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Un ilustre visitante

Charles Darwin tuvo un fugaz paso por la ciudad de Santa Fe. No sólo dejó escritos sus descubrimientos en el paisaje provinciano; también dio detalles de la figura del “tirano” Estanislao López y una curiosa descripción de la forma en que intentaron curarlo de un dolor de cabeza.

El naturalista inglés Charles Darwin formó parte de la expedición a bordo del Beagle entre diciembre de 1831 y octubre de 1836. En setiembre de 1833 viajó por tierra de Bahía Blanca a Buenos Aires y de ahí a Santa Fe. En el trayecto, descubrió restos de mastodonte, de un armadillo gigante, de toxodonte y de un caballo fósil.

Sus descubrimientos y experiencias fueron publicados años después en un libro que se llama “Diario del Viaje de un naturalista alrededor del mundo, en el navío de Su Majestad ‘Beagle’”.

Allí cuenta que el 2 de octubre pasó por Coronda, “una de las poblaciones más bonitas que he visto”, dice, por la frondosidad de sus jardines. Desde allí a Santa Fe, su viaje no resultó muy seguro. “La ribera occidental del Paraná, hacia el norte, deja de estar habitada, y de esa parte, salen a veces indios y arman celadas a los viajeros”.

Darwin cuenta entonces que al pasar junto a algunas casas que habían sido saqueadas y estaban desiertas, sus guías se quedaron mirando con gran satisfacción. A sus ojos, un espectáculo digno de observar: el esqueleto de un indio con la piel desecada y pendiendo de los huesos, suspendido en la rama de un árbol.

Ciudad del orden

En aquel viaje, Darwin debió hacer una parada algo más extensa de lo prevista en esta ciudad, a causa de un malestar físico. Por eso, se dedicó a observar y a describirla.

“Es una pequeña ciudad tranquila, en la que reinan la limpieza y el orden”.

Luego, ubica a su lector diciendo quién nos gobernaba. “El gobernador, López, era un soldado raso en tiempo de la revolución, y a la fecha lleva diez y siete años en el cargo. Semejante estabilidad se debe a sus procedimientos tiránicos”, dice, “pues hasta ahora la tiranía parece adaptarse a estos países mejor que el republicanismo”.

Y asegura: “La ocupación favorita del gobernador consistía en cazar indios; de poco tiempo a esta parte había matado 48 y vendido los hijos a razón de tres o cuatro libras por cabeza”.

La imagen que le quedó a Darwin de nuestra ciudad, seguramente, era que con López, no se jodía.

Si te duele la cabeza…

El creador de la teoría de la evolución, tuvo un fuerte dolor de cabeza en aquellos días, que lo mantuvo postrado en la cama por dos días.

Lo asistió una anciana santafesina que él describe como “de buen corazón” y que quiso hacerle probar “muchos remedios extraños”.

Relata que uno de los que se usaban habitualmente consistía en aplicar a las sienes dos hojas de naranjo o dos trozos de emplasto negro. También estaba generalizada todavía la práctica de partir una habichuela en dos mitades, humedecerlas y colocar una en cada sien, donde se adhieren fácilmente. No se consideraba conveniente retirar las habichuelas y el emplasto, dice Darwin; se las dejaba hasta que cayeran por sí mismas, y si alguna vez se encontraba a una persona con parches en la frente y se le preguntaba la causa de ello, la contestación era: tuve un dolor de cabeza anteayer.

Finalmente, el naturalista inglés señala que muchos de los remedios que usaban los argentinos y santafesinos eran ridículamente extraños y repugnantes como para mencionarlos.

Pero hubo uno, “menos” repulsivo, que consistía en matar y abrir en canal dos cachorros, que se vendaban luego a los dos lados de un miembro roto. Los perritos pelones, por otra parte, eran buscados con empeño para que duerman a los pies de los convalecientes.

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