Parida por muchos argentinos, desde esta madrugada tenemos una nueva ley de Servicios Audiovisuales, enterrando, en medio de falsas polémicas y burdos intentos de manipulación, a la ley de la dictadura. A la televisión le faltaba bastante para nacer, la radio era un medio incipiente y Roberto Noble todavía no había pensado en el “toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos”. Y Santa Fe debatió sobre la ley de medios. Fue polémica, estuvo vigente apenas unos años, dada la avalancha de juicios que provocó. Y aunque esta ley sí llevaría al inexorable cierre de medios, nadie tituló “Ley control de medios I(riondo)”, pese a que un ministro que defendió la norma en la Legislatura se jactó de que las publicaciones pequeñas desaparecerían.
Era 1937, época del fraude electoral. Teníamos una legislatura bastante conservadora. Pero parece que la población no. Y los periodistas menos que menos. Lo que había que hacer entonces era controlarlos mejor de lo que se estaba controlando hasta ahí, con una ley de imprenta que ya tenía más de 60 años.
Entonces un diputado oficialista presenta el proyecto de una nueva ley, la que es defendida en el recinto por el ministro de Gobierno Severo Gómez.
El diputado Roqueta expone sus argumentos: una ley de imprenta servirá “para encarrilar desvíos”, decía según las transcripciones de los debates legislativos.
El gran problema, según Roqueta, era que los diarios podían ser “objeto de perturbación”, porque “la prensa invade la calle, los hogares y nadie puede sustraerse a su influjo”.
El debate, que se dio una madrugada, casi en secreto y sin público, es riquísimo. Hoy nos vamos a dedicar a un artículo que obligaba a los dueños de periódicos a tener un capital de $10.000 como garantía antes de abrirlos. Se necesitaba “solvencia económica” para que se pudiera hacer frente a posibles demandas.
Uno de los pocos opositores a la ley, el diputado Doldán, le señala al ministro Gómez que con esa restricción desaparecerían los pequeños diarios, especialmente los del interior de la provincia. Y sin ponerse colorado, el ministro dice que justamente esa era la idea: “La prensa debe ejercitarse en la práctica por medio de los grandes órganos de publicidad. Toda esa pequeña prensa, no puede llenar en la práctica la función social a que está destinada. No se puede ocultar que esas pequeñas publicaciones que pululan no ejercen el verdadero apostolado de la prensa. Esta es la verdad. Entonces, si esta disposición fuera en cierto modo restrictiva, bien venga la restricción”.
Y esto no es todo, el serverísimo ministro Gómez opina que las pequeñas publicaciones de las modestas poblaciones “no hacen ningún bien a las mismas, sino por el contrario, son casi siempre elementos de discordias en los pequeños pueblos”. Y fíjense con qué compara la situación, justamente el funcionario de un gobierno llegado al poder a través del fraude: “Sucede con los pequeños diarios lo mismo que pasa con los partidos minúsculos. Así como los partidos políticos son una rueda necesaria e indispensable en la democracia, los pequeños grupos partidarios no desempeñan ese papel, sino que se forman accidentalmente para obedecer muchas veces a intereses individuales. Y así como los grandes partidos son los que forman las grandes ruedas de la democracia, también los grandes diarios son los que tienen la responsabilidad material y moral para poder ejercer el apostolado de la prensa. Ninguna población podrá sentir la falta de un diario en su seno”.
Y para terminar, un sincericidio de Gómez: “Así como el electoralismo ha desnaturalizado el verdadero derecho representativo del gobierno, así también la mala prensa lejos de contribuir a esclarecer y a formar la opinión pública, la ha deformado muchas veces; y los desvíos de la prensa del camino de la razón y de la justicia han hecho que la opinión pública no desempeñe el papel que le toca actuar en los grandes movimientos de la democracia”.
Habemus ley
Share This To :
0 comentarios:
Publicar un comentario