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Prisioneros

La discusión que se dio en Santa Fe no hace muchos días fue la reinstalación del servicio militar obligatorio para “reencauzar” a jóvenes delincuentes. Pocos alzaron la voz para proponer más escuelas, más deportes, más inclusión. En 1920 hubo una solución que combinaba a la escuela con la cárcel.

¡Con cuánta nostalgia van a leer estas palabras los que añoran la vuelta del servicio militar!

Se trata de una escuela confesional que a finales de 1920 ya promocionaba sus bondades para el ciclo lectivo siguiente y para las vacaciones.

El colegio, dirigido por el presbítero Victoriano Hernández, admitía pupilos, medio pupilos y externos para grados y escuelas normales; pensionistas para años de los colegios de enseñanza superior.

“Las clases continuarán por todas las vacaciones”, decía el anuncio, “y se dan con éxito lecciones de repaso para los que de años, preparatorio superior o sexto grado hayan de rendir en marzo”.

Era una escuela con garantías: “Garantimos a los padres que se interesen: moralidad, disciplina, economía y satisfactoria aprobación de los cursos y exquisito cuidado de los niños. Hay profesores selectos y se necesitan otros con buenas referencias”.

La otra garantía, sin dudas, era el nombre del colegio: se llamaba “Divino Prisionero”.

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