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No hay derecho

Cada cual debe estar en su lugar, sugería Nueva Época sobre el fin del siglo XIX. Perfectamente comprensible era que comerciantes e industriales se agruparan para mejorar su situación. Pero los obreros... ¡Habráse visto tamaña ridiculez!


El 4 de agosto de 1899, Nueva Época, el diario más conservador del siglo XIX y parte del siglo XX, comienza una sutil campaña para dejar bien en claro el lugar que cada cual ocupa en la sociedad: obreros por un lado, empresarios por otro.

Los obreros organizados, eran, sencillamente, los obreros “malos”.

“Los obreros. ¡¡Prudencia!!”, se titula una nota. Se rumoreaba la “perpetración” de un meeting de obreros en Buenos Aires, a fin de solicitar a las autoridades nacionales alguna mejora en su situación; buscaban agruparse, al igual que los comerciantes o industriales. ¡Habráse visto! Nueva Época les aconsejaba “prudencia”, que no se prestasen a servir “de instrumentos para fines anónimos inconfesables”.

Por supuesto, el diario había tenido razón, una vez más. La prueba estaba a la vista. En sus manos, el redactor tenía un periódico bonaerense que decía representar a los que “diariamente construyen suntuosos palacios para los favorecidos de la fortuna”, que solicitaba la supresión de las loterías y la disminución en el costo de los tranvías “a fin de mejorar de golpe y porrazo la situación de las clases proletarias”. “Esto parece el colmo y… lo es”, concluye Nueva Época.

Luego, reproduce el programa de este periódico, que no considera pertinente nombrar. Era sencillo, y excepto por la cuestión de las loterías y los pasajes, se diría idéntico al que cualquier diario no obrero, incluso Nueva Época, sustentaron y sustentarían: “Revelar al pueblo, sin ambages, toda arbitrariedad o irregularidad cometida o tolerada por los poderes públicos. Defender al gobierno de los ataques injustos de la prensa de oposición oficiosa”.

La cosa es hasta cándida si a la ligera se considera, pero estudiada con mayor detención se ve a las claras la intención de explotar la ignorancia en pro de fines repulsivos. Y conste que no los calificamos así en defensa ni de las loterías ni de las empresas bonaerenses de tranvía, sino porque no merecen calificación más suave la desfachatez de pretender mejorar la situación de las clases menesterosas suprimiendo las loterías y abaratando el precio de los pasajes de tranvías en Buenos Aires.

Como estaba claro para este periódico, un obrero jamás podría mejorar su situación de esta manera, sino esperando y en paz… a que los patrones (ellos sí agrupados como corresponde), bien representados e interpretados por el diario, tuvieran a bien considerar sus necesidades. El obrero no está capacitado para decidir, pareciera decir Nueva Época: “Volvemos a insistir en notar consejo a los obreros para que no se dejen sorprender por huecas declamaciones. Su causa es grande y santa, la razón está de su parte y se acerca el día en que también lo esté la ley y la justicia, pero entre tanto, nada de meetings intempestivos, nada de solidaridad ni de apoyo a quien los puede halagar para mejor explotarlos”.

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