Hoy se debate la despenalización del aborto en
nuestro país. La consigna más lograda es la que se sostiene: “Educación sexual
para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.
Impensable un lema como este hace décadas atrás, cuando una muerte materna
provocó una campaña periodística contra los “crímenes contra la maternidad”.
El caso al que nos referimos ocurrió en
noviembre de 1929 y conviene detenerse en la conmiseración con que se trata a
la adolescente que protagonizó el hecho.
Sucedió en San Carlos Norte. Allí vivía una
joven de 17 años, “hacendosa e inteligente” que “un día” fue “codiciada por los
ocultos deseos de un perverso muchachón de la vecindad”. Éste le hizo promesas
de amor y matrimonio, y fue así que “durmió en sus brazos la incauta paloma”.
“Engañada por su seductor”, la joven ya estaba
perdida, “en la senda del mal y holocausto de su juventud”. Se acercaban días
de “vergüenza”.
Embarazada, la joven suplicó a su novio que
cumpliera sus promesas de matrimonio. Él, la “bestia humana”, le dijo según El
Orden:
--Eso no debe preocuparte, yo voy a ir a San Jerónimo Norte y te traeré una tomita. Es una pavada que llorés por eso. Es cuestión de un día o mejor dicho, de esta misma noche, mañana estarás bien y libre por completo de todo. Después nos casaremos y seremos felices.
El periódico, en una reconstrucción de los
hechos de difícil comprobación, relata que una noche él partió en su auto rumbo
a San Jerónimo, consiguiendo allí una “tomita”.
Pocos días después, en medio de terribles
dolores, la joven fue trasladada a Santa Fe, donde la vio un médico, y luego
asistida en un hospital de su ciudad, donde murió. El certificado de defunción
marcaba: “peritonitis”, con lo que el diario apunta también a los médicos.
Hasta aquí una sucinta descripción de este
caso. Otro caso se inicia a partir de la toma de conocimiento del mismo por
parte del diario El Orden.
Fueron los vecinos de la joven fallecida
quienes solicitaron al diario se hiciera cargo de hacer justicia.
Pocos días después de publicar la primera
información, El Orden comienza su campaña titulada “Crímenes contra la
maternidad”, una sucesión de artículos donde escasea la información y abundan
las advertencias y reproches a la justicia y se aportan palabras que refuerzan
la figura de la inocente mujer engañada.
Decía el diario que habiendo viajado sus
cronistas a San Carlos Norte, había constatado un “gravísimo delito perpetrado
contra la maternidad, en la persona de una inocente joven seducida y hecha
madre, a quien después indujeron al crimen que le costó la vida”.
“El Orden no callará”, señala mientras publica
en recuadros los artículos de los códigos Penal y de Procedimiento en lo
Criminal que obligan a la Justicia a actuar frente a un delito. “Pero, parece, que nadie se ha dado por
aludido y que esos atentados y delitos contra la maternidad no merece la pena
de ser tomados en cuenta”, protesta.
Sólo varios días después un juez llamará a
declarar al director del diario. El Orden “vigila y donde quiera que se cometa
un hecho que adquiera el carácter de un delito, allí estaremos nosotros para
llevar de la mano a la justicia y colaborar con ella ayudándola para que
descubra a los culpables y les aplique el máximun de las penas que sancionan
nuestras leyes”. La intervención de la justicia no bastó para las ansias de “vindicta
pública”. Por eso el diario se decide, después de amenazar con ello, a dar más
detalles del “crimen contra la maternidad”.
Así, el 5 de diciembre publica el nombre y la
fotografía del “acusado seductor y propinador de los líquidos infernales que
produjeron el doble y espantosos crimen contra la maternidad”.
Dejamos el caso aquí. Nos adentramos ahora en
los estereotipos de género usuales en la época y que este periódico se encarga
de reforzar.
Ella:
- joven e inexperta niña
- joven hacendosa e inteligente que con sus gracias y bondades hacía las delicias de los suyos
- se vio perdida y engañada por su seductor
Él:
- perverso muchachón
- corruptor que se gozaba en su infamilia
- pillastre, con alma de hiena
- por medio del engaño y falsas promesas que nunca cumplió, llevó a esa niña a la perdición haciéndola madre e instigándola después a matar el fruto de sus amores bastardos
Para completar, mala literatura:
Aquella temprana tumba, abierta para probar al rosal del mundo el capullo de una rosa prematuramente deshojada por las garras de un infame jardinero, cuando era toda una promesa de dulzura y esperanza para el hogar donde nació arrullada por el amor de los suyos.
Lejos estaba la ciudad en 1929 de dar,
mínimamente, educación sexual para decidir. Mucho menos de imaginar para una
mujer aborto legal para no morir.
Ni qué decir de los estereotipos creados
especialmente para esta joven, que no le dejaban más que unas pocas
alternativas: el matrimonio urgente, o el aborto con gran riesgo para su vida. Dos
únicas opciones frente a la vergüenza pública que se le avecinaba.
0 comentarios:
Publicar un comentario