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El periodismo frente al combate de Los Cachos

Frente a una guerra interna, la revolución de una fracción política santafesina contra otra, el periodismo tiene mucho que decir. No existe producción periodística propia, apenas la transcripción de los partes de guerra desde los lugares de combate. Pero el periodismo entonces no era sino producción de editoriales. Virulentas páginas de opinión.

Un acontecimiento trascendental para la provincia fue, en 1877, la revolución encabezada por Patricio Cullen. Podría esperarse que fuera “el” suceso en el que el periodismo medianamente moderno pudiera aflorar al fin.

La Tribuna de Florencio Varela en la guerra del Paraguay, había utilizado el servicio de los propios soldados para, a través de una correspondencia regular, llevar a sus lectores las novedades de la guerra. El editor hacía llegar a sus colaboradores algunos patacones, o a veces, pagaba en especies (1). Parece improbable que algo así hiciera El Santafesino con el comandante Francisco Romero y Esquivel: transcribe textualmente sus partes de guerra remitidos al gobernador y así lo hace notar. Sólo en el espacio físico del diario destinado a opinar, hace su propia producción, en donde exacerbará la virulencia que su lenguaje venía teniendo con los “enemigos” de Santa Fe.

El 23 de marzo, cuando el combate recién comenzaba, encabeza su portada con un “¡Alerta pueblo de Santa Fe!”, en el que destila su odio hacia Nicasio Oroño, “tirano de tus libertades”, “autor de la inicua ley del matrimonio civil”, “perturbador de la paz y el sosiego público”, “único responsable ante Dios y la Patria”. El texto es un bravo alegato a aquella abstracción ahora materializada en los que, de trabajadores espectadores, han pasado a ser soldados: el “pueblo santafesino”. “No desmintáis, Santafesinos, el nombre que habéis alcanzado y cobijados bajo el pabellón que nuestros padres hicieron flamear victorioso en cien combates, esperad tranquilos la hora suprema en que podamos exclamar henchido el pecho de santo júbilo: HEMOS DOBLEGADO POR COMPLETO LA CERVIZ AL MONSTRUO DE LA REBELIÓN QUE NOS AMENAZABA!!” (2)

Y además, en el mismo artículo, desafía a los Oroñistas:

¡¡Salgan a las calles, tengan dignidad para sumir la responsabilidad de sus propios actos!!

¡¡Basta de sacrificar infamemente la sangre de guazos estúpidos e inconscientes!!

¡Sea alguna vez, llegado el tiempo de probar que son hombres, que no han perdido la vergüenza y que no obran como los cobardes y canallas, faltando a los compromisos que hasta las tribus salvajes respetan!

¡A las calles, a las armas, pues, que el momento es oportuno!

¡Alguna vez han de salir las víboras de sus cuevas!

“Nos apresuramos a hacer conocer a nuestros lectores las últimas noticias obtenidas de las fuerzas que se encuentran en campaña. El Señor Gobernador recibió hoy a las tres de la mañana los partes que van a continuación”, señala luego. Y transcribe cada uno de los partes que llegaban a la oficina del gobernador, todos, en orden cronológico. No pueden apreciarse, como en las páginas de La Tribuna, las delicias y desgracias de la vida cotidiana.

Allí puede leerse la versión del ejército de la muerte de Cullen, cuestión que suscitará ardorosas polémicas en la prensa.

Pero antes de ello, leamos la posición de El Santafesino, que es lo mismo que decir la postura de Bayo y su gabinete, ante los sucesos.

El “valiente y bravo” comandante Romero es elevado al sitial de “Padre de la Patria”. En la introducción que realiza el periódico a los partes oficiales, brinda su pésame a las familias que han perdido a sus integrantes en la refriega, pero “estas tristes y fatales consecuencias son inevitables”, asegura. Pero el pueblo de Santa Fe no merece otra cosa que “mil felicitaciones”. Una vez más, un periódico de la ciudad hace gala de su representatividad:

Plácenos, como representantes de la opinión pública, enviar un ¡hurra! y nuestras más ardientes felicitaciones al bravo Comandante con cuyo nombre encabezamos estas líneas, lo mismo que a cada uno de los soldados que lo han acompañado, puesto que el triunfo obtenido ha asegurado por muchos años la paz de la Provincia.

Y finaliza el preámbulo: “¡Quiera la Omnipotente Providencia del Dios de las victorias que nuestro pueblo sepa aprovechar la lección recibida por los rebeldes y que la hidra de la anarquía que nos pretendía amenazar, no vuelva a abrir sus negras fauces para devorarnos en lo sucesivo!”

Y llegará entonces, el tiempo de la paz. Fuera de los sucesos de la revolución, ahora quedaba volver a poner las cosas en su lugar: hay que ocuparse nuevamente de poner en caja a la opinión, de decir lo que corresponde y atacar a los bárbaros que no entienden lo que a esta provincia le hace falta.

Primero, será el turno de los caídos, los anarquizados desviados del recto camino. Y en el artículo del que nos ocuparemos en seguida, se puede observar la primera vez que se hace referencia a ciertos extranjeros como culpables de la perturbación de la paz. No será la última vez; los periodistas santafesinos harán uso y abuso del vilipendio a algunos inmigrantes que no respetaban el sagrado suelo patrio durante las siguientes décadas. Peor aún serán tratados quienes, nacidos en esta patria chica, renegarán de sus instituciones alzándose en armas contra el gobierno.

La provincia, según El Santafesino, había sido invadida por “unos extranjeros enganchados y filibusteros, a quienes el Gobierno y el país brindaban con toda clase de franquicias y garantías”, además de “unos cuantos gauchos, meros autómatas, movidos por la malicia de caudillejos de mala ralea y de raquíticas y bastardas pretensiones”.

Por supuesto, no todos los extranjeros eran aventureros. La provincia necesitaba imperiosamente de la inmigración, pero claro, no de cualquiera. Sólo de los “soldados del trabajo y de la industria” que son “un fuerte sostén del orden” y que habían sido los primeros en condenar “el acto de unos pocos aventureros, que solo sirvieron de ignominioso patrón a sus compatriotas”.

A los iniciadores santafesinos de la revuelta que habían huido de la provincia, El Santafesino, la opinión pública y la patria toda los maldecían. Textualmente, se trataba de “malos hijos” que mientras dormían en el “maternal regazo, trataban, ¡oh traidores! de desgarrar el materno seno”.

La muerte del ex gobernador Patricio Cullen en el paraje Los Cachos fue otra fuente de polémicas entre El Santafesino y periódicos locales, rosarinos y porteños.

El periódico amplía la escueta información emitida por el comandante Romero “no porque ofrezca nada de particular ese acontecimiento”, sino porque hubo quien realizó aseveraciones inexactas.

La versión oficial, entonces, es que el comandante Romero, al avistar al enemigo, mandó a desplegar sus tropas, no encontrando resistencia, puesto que los rebeldes huyeron. Cullen estaba en la jefatura de la fuerza. Era un hombre “enfermo” y “poco avezado en el manejo del caballo”. Un sargento y un soldado lo intimaron a la rendición. La respuesta del ex gobernador fue un disparo que no acertó su blanco. Fue entonces que el sargento descargó un tiro sobre él; aunque cayó, pudo levantarse y volvió a disparar. El soldado entonces, lo ultimó. “D. Patricio Cullen, pues, ha muerto peleando, como un valiente, aunque defendiendo una causa injusta” (3), es la conclusión de El Santafesino.

Impugnará ahora las versiones que otros periódicos traen sobre esta muerte. Y su palabra, debería bastar, señala: “El Sr. Cullen no murió asesinado, murió en la pelea, como ya lo hemos aseverado otras veces”. No hay nada que discutir, entonces.

Notas:

(1) DE MARCO, Miguel Ángel (Editor) Corresponsales en acción. Crónicas de la guerra del Paraguay. “La Tribuna”, 1965-1966. Librería Histórica, Buenos Aires, 2003.

(2) El Santafesino 23 de marzo de 1877. Mayúsculas en el original.

(3) El Santafesino 6 de abril de 1877. Resaltado en el original.

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