“Las menegildas y los fámulos (esto es, las mucamas y los criados) han constituido un gremio que cada día se hace más insoportable”, marcaba. Y señalaba que era más fácil encontrar un brillante negro en el bolsillo de un pobre “que lograr una mucama o cocinera que sepa cumplir buenamente sus deberes”.
Impulsaba el periódico a la municipalidad a que estudie el caso detenidamente y promoviera una ordenanza “que pusiera freno a los desmanes de la gente del oficio”.
El desenfreno de esta gente hacía necesario una normativa que ordenara el servicio, y Unión Provincial tenía su propuesta. Se trababa de abrir un registro que obligara “fámulos y criadas” a inscribirse, dando su nombre y domicilio. Luego a cada interesado o interesada se le suministraría una libreta en la que las familias que los contrataran debían anotar el día de entrada, el comportamiento y los motivos de sus salidas.
De este modo, habría doble beneficio: para las sirvientas, que tratarían de cumplir con sus deberes “por temor de que sus patrones no fuesen a insertar en la libreta una nota mala que las inhabilitase para encontrar trabajo”. Y por otro lado, las familias tendrían garantizado el servicio y este encontraría en su trabajo un aliciente continuo en la seguridad de que nunca le faltaría colocación”
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