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Miradas sobre el sexo débil

Nos acercamos al Día Internacional de la Mujer e Historias Colaterales les va a dedicar un par de semanas. Hoy, dos miradas sobre el “sexo débil” en los diarios de Santa Fe: escándalo y amonestación a los hombres tutores por el atrevimiento de algunas al acercarse a los atrios de votación en 1878. Por otro lado, los calificativos que ellas merecieron al haber participado de asambleas y manifestaciones durante la huelga de maestros de 1921. Pase, vea, lea y compare…

Pocos días antes de las elecciones presidenciales, y a propósito del protagonismo femenino en ellas, Página/12 publicó un estudio del Instituto de Opinión Pública y Proyectos Sociales a partir del que se pudo conocer que siete de cada diez mujeres argentinas son autónomas a la hora de decidir su voto. O: tres de cada diez mujeres consultan a una figura masculina antes entrar al cuarto oscuro.

En nuestra Santa Fe, del siglo XIX, la sola presencia de mujeres cerca de los atrios de votación provocaba escándalo, y la dura amonestación a sus padres, hermanos o maridos.

En febrero de 1878 acababan de producirse elecciones en la provincia. Había ganado Simón de Iriondo y el diario rosarino El Sol publica lo que consideraba una noticia “inaceptable”.

Se habían acercado a los atrios de votación, acompañando a la oposición del Club Constitucional, un grupo de señoras.

“Según la Ley de elecciones provincial sólo votan los inscriptos en el Registro Civil.Las señoras no votan, por la simple razón de que no tienen ni gozan en nuestro país (como en ninguno) de derechos políticos. Luego su presencia entre los votantes estaba de más”, decía el periódico.

Por supuesto, puede haber algún tipo de excepción en la participación de las mujeres. Señala este ejemplo: “Las matronas argentinas, tanto en Buenos Aires como en Mendoza arrojaban flores a los batallones que marchaban a la guerra, y se desprendían de sus anillos, de sus alhajas para la compra de las armas de los que habían de libertar la Patria en la guerra de la Independencia. Alguna vez la historia, nos presenta heroínas como Juana de Arco, como la Zaragozana, como la Tucumana, como Policarpa Zalavarrieta, en situaciones difíciles, supremas en que ha sido necesario un sacrificio”.

Pero esos son, obviamente, casos excepcionales, porque “jamás, señora alguna púsose a vanguardia de los escuadrones que salían a campaña, ni en los regocijos, manifestaciones y banquetes ocuparon otro lugar que el que corresponde al sexo hermoso”.

¿Qué hubiera pasado si los iriondistas hubieran hecho lo mismo? Decía El Sol: “Pues si lo mismo hubieran hecho los del Club del Pueblo, que suponemos tienen madre, hermanas, hijas, la manifestación femenina, en vez de electoral, hubiera sido una manifestación de carnaval. Bonito hubiera sido que esas damas, invitadas, en agradecimiento de su ardiente adhesión, por los indios Calchines a subir en ancas de sus briosos corceles, hubieran así paseado las arenosas calles del Santa Fe”.

“El entusiasmo femenino tiene sus límites”, amonesta el diario. “No culpamos a esta señoras, sino a sus esposos o hermanos que no les han aconsejado lo que correspondía a la madre, la esposa, la hija son dignas de respeto y veneración en su casa, en el hogar, fuera de él, solo vemos el sexo débil en la tortuosa senda que la priva de las consideraciones que las sociedades cultas le tributan. Y aún se presta a otra consideración poco favorable a la minoría; y es que han querido cobijarse al amparo de las polleras, por si algo turbio ocurría”.

Maestras indecentes

Varias décadas después, en 1921, toda la provincia estaba convulsionada por una larga huelga de maestros de la que nos ocuparemos en breve.

La prensa santafesina estaba claramente dividida frente al movimiento. Para quien conoce aunque sea sucintamente la historia del periodismo local, no se sorprenderá al conocer que el diario Santa Fe apoyó la huelga, mientras que Nueva Época dedicó sus columnas a denostarla.

Pero en esta historia vamos a hablar de mujeres. Y aunque quien encabezaba, con importante visibilidad, el movimiento huelguístico era un varón (Antonio Ucha), las mujeres eran mayoría. Por lo tanto, ellas eran quienes en mayor cantidad se manifestaban.

De las cesantías, de la inestabilidad laboral, de la falta de pago del salario, no se ocupó Nueva Época, pero sí de lo “ingrato” que resultaba la intervención de las mujeres en las “violentas asambleas” y de los “desfiles callejeros”.

Por el decoro de la mujer”, titula el periódico del patriciado en mayo de ese convulsionado 1921.

En una asamblea realizada en la Universidad, se había producido desorden, “un hecho capaz de suscitar hasta en los espíritus más extraviados, amargas reflexiones: varias educacionistas entre interjecciones agraviantes para todo lo que tiene de respetable la gracia y debilidad del sexo, fueron expulsadas de la casa”.

Deplora Nueva Época “el triste corolario de sus incursiones por el campo de las actividades masculinas”.

Si ya es una verdadera aberración que la mujer, rindiendo tributo a las tendencias anárquicas desencadenadas contra las instituciones públicas, abandone la escuela y haga causa común con los elementos de revuelta que quieren disolverla, vergüenza y muy grande resulta que no conforme con ello se lance a la vía pública y a los cenáculos estudiantiles.

En esta época de licencias espirituales, obstinadas en echar abajo los tabiques que separan los sexos, puede ser mucho exigir que la compañera de nuestra existencia renuncie a algunos derechos civiles y hasta políticos.

Lo que no será nunca temerario pedirle es que vele por su propio respeto, defendiendo un decoro que no es sólo suyo, pues pertenece por ley de condominte moral, al esposo, a los hermanos, y a los hijos…

Larga ha sido la lucha… ¡y aún faltan espacios por conquistar!

Recomiendo, entre la múltiple bibliografía existente sobre mujeres y especialmente sus luchas por la conquista de derechos civiles y políticos, Mujeres en la Sociedad Argentina. Una historia de cinco siglos, de Dora Barrancos (Buenos Aires, Sudamericana, 2007), y acerca de las mujeres y su militancia en el magisterio en Santa Fe, el texto de Luciano Alonso “Mujeres militantes en la historia del gremialismo docente” (En: La cita secreta, Guillermo Ríos –compilador–, Santa Fe, AMSAFE, 2007).

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