“La Prensa de Buenos Aires habla de Santa Fe por lo que respecta a su régimen político y a sus hombres de gobierno como una región asiática o africana, de la que sólo se tienen remotas e incompletas informaciones sobre su estado de barbarie, costumbres salvajes y desorganización social y política”, decía indignado el periódico.
Todavía es Santa Fe para el coloso metropolitano una provincia ignorada en sus aspectos de estado libre, regido por una constitución progresista verdaderamente democrática, pues si bien sabe que produce muchas toneladas de trigo y otros cereales, como que cuenta con un comercio y una industria adelantada, ignora o aparenta ignorar por lo menos, que también aquí las relaciones sociales y políticas están regidas por un espíritu de cultura superior, y que en cuanto a sistemas y base de organización nuestro estado nada tiene que envidiar a los más avanzados de la república.
Claro que Nueva Época no tiene problema en denostar a los africanos y orientales para atacar a La Prensa y defenderse de ese modo. La Prensa decía que en Santa Fe había que ocuparse de los “los grandes problemas políticos que un régimen de opresión tiene implantado en la provincia”.
El diario metropolitano hablaba de
libertad política en ruinas; la industria, el comercio y todas fuentes de producción gimiendo bajo un régimen impositivo que sólo consulta la codicia del tesoro fiscal; la población civil sujeta a las arbitrariedades de policías bárbaras, y por encima de todo un gobierno que se solaza en dar aliento a los que en su nombre, atropella, vejan y deprimen.
Antes que el orgullo o la dignidad herida, lo que Nueva Época estaba en la obligación de defender era al gobernador Pedro Antonio Echagüe, jefe y benefactor del diario.
Por si no quedaba claro hasta aquí, señalaba:
Santa Fe es un estado regido por leyes sabias y por un gobierno inteligente, de honrados procederes y en el que alienta el espíritu innovador de las modernas corrientes. Su pueblo vive la vida de la libertad y de las garantías constitucionales, gozando de bienestar económico y político. (…) A La Prensa para sus vistas políticas no le conviene reconocer el estado político social que tiene acreditado nuestra provincia, pero nosotros se lo hemos de repetir cuantas veces sea necesario, pues no estamos dispuestos a que se digan insensateces respecto al progreso moral y comercial de nuestro pueblo, de sus hombres dirigentes y de sus instituciones o régimen político.
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