Searching...

Tormentas de verano

Los veranos santafesinos, además de agobiantes, suelen ser lluviosos. El alivio que produce una tormenta tras el calor insoportable es rápidamente reemplazado por la bronca y muchas veces la angustia que produce el agua invadiendo casas y calles. A lo largo de las décadas los problemas se multiplican, las soluciones no llegan y las quejas son las mismas. Un recorrido por algunas tormentas veraniegas de la ciudad.

Publicado en la edición de diciembre de 2009 de la Revista Entre Líneas
.

“Se preveía desde ayer temprano, que iba a producirse un brusco cambio del tiempo. El ambiente era insoportable por la alta temperatura y la baja presión atmosférica. Todo el mundo se quejaba del calor reinante, pues se transpiraba por todos los poros”, comienza esta crónica del diario El Litoral. Podría describir cualquier jornada veraniega en Santa Fe, excepto porque hoy, bastante más acartonados, pocos periodistas escribirían que “se transpiraba por todos los poros”.

Era un diciembre como este, de 1930. Calor a la santafesina, tormentas a la santafesina y consecuencias que son bien santafesinas.

Por la descripción, aquel temporal --uno tomado al azar, de los muchos que registran los periódicos de la ciudad-- no difiere en nada de cualquier otro.

“Poco antes de las 3 horas de esta madrugada, se desencadenó sobre nuestra ciudad una furiosa tormenta. Intensos relámpagos iluminaban todo el horizonte, terminando con truenos y estampidos que sacudieron toda la ciudad. Dos formidables descargas eléctricas seguidas de copiosos chaparrones, despertaron a todo el vecindario y afectaron a las instalaciones eléctricas, quedando por breves minutos todo el municipio a oscuras. Los relámpagos y truenos continuaron por más de dos horas, seguidos de abundantes aguaceros. Cayó en breve tiempo una enorme masa de agua, inundando diversos barrios”, narra el diario.

“El sistema de desagües de la ciudad es absolutamente inapropiado e ineficiente”, dijo el intendente pero en noviembre de 2009, después de una de las tantas tormentas que promete este verano.

“Las aguas invadieron viviendas en varias zonas bajas o carentes de desagües pluviales”, se escribió hace casi 80 años.

Es posible que algún lector encuentre en el relato las mismas penurias hoy que ayer, los mismos barrios, aún con el paso de las décadas.

El Litoral describe: “Las aguas cubrieron las calzadas de las calles en toda la ciudad, y en determinados lugares formaron grandes lagunas que imposibilitaron el tránsito de personas y vehículos. En la avenida Freyre y Catamarca, las aguas alcanzaron alturas de 50 a 60 centímetros, ocurriendo otro tanto en Urquiza y Moreno y en 4 de enero y Moreno, donde los tranvías se vieron obligados a volver atrás en vista de la imposibilidad de cruzar la enorme laguna. En la calle 25 de mayo al norte del boulevard Pellegrini, entre el paso a nivel del F.C.S.F. y la calle Cándido Pujato, las aguas estancadas por obstrucción de las zanjas del desagüe, alcanzaron tan grandes alturas, que los tranvías de la línea Nº 4 no podían cruzarlas, organizándose con este motivo el transbordo de los pasajeros de uno a otro lado de la laguna, con los ómnibus de la misma empresa tranviaria. La interrupción del tráfico de coches eléctricos duró en ese sitio hasta las 10.30 horas”.

En enero del año siguiente, las cosas no habían mejorado. Algunas nuevas lluvias y la ciudad quedó prácticamente incomunicada.

El mismo diario señala que “la laguna que existe en el camino Gral. Paz, que conduce a Guadalupe, es insignificante en comparación con las existentes en el camino Facundo Zuviría o 9 de julio al Norte, a la altura del Destacamento Los Hornos y con las del camino al Matadero y a Esperanza”.

Entonces, eran los quinteros de las inmediaciones de las zonas afectadas quienes auxiliaban a los damnificados, que no eran en este caso evacuados, sino automovilistas. “En algunos casos se han compadecido de viajeros detenidos en medio del lodazal, por no poder los autos seguir adelante ni volver atrás, y los auxiliaron con sus caballos, sacando los vehículos del pantano. Cuando no pudieron sacar los autos, llevaron a los conductores o pasajeros a lugar seco”.

Los tiempos han cambiado, y no sólo en el lenguaje periodístico: “Algunos se han retirado a pie, metiéndose en el barro hasta las rodillas y profiriendo, coléricos, toda clase de maldiciones por su mala suerte”, se escribe.

El pedido del diario es entonces para el Departamento de Vialidad de la provincia y la Municipalidad, para que tomaran “urgentes medidas a fin de mejorar el estado de esas arterias de tráfico. Hay que desagotar las lagunas abriendo desagües pluviales, terraplenar donde los caminos sean bajos y construir alcantarillas para dar salida a las aguas, pues se observa que en las actuales obras camineras no se le da al alcantarillado la importancia que tiene en una región donde caen de vez en cuando enormes masas de agua”.

0 comentarios:

 
Back to top!