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Suicidio de un periodista

En la lejana Barcelona, un periodista decidió quitarse la vida cansado de los avatares de su oficio. En un intento, quizás, de humanización, periodistas oficialistas santafesinos suscribían a la carta final del barcelonés.

En 1877 un periódico oficialista traía una noticia extraña: Se había suicidado en Barcelona el director de un periódico. El hombre había dejado una carta, que El Santafesino decidió transcribir.

No hay cosa más difícil que dirigir un periódico. Si se pone mucho material sobre política, los suscritores se borran porque están hastiados de política, dejan las suscripciones porque el diario es insípido.

Si se publican muchas noticias, el público se disgusta porque dice que son puras mentiras; si se omiten, dirán los lectores que se suprimen para mentir al pueblo la verdad.

Si se ponen chascarrillos y gacetillas jocosas, dicen que uno es payaso; si se omiten aseguran que el periodista es un viejo fácil que huele a sacristía.

Si se publican artículos originales, dicen que no valían la pena ocupar espacio con ellos habiendo tanto bueno que copiar.

Si se copia, dice que escribe con pluma de ganso.

Si se ataca a una colectividad o a un personaje, me llaman grosero; si alabo, soy parcial y vendido.

Si inserto algún artículo agradable a las señoras los hombres echan peste contra el periódico por superficial e insulso.

Si se dejan las variedades, se borran de la publicación porque carece de amenidad.

Si hablo bien del Gobierno, dice que no puedo hacer otra cosa y estoy buscando un subsidio; si mal, me llaman traidor y enemigo del orden público.

Si escribo en sentido liberal, me califican de petrolero; si en sentido conservador, de carlista y neocatólico.

Si voy a la iglesia, me tachan de hipócrita: si no voy, de ateo, y dicen que mi periódico es indigno de entrar en casas de gentes virtuosas.

Si aplaudo un acto me llaman pastelero, si lo censuro me tratan de villano.

Si permanezco siempre en el escritorio, dicen que me he hecho demasiado orgulloso para mezclarme con la gente; si visito me califican de intruso y de holgazán.

Si pago actualmente mis cuentas, dicen que me estoy enriqueciendo a expensas del público; si no las pago afirman que soy un tramposo.

Me suicido para librarme de tantas calamidades.

El Santafesino, pese a ser un diario oficialista, acuerda con las apreciaciones, menos con la determinación final.

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