a publicarse El Patriota. El futuro poeta Olegario V. Andrade fue su redactor. En Andrade encontramos por primera vez una definición santafesina del “ser periodista”.

“Examinaremos uno por uno los elementos que ponga en juego la política y en nombre del porvenir y el engrandecimiento nacional, en nombre de sus sagrados intereses, apelaremos al buen sentido del Gobierno, si fuese necesario, llamándolo al terreno de la legalidad y el orden”, escribía el joven de 20 años.

Hace gala también en su credo de la misión pedagógica del periodismo: “Nos toca armar y educar al pueblo en la conciencia de sus deberes y el sentimiento de la ley. Nos toca predicarle el culto del trabajo como la creencia salvadora del bienestar y engrandecimiento nacional”.

El “armado” del pueblo lo hace Andrade en virtud de un contrato firmado con el gobernador de la provincia, quien le entregó por un año la Imprenta del Estado a condición única de que publicara los documentos oficiales. Pero además de la partida presupuestaria correspondiente, recibía $100 mensuales de una subvención personal otorgada por Justo José de Urquiza, a quien el periódico le resultaba, al menos, agradable.

El “servicio” educativo e ilustrativo estaría, a juzgar por las palabras de El Patriota, signada por la dependencia del periódico de los gobiernos provincial y nacional, más allá de la necesidad de ser oficialista, o la convicción de serlo de Andrade.

“El Patriota no es un periódico oficial”, decía el futuro poeta que, lo hubiera querido o no, se imprimía con un aparato del Estado, tenía al menos un sueldo de la provincia y recibía un subsidio del presidente.

Ya en el gobierno del coronel Rosendo M. Fraga, el 18 de mayo de 1860, escribía Andrade: “Apoyaremos hoy y siempre a la actual administración de la provincia, porque vemos en ella la realización de un porvenir grandioso y, sin falsear nuestra independencia de sentimiento, estaremos constantemente a su lado. Nada más, nada menos”. Fraga se convirtió en el protector de Andrade: lo nombra Fiscal interino de Gobierno, trabajo que asume además del periódico, de la labor como secretario privado del gobernador cuando éste viajaba y de sus funciones como diputado electo en agosto de 1859 (violando la constitución provincial, que exigía un mínimo de 25 años de edad para este cargo).

Después de El Patriota aparecen otros periódicos: La Libertad, La Unión, La Verdad (“Este periódico se publica por la imprenta del Estado”, 1864); El Tiempo (“Contiene en sus columnas todo lo concerniente al movimiento administrativo de la provincia como: Las leyes y decretos, Las sentencias y acordadas del Tribunal Superior (…), Las disposiciones, medidas y ordenanzas de La Capital”, 1865).

El Pueblo nace en 1868, como “Periódico político, literario y comercial”. Declara en su portada: “Este periódico publica los documentos de gobierno pero no es oficial”, y lleva también una advertencia: “Este periódico publica por contrato verbal los documentos oficiales de la provincia a los efectos de su circulación. Todo lo que ocupe sus columnas fuera de esos documentos no reviste carácter oficial alguno, pues, ni siquiera la expresión del gobierno o de sus ministros”.

Una forma elegante de tomar distancia y de intentar asegurar a sus lectores que los contenidos del periódico eran independientes, algo difícil de creer.

Oficiales o no, viendo sólo las portadas de los periódicos de aquellos años, descubrimos que las leyes y decretos provinciales en primer término y nacionales después, son la información gráficamente principal.

Continúa... Ver parte II

0 comentarios:

 
Back to top!