Dice el diario Unión Provincial en una cobertura de varios días, que circulaba el rumor en el vecindario de que la casa era visitada de noche “por brujas y brujos de las peores especies. Nadie los ha visto aún en conciliábulos macábricos, pero no cabe duda de sus fechorías nocturnas”.
Desde la oración hasta el amanecer, es la casa azotada por la lluvia de piedras de todo tamaño que no dejan un cristal con vida. Y no es esto solo, hay quien afirma que después de la última campanada de las 12 se oyen graznidos de lechuzas, mezclados con silbidos de serpientes, ruidos de cadenas y alaridos de perros infernales, que resuenan en el silencio de la noche como una sinfonía sepulcral.
“Ya se ha hecho de práctica que todo el que pase por el frente de la casa debe santiguarse con fervor a fin de evitar el contagio maligno de los duendes que merodean en derredor de la chimenea”, se publicaba en el periódico.
La comisaría primera, no había podido capturar al autor o a los autores de
“El hecho es rigurosamente exacto”, aclaraba Unión Provincial, por si a alguien se le ocurría pedirles que dejaran la caña.
Eso fue en los primeros días del año 1900. Los calores santafesinos afectaban a todos, periodistas incluidos. Ya en febrero al diario no le cabían dudas: la casa “está embrujada por los cuatro costados”, afirma.
Para apoyar esta hipótesis, señala que un oficial que pasaba por allí había sido “de pronto atacado con una lluvia de cascotes, no pudiendo determinar el sitio preciso de donde salían”.
Por supuesto, el policía dio cuenta de eso a sus superiores, por lo que el encargado de la comisaría “hastiado de las bromas de los brujos” ordenó que se descubra “de una vez el origen de los ruidos de cadenas, lluvias de cascotazos, luces extrañas y alaridos salvajes”.
El funcionario, amenazaba: “está dispuesto a hacer pagar caro al autor de estas malas bromas”.
Dos días más tarde, en la última nota de la serie, Unión Provincial asegura que “la cosa está pasando de castaño oscuro y mucho nos tememos que las brujas de la calle general López se lleven un soberano chasco si no cesan en sus diabluras macábricas”.
Mientras la broma se limitaba a graznidos espeluznantes y bailoteos en derredor de la chimenea, nadie se metió con ellos y se les dejó libertad completa de purgar sus almas endemoniadas, pero han tenido la desgracia de pisar el palito del código penal, y la policía, que no entiende de brujerías ni amuletos, los llevan ataditos de pies y manos al juzgado del Dr. Baigorria.
Es el final del caso. La agresión al oficial de policía había sido demasiado. Después de ello “los brujos” habían repetido la broma en la cabeza del señor Sósimo Ordoñez “con una piedra descomunal”.
Momentos después el herido se presentó al departamento de policía y en presencia del Sr. Jefe hizo una exposición completa y detallada de todas las picardías de que venía siendo víctima de varios meses a esta parte. Y lo peor del caso es que, sin reserva alguna, el señor Ordoñez dio el nombre y la filiación de todos los brujos y brujas que merodeaban en su casa, solicitando que fuesen enjaulados en las rejas de la cárcel, para que se les apagasen los bríos infernales. Labrada el acta en forma, ordenóse fuesen pasados los antecedentes al Sr. Juez de instrucción para que resuelva tan curioso fenómeno.
La casa estaba en el número 242 de General López. La casa del Brigadier, en General López y 9 de julio ocupa los números 60 y 62; probablemente esta casa estuvo ubicada frente a la actual legislatura.
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