El próximo 2 de octubre se inicia el Seminario de Especialización en Investigación Periodística, bajo el título “Los documentos y testimonios como archivos de la memoria”. Fui convocada por los organizadores para estar presente el próximo 15 de octubre, para volcar algunas experiencias y propuestas alrededor de la historia del periodismo santafesino. A continuación, un artículo escrito hace algunos años, para el suplemento “Los que hicieron Santa Fe”, publicado por el diario El Litoral. Un breve resumen de una mirada a los periódicos santafesinos del siglo XIX
Paso fugaz
Aunque no fue el primer periódico, la Gaceta Federal fue la primera hoja impresa que conoció Santa Fe.
En un contexto de endeble edificación de la provincia, entre fines de 1819 y principios de 1820, las tropas de Francisco Ramírez acampan en Rosario. A los entrerrianos y artiguistas se incorpora el chileno José Miguel Carrera con su imprenta, que había funcionado como Imprenta Federal en Montevideo y luego, en 1819, ingresó a Entre Ríos.
Desde el cuartel federal santafesino, se imprimieron algunos números de la Gaceta.
Fue un fenómeno efímero y al haber sido tirada por una imprenta de guerra que perteneció a un ejército en movimiento, fue “entrerriana” cuando se agrupó con el ejército entrerriano y “santafesina” cuando éste avanzó sobre Santa Fe.
Con Carrera, la provincia conoció no sólo la imprenta (por vía militar), sino también un elemento de refuerzo de la guerra civil con la forma de papel impreso. Ni más ni menos que eso; pasaría por lo menos una década para que circulen otra vez hojas de publicidad y mucho tiempo más para que éstas tuvieran alguna regularidad.
El padre Castañeda batalla desde El Rincón
En 1823 la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta inició en Buenos Aires un juicio contra el Fray Francisco de Paula Castañeda por la publicación de algunos artículos en La Verdad Desnuda, por lo que fue condenado a cuatro años de reclusión en Carmen de Patagones.
Acostumbrado al destierro, Castañeda se ocultó durante un tiempo y luego pasó a Montevideo, desde donde continuó con algunas publicaciones. Con posterioridad pasa a Santa Fe, instalándose en el Rincón de Antón Martín, donde con permiso del gobernador instaló una escuela y una iglesia.
Como era de esperarse, el fraile no se contentó con la enseñanza, por lo que empezó a cavilar nuevos periódicos. Así es que escribió a López solicitando su autorización y, aunque no hay noticias de se hayan publicado, Castañeda rastreó los restos de la imprenta de Carrera y el suizo Carlos de Saint Félix lo ayudó a reconstruirla.
En 1825, el cura redactó en Santa Fe los seis números de Derechos del Hombre o Discursos Históricos-Místico-Político-Crítico-Dogmáticos sobre los Principios del Derecho Político, pero los mandó a imprimir a la Universidad de Córdoba, por no contar la ciudad con imprenta.
Recién en 1828, cuando se reúne en la ciudad la Representación Nacional, habrá una imprenta disponible para que Castañeda pueda imprimir sus proclamas.
Entonces editó tres títulos que forman un periódico, según la categorización de Julio Moyano.
Vete Portugués que Aquí no es, apareció entre el 1º de junio y el 17 de setiembre de 1828, y su tópico principal fue la lucha contra los brasileños adueñados de la Banda Oriental. Con la firma de la polémica paz con Brasil, Castañeda varió el nombre de la publicación y el 11 de octubre, con el número 20 saca Ven Portugués que Aquí es. Culminó su existencia, con el número 30, el 17 de diciembre.
Pasaría menos de un mes hasta que se conociera el último de los periódicos santafesinos de Castañeda. La sublevación de Juan Lavalle y el fusilamiento de Manuel Dorrego fueron esta vez las excusas: el 21 de enero de 1829 apareció Buenos Aires Cautiva y la Nación Argentina Decapitada a Nombre y por Orden del Nuevo Catilina Don Juan Lavalle. El último número fue el 27 de mayo, siendo el postrero título del fraile de combate, que se trasladó a Paraná, donde murió en 1832.
La Representación Nacional, ¿para qué sirve una imprenta?
Con la asunción de Manuel Dorrego en la gobernación de Buenos Aires, se estableció la Representación Nacional en Santa Fe en julio de 1828. El diputado por aquella provincia, Vicente Anastasio Echevarría trajo consigo, encargado por el gobernador, una imprenta para el uso de la Convención. Junto a él llegó su administrador, Francisco Sagari.
Además de los periódicos de Castañeda, los diputados imprimieron al menos seis hojas, todas de corta duración, para pronunciar con ellas el acuerdo de las provincias para lograr el establecimiento de un congreso nacional federal.
La primera fue redactada por el diputado de la Banda Oriental Baldomero García. La hoja se llamó El Argentino y fueron nueve números tirados entre el 25 de mayo y el 10 de agosto de 1828.
Le siguió El Domingo 4 de Mayo en Buenos Aires, escrito por Echevarría y José Ugarteche, también diputado por la Banda Oriental. Fueron cinco números entre el 1º de junio y el 27 de julio.
Poco tiempo después, el 23 de agosto, García sacará El Espíritu de la Federación Republicana, del que se imprimieron sólo dos números.
Entre el 31 de octubre y el 17 de diciembre se tiraron los nueve números de El Satélite, redactado por Echevarría y Pedro Salvadores. Ya en 1829, entre el 26 de enero y el 19 de mayo, salieron los seis números de El Federal, del diputado García.
La convivencia por el tema de la imprenta, fue hasta entonces relativamente pacífica. Pero según las actas de la Representación, comenzó una discusión semántica acerca de la propiedad y el uso de la imprenta que, incluso, llevó a la cárcel al impresor Sagari.
También se discutió la necesidad de nombrar a un censor para velar por los contenidos de las publicaciones. Las controversias quedaron truncas al disolverse la Representación. En la última sesión, se fijó el destino de la imprenta, que debía volver a Buenos Aires. Afortunadamente, la disposición no se cumplió.
López necesita un periódico
Pese a que Buenos Aires reclamó la devolución de su imprenta, al asumir Juan Manuel de Rosas el gobierno, la cedió a Santa Fe.
Estanislao López crea con aquel aparato la Imprenta del Estado, desde el que vería la luz El Federal.
El riesgo ante el avance de la Liga Unitaria y las negociaciones entre las provincias litorales para la firma del Pacto Federal hicieron necesaria la aparición de un periódico.
En la ciudad se había quedado el antiguo administrador de la imprenta Francisco Sagari. El primer escriba de esta hoja fue el francés Guillermo Lacour.
El Federal apareció el 14 de noviembre de 1830, bajo el lema “Lex Populi, Lex Dei”. “Las circunstancias críticas en que hoy se hallan las provincias argentinas, más que nunca reclaman la publicación de unos periódicos que ilustren la opinión nacional, la patria lo demanda, la salud pública lo exige”, dice su primer número.
El periódico daría cuenta de los episodios anteriores a la firma del Pacto Federal, del texto del tratado, de la guerra con los unitarios, la captura de José María Paz y la disolución de su Liga, además de los documentos oficiales y algunas noticias locales y científicas.
Se conocieron además artículos destinados a sostener que “sólo el sistema de la federación puede garantir de un modo permanente la unión, independencia y libertad de las provincias argentinas”.
Ya con el Pacto Federal sellado y con él asegurada la defensa común de Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires y pronto Corrientes, con Paz preso en Santa Fe y con López jefe indiscutido de la provincia e importante referente federal, ¿para qué más necesitaría el santafesino un periódico?
El Federal culminó su existencia entre mediados de 1831 y principios del año siguiente. La imprenta del Estado quedaría ociosa por casi 10 años: hasta el momento preciso en que la invasión del general Juan Lavalle a la provincia la sacudiera de su modorra para editar El Libertador.
Silencio de prensa
López gobernaba amplia y cómodamente sobre Santa Fe; no tenía necesidad de utilizar la imprenta que tenía a su disposición para emprender la tarea de hacerle sombra a Rosas, ni explotó al máximo la utilidad de los pocos escribas que tenía a su disposición.
El vacío de poder dejado por la muerte de López fue capitalizado por Rosas, que tampoco necesitó armar un aparto de prensa en Santa Fe, ni tampoco Juan Pablo Mascarilla López, al mando del gobierno tras una invasión de fuerzas entrerrianas y rosistas.
Los dos meses que duró la irrupción del ejército unitario al mando del general Lavalle en Santa Fe, entre el 25 de setiembre y el 16 de noviembre de 1840, permiten la aparición de otro periódico tirado en medio de una guerra, sin pretensiones de continuidad: El Libertador, fue apenas la carta de presentación del invasor ante los santafesinos. “¡Viva la Federación! ¡Muera Rosas!”, era la divisa.
Tras la retirada de Lavalle y con el regreso al gobierno de Mascarilla, algunos emigrados comenzaron a regresar lentamente a Santa Fe. Pascual Echagüe lo reemplazaría después de una derrota, en 1842.
Cuatro títulos para sostener a Rosas
El gobierno de Echagüe debió reordenar la provincia y disciplinarla nuevamente bajo el mando de Rosas, en una Santa Fe que se repoblaba de viejos emigrados y que sufriría pronto otra breve invasión de Juan Pablo López, que se seguía proclamando gobernador. Contó para ello con la Imprenta del Estado. Fue convocado desde Buenos Aires para dirigirla Olayo Meyer.
El Eco Santafesino hizo su aparición en junio de 1845. Era redactado por el oficial primero de gobierno Ruperto Pérez. En noviembre dejó de salir y poco más de un año después, el 27 de marzo de 1847, nace El Voto Santafesino.
Con motivo del cumpleaños de Rosas, se publica: “Felicitemos con íntima cordialidad por él a S.E. y nos congratulamos porque la Divina Providencia nos conserve aún al frente de nuestros destinos al más celoso y denodado Defensor de nuestra Libertad. Honor e Independencia Nacional Federal. El pueblo correspondió a su patriótica insinuación y al primer ¡Viva! que se oyó al Inmortal Rosas, contestó: ‘¡Sí, que viva eternamente! Porque su saber y sus virtudes son superiores a cuantas han pretendido dominarnos’”.
El 31 de marzo de 1848 dejó de aparecer, siguiéndole El Sudamericano, cuyo primer número salió el 16 de junio. Su lema era, por supuesto, “Viva la Confederación, Mueran los salvajes unitarios”. Su redactor fue Marcos Sastre, llegado a Santa Fe para dirigir el Colegio San Jerónimo.
El último de los títulos de Echagüe se llamó El Álbum Santafesino y lo redactó en sus primeros números Severo González, siendo reemplazado luego por Pedro Echagüe, preceptor de primeras letras. El primer ejemplar salió el setiembre de 1850 y se desconoce su fecha de desaparición.
Desde Santa Fe se emite La Voz de la Nación Argentina
El 1º de enero de 1853 La Voz de la Nación Argentina, cuyo redactor fue el presbítero Francisco Majesté.
“Sólo se publicarán aquellos remitidos que el Gobierno creyese útiles y convenientes, rechazando desde luego los que fuesen contrarios a la moral cristiana o a la marcha del Soberano Congreso, o del Directorio Nacional, o aquellos que directa o indirectamente atacasen a las personas en su vida privada. El Editor se limitará siempre en los artículos de fondo a desenvolver y explicar el pensamiento del gobierno nacional o provincial”, dice el primer número.
Los usos de la imprenta del Estado
En 1857, Juan Pablo López decidió junto a su ministro de gobierno Juan Francisco Seguí editar un periódico, El Chaco.
Atravesando difíciles momentos económicos, Lucio V. Mansilla llegó a Santa Fe. Se le ofreció la imprenta, papel, operarios y sueldo para que escribiera un diario que sostuviera la política de López. El contrato por el que se asumía como director de la Imprenta del Estado con el compromiso de editar El Chaco dos veces por semana, decía que debía “secundar con sus escritos la política del gobierno, sosteniendo las medidas de la administración”. Como editor responsable figuraba el prensista Juan Burki. Muy pronto Mansilla se cansó de la ciudad y entregó la imprenta a su antiguo director Olayo Meyer. El propio ministro Seguí se encargó de la dirección del periódico que comenzó a salir el marzo de 1858 bajo el nombre de El Pueblo.
El número del 6 de octubre señala: “Como se impondrán por la ley general del presupuesto de sueldos y gastos que se registra en la sección correspondiente, ha quedado reducido el personal de la imprenta a un oficial y dos aprendices, por cuya razón cesa desde este momento la publicación de ‘El Pueblo’”.
No pasaría sino un mes hasta que comenzar a publicarse El Patriota. Su lema era: “¡Defendemos la ley jurada! ¡Son traidores los que la combaten!”
El futuro poeta Olegario Andrade se hace cargo de la redacción y propiedad del periódico en virtud de un contrato firmado con el gobierno de la provincia, quien le entregó por un año la Imprenta del Estado a condición única de que publicara los documentos oficiales.
“Examinaremos uno por uno los elementos que ponga en juego la política y en nombre del porvenir y el engrandecimiento nacional, en nombre de sus sagrados intereses, apelaremos al buen sentido del Gobierno, si fuese necesario, llamándolo al terreno de la legalidad y el orden”, dice su programa. “Nos toca armar y educar al pueblo en la conciencia de sus deberes y el sentimiento de la ley. Nos toca predicarle el culto del trabajo como la creencia salvadora del bienestar y engrandecimiento nacional”, continúa.
“’El Patriota’ no es un periódico oficial”, aseguraba Andrade que, lo hubiera querido o no, se imprimía con un aparato del Estado, tenía al menos un sueldo de la provincia y recibía un subsidio del presidente. Su último número conocido es el número 154, del 23 de agosto de 1860.
Poco después y también con la colaboración de Andrade, apareció La Fraternidad.
Tras Pavón, Bartolomé Mitre designó gobernador provisorio a Domingo Crespo hacia fines de 1861. El 9 de diciembre comenzó a circular La Libertad, “Periódico Político, literario y comercial”.
En febrero del año siguiente fue nombrado gobernador Patricio Cullen, durante cuyo gobierno se editaron La Unión y La Verdad.
Del período de Nicasio Oroño se conoce la publicación de El Tiempo, aparecido en 1865. Salía tres veces por semana, al valor de un peso fuerte al mes. Publicaba documentos oficiales y avisos de la Lotería de Beneficencia. “Es un periódico utilísimo y casi no hay individuo que no deba tenerlo para no ignorar las disposiciones y medidas del gobierno que suelen resultar muy graves perjuicios en todo sentido”, dice un ejemplar de 1867.
La prensa de la nueva dinastía aldeana
Cuando en 1868, con Mariano Cabal, comienza la “era Iriondo”, aparece El Pueblo. En su portada, declara: “Este periódico publica los documentos de gobierno pero no es oficial”.
En la década de 1870 ya comienza a hacerse evidente la multiplicación de imprentas privadas y la simultaneidad en la aparición de periódicos, hasta aquí limitados a uno por vez. Sus propietarios comienzan a competir entre sí no tanto por captar lectores sino por ganar concursos de precios o licitaciones para la publicaciones de documentos provinciales o municipales.
El Fénix aparece en 1870 y La Unión Nacional, un año después.
En 1873 sale El Eco del Pueblo, propiedad de Luis Rueda, secretario del intendente de Santa Fe, quien casualmente ese año le gana a El Fénix el concurso de precios para imprimir documentos municipales. Durante sus primeros años, este “Órgano de la inmigración, comercial y político”, fue un periódico de la tarde. En 1875 era un matutino.
Una ley para domesticar a la prensa
La multiplicidad de periódicos privados, además de los tirados por la Imprenta del Estado, y la imposibilidad de ejercer un exhaustivo control gubernamental sobre ellos, sumado a la gran cantidad de publicaciones editadas en el resto del territorio provincial, llevaron a la necesidad de que durante el gobierno de Servando Bayo, el 2 de octubre de 1876, se dictara la primera ley de imprenta de la provincia.
La norma estableció parámetros para determinar los delitos de subversión y sedición, de obscenidad e inmoralidad, de calumnia, de injuria e instituyó como delito de imprenta a cualquier caricatura, grabado o estampa que fuera calumniosa o injuriosa por la representación gráfica del pensamiento.
La discusión legislativa, que contó con la presencia del ministro de Gobierno Manuel Pizarro, fue especialmente tensa cuando se debatió el curioso artículo 5º, por el cual toda persona propietaria de una imprenta o que deseara establecer una, debía poner en conocimiento del Jefe de Policía el nombre y apellido del Editor. El diputado Caballero opinó que la libertad de imprenta era una industria como cualquier otra “y tal vez la más importante de las industrias y si al comerciante, al almacenero y demás negociantes no se le imponía, ni debía imponérsele la obligación del aviso previo a la Policía de la apertura de su tráfico, con mucha menos razón debía imponérselo a la mejor industria que está llamada a controlar la acción de los gobiernos en los países regidos por instituciones democráticas”. Esta alocución fue replicada por el diputado Escalante que sostuvo la necesidad de este artículo para “asegurar la responsabilidad del delincuente”.
Ese año apareció El Santafesino. Allí trabajó el reconocido educador Domingo Silva. En 1880, este diario apoyó abiertamente la candidatura de Julio Argentino Roca a la presidencia con una divisa en su portada que lo nombraba como “su candidato”.
El sucesor impuesto por Iriondo después de su segunda gobernación fue su cuñado, el sacerdote Manuel María Zavalla, quien abandonó su cargo por enfermedad, aunque la muerte temprana del ex gobernador y la crisis desatada por la sucesión en el control de la política, lo devolvieron a su cargo.
En 1885 sale La Libertad, dirigido por Ulises Mosset y sostenido por el Club Constitucional. La feroz oposición de este periódico a la política de Zavalla se refleja en un editorial titulado “Gobernados por un idiota”. “No sabemos qué maldición tan terrible pesa sobre Santa Fe. Gobernados por un idiota. Por Dios que esto se hace ya insufrible! Rigiendo los destinos de una provincia altamente esquilmada ya, un fraile que debe ir pisando los umbrales de las puertas del manicomio”. En el número del 18 de enero aparece otra referencia: “Todo el mundo sabe que la salud del cura se halla quebrantada hasta el infinito, que no conserva memoria de sus actos ni se da cuenta de lo que pasa por su persona (…). ¿Cómo es pues que el cura sigue conservando en sus manos inhábiles las riendas del estado?”.
Aún en aquellos años la dependencia de la prensa hacia el estado era importante. Así lo denuncia La Libertad: “Conste que los periódicos ‘Los Principios’, ‘El Pueblo’, ‘El Corondino’, ‘El Mensagero’, ‘El Pueblo’ del Rosario, ‘La Opinión Pública’ y ‘Los Tiempos’ de Buenos Aires están subvencionados por el gobierno de Santa Fe, unos directamente y a otros pagándoseles un regular número de ejemplares para las oficinas públicas. No es envalde el servilismo!”
Uno de los denunciados, Los Principios, que salió también en 1885, tenía la siguiente inscripción en su portada: “Candidato de ‘Los Principios’: Dr. Bernardo de Irigoyen para presidencia. Dr. José Gálvez para gobernador. Severo González para vice”.
Nace una Nueva Época
A poco más de un mes de la asunción en la gobernación de José Gálvez, David Peña funda Nueva Época, un diario que sobrevivió durante más de medio siglo.
También en 1886 aparecen El Tribuno y La Revolución que, con la pluma de Domingo Silva continuó con la línea de Los Principios.
Acorde a los tiempos políticos que vivía el país, en 1890 aparece Unión Cívica, cuyos colaboradores eran Gerónimo Cello, José A. Gómez y Gregorio Romero. Con redacción anónima y la administración de Bartolomé Leiva sale en 1891 el “Diario de la mañana” El Independiente.
En el final de siglo, se produce una especie de explosión en la cantidad y orígenes de los periódicos santafesinos, muchos de ellos de corta duración. Se hace cada vez más evidente la aparición de diarios sostenidos abiertamente por facciones políticas.
En el convulsionado fin de siglo XIX los diarios y periodistas santafesinos, muchos de ellos militantes políticos, son testigos de la revolución radical de 1893. Durante aquel “gobierno de los 21 días”, Nueva Época, tras el arresto de su director, decidió autoclausurarse momentáneamente.
Tras el breve interregno radical, el candidato opositor a Luciano Leiva, José Bernardo Iturraspe, funda junto a Domingo Silva el diario Unión Provincial, idéntico título al partido que los sostenía. Pese a la derrota de Iturraspe, sobrevivió hasta 1905, ya que fue electo en el siguiente período.
Otros periódicos nacidos en esos años fueron El Globo y El Pensamiento (1895), El Litoral y La Provincia (1896), este último también sostenido políticamente por Iturraspe y con la colaboración de Martín Rodríguez Galisteo, Manuel Cervera y Ulises Mosset.
Un siglo de historia impresa
A fines del siglo XIX, el pretendido circuito periodístico-comercial no tenía chances aún de funcionar aún por distintos factores: baja alfabetización, otras ofertas que, debido a la combinación del primer factor con la posible “competencia” (en realidad, simultaneidad en la aparición de al menos dos periódicos), no alcanzaban para repartir suscriptores interesados en leer y ejercer el acto de comprar un diario. Quedaba entonces la posibilidad del ingreso de dinero vía Estado.
Esto último implica si no la pérdida total de independencia una gran parte de ella, en el sentido de atar la pluma del editor en sus posibles “críticas” hacia sus jefes (el Estado, a quien le prestaba un servicio y que, tal vez, podía quitarle ese ingreso seguro que obtenía a partir de él).
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