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Pueblo y aristocracia


En abril de 1931 el inconstitucional presidente argentino José Félix Uriburu visitó la ciudad de Santa Fe. Los diarios de la ciudad, junto a los vecinos, le dieron la bienvenida en nombre de las instituciones. Pero a pesar de la constante adulación, hubo un periódico que hizo notar la particular situación: el pueblo estaba de un lado y la “imitación de la aristocracia” del otro.

El 11 de abril de 1931 el Teniente General José Félix Uriburu, en su carácter de Presidente Provisional de la Nación visitó la ciudad de Santa Fe.

Nuestros diarios de entonces le dedicaron, como era de esperar, toda la atención. Se marca en uno de ellos que el último presidente quehabía visitado la ciudad había sido Julio Argentino Roca. No ahorraron halagos para el derrocador de Hipólito Yrigoyen.

El Santa Fe, por ejemplo, publicaba en su crónica: “Santa Fe, acostumbradda desde los comienzos de su existencia a recibir héroes y vencedores, amaneció ayer adornada con sus mejores galas”. Agregaba: 
Es que a la novedad de que Santa Fe iba a hospedar, después de muchos años a un presidente de la nación (…) se unía el hecho especial de que el presidente que ahora llegaba era el jefe de una revolución que derrumbando un sistema político de gobierno que pesaba sobre el país como una capa enorme de plome, habíase echado sobre sí la inmensa responsabilidad de restituir lasinstituciones y de hacer volver al país al régimen de la normalidad por medio de resortes constitucionales.

El Litoral señaló: “Bien venido el presidente provisional de la nación a la ciudad de las convenciones. Séale grata la estada en el seno de un pueblo amante de las instituciones republicanas, que en señal de homenaje al representante del país batió palmas y se congregó frente a la Casa de Gobierno para escucharle”.

El Orden realizó también un importante despliegue para llevar a los santafesinos las distintas instancias de la visita. Pero además fue diferente: pudo ver un poco más allá de la pompa con la que se agasajaba al presidente.

A cada lugar al que iba Uriburu, un cerco separaba a los visitantes y su comitiva del pueblo.

Paso a paso van llegando los humildes y se detienen silenciosos frente a la empalizada y en los ojos de las mujeres, mujeres de pueblo, que hacen grande a la nación, hay una inexplicable emoción angustiada, ante la visión de estas diferencias, que no penetran, que no pueden penetrar en nuestra comprensión.¿Quién mandó construir esa empalizada?... El pueblo, desearía estar en condiciones de conocer el ánimo con que un ciudadano, si fue un ciudadano, o una comisión de ciudadanos, ordenó alzar un cerco, una valla, que pusiera de un lado al pueblo, a los humildes, a los que no tienen derecho a la fiesta y del otro, dentro del cerco, a los que son los predilectos de la fortuna, los elegidos, los que tienen en su mano la virtud de dorarlo todo con su sola presencia, pero alejando, eso sí, la presencia de la muchedumbre, con olor a trabajo, que pretende acercarse.

Ignoraba la “imitación de aristocracia”, decía El Orden, que hasta los reyes de Inglaterra se acercaban al pueblo. La humillación por él sentida, sería vengada, porque ese pueblo, que había sido colocado detrás de las vallas “será el soberano cuando ejerza sus derechos en las urnas. Él dirá entonces, qué es lo que opina de los cercos que se construyen para mantenerlo lejos de la fiesta”. 
visitauriburu

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