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Prostitutas, no

Grandes filósofos y religiosos fueron el sustento del que se valió un intendente santafesino para reglamentar la prostitución en esta ciudad. Demasiado, según el diario Santa Fe para una ciudad cubierta de basura.

Conté ya que la prostitución en Santa Fe estuvo reglamentada por algunos años, desde 1915. Poco antes de la sanción de la ordenanza, el diario Santa Fe criticaba la iniciativa, a veces en tono irónico.


“La más interesante de las personalidades de nuestro mundo burocrático, el ilustrado jefe de la administración comunal, cruza una de las horas más angustiosas sin duda, de su breve pero brillante vida pública”, comenzaba un comentario aludiendo al intendente Egidio Cafaratti.


“No es para menos el trance”, continuaba. “Ya lo dijo un filósofo ilustre: la trascendencia de una cuestión no está en la cuestión misma, sino en el cerebro de quien la resuelve. Es, por tanto explicable el estado de embarazo mental por que atraviesa el señor intendente”.


Una joyita de la ironía, el articulista del Santa Fe dice: “Desde hace algunas semanas, haciendo meritorio sacrificio de habituales placeres, conságrase por entero al estudio de un proyecto de ordenanza que regule ese comercio tan proficuo para las áreas fiscales, que tuvo brillante sede en Pompeya y en la erótica Babilonia de la bíblica historia”.


Marcaba que el intendente buscaba argumentos en filósofos, moralistas y sociólogos. “Seducido por los ingeniosos y puros razonamientos de Manuel Kant (sic) que concuerdan con un pulquérrimo sentir, tentaciones tuvo ya de trocarse en Carlomagno de mancebas, proscribiendo del municipio, lugares de placer insano. Más las palabras de un obispo de Hipona y el ejemplo de un San Luis, Rey y Santo, lo que es mucho más que intendente, por cierto, inclinan su espíritu hacia el terreno de las concesiones a la debilidad humana, y a ello, tal vez, daba la juventud de sangre bulliciosa que no se le cierren para siempre los pórticos del templo”.


El diario se mostraba “orgulloso y satisfecho” de la “encomiable labor intelectual” del intendente. Pero, decía, lo mejor era que Kant y San Agustín volvieran a descansar en el silencio de la polvorienta biblioteca para que la serenidad retornara a su “agitado espíritu”, y pueda ver así “la inmensa alfombra de basura y lodo que cubre la mayor parte de calles del municipio”.

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