En estos días de múltiples controles, especialmente a los conductores, vale la pena recordar lo que sucedía en 1927 en nuestra ciudad cuando un policía debía llevar a una persona ebria a la comisaría.
El diario El Orden estaba muy preocupado por el feo espectáculo que se daba en esa circunstancia.
“Un vigilante, a veces dos o tres, forcejeando, arrastrando a tirones a un infeliz beodo, es un espectáculo denigrante. Espectáculo hemos dicho y no otra cosa que exhibicionismo de un hombre, y peor si es una mujer, convertido en un ente irracional que las más de las veces vocifera obscenidades, seguido el mísero cortejo por una caterva de chiquillos que por inconciencia o por mala inclinación hallan un incentivo para sus instintos en la indignidad del cuadro que ofrece la víctima de las tabernas”, decía.
Además, el público en lugar de dar vuelta la cara, ¡miraba!, y muy pocos de ellos recapacitaban sobre las consecuencias para la sociedad de beber.
“Hemos señalado el mal y trataremos de indicar ahora el remedio”, manifestaba El Orden. “Creemos que éste no requiere ni grandes gastos ni ofrece dificultades insalvables. Si los camiones celulares con que cuenta la policía no pueden ser distraídos con el fin de conducir los ebrios detenidos a las comisarías, o son ellos insuficientes, es necesario que se dote a la repartición de otros dos vehículos de esa clase, más chicos”.
“Debe ahorrarse al público y en especial a los niños el cuadro de miseria moral que ofrece un desgraciado arrastrado por los vigilantes, insultando a personas, instituciones y a veces hasta a la misma madre”, concluye.
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