Es muy común escuchar que los pobres lo son porque quieren. Que les “conviene” serlo. Que reciben todo de arriba, etc, etc.
En el 1900 ya se publicaban panfletos contra los pobres. El diario Unión Provincial comentaba que los días viernes era “verdaderamente asombroso” el número de mendigos que se desparramaba por la ciudad. “Desde las 8 de la mañana hasta bien entrada la noche las casas de aspecto burgués”, escribió un periodista, “se ven sitiadas por los que imploran la caridad pública”. Y el diario aconsejaba a los dueños de esas casas: o un presupuesto crecido “para atender esa pedigüeñería o un cancerbero (vigilante, asqueroso) malhumorado para despejar la puerta”.
“¿Será cierto que Santa Fe tiene tantos desgraciados?”, se preguntaba Unión Provincial. Como costaba creerlo, el diario instala la sospecha: que la mendicidad se transformó en un oficio lucrativo.
Lean cómo describía este periodista a la ciudad de Santa Fe en los días en que los mendigos se “apoderaban” de la ciudad: tiene un aspecto de barrio de suburbio chino.
La solución para el diario es que el municipio cree un asilo de mendigos como lo habían hecho Córdoba y Rosario, lo cual serviría para dividir a los “mendigos reales de los falsificados”.
“Un pueblo culto, que no pasa por crisis económicas violentas debe evitarse el espectáculo de esas miserias andantes que en ciertos días transforman sus calles en campamentos de tzíngaros”, termina el artículo.
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