“A la vida la encarecemos nosotros y no queremos reconocerlo”, le decía un extranjero a un cronista del diario Santa Fe, cuando era consultado acerca del aumento en el costo de vida, en 1924.
La clave, aseguraba, estaba en nuestra idiosincrasia. “La encarecemos nosotros porque no sabemos aprovechar el centavo ni los medios de que disponemos. Empecemos por
En Europa, informaba, se aprovechaba todo: la sangre, el hígado y otras menudencias que en nuestro país se tiraban. La mazamorra, por ejemplo, un alimento barato, no se conocía si quiera en los hogares pobres. “Adquirimos fideos caros y teñidos con malos colorantes, cuando podrían fabricarse a domicilio”.
Además, la mala alimentación traía enfermedades. Pero no todo pasaba por allí. Con el vestido tenemos los mismos defectos. “Un empleado de 200 o 300 pesos invierte en sastrería, zapatería y ropa blanca, casi tanto como el pudiente. Hombres y mujeres compramos géneros vistosos, elegantes y caros. Nadie quiere llevar un traje de confección, ni un botín de becerro, ni un sombrero barato. ¡Eso es muy ordinario!”
Como si esto fuera poco, venían luego el bar, la confitería, el coche, el cine, “todo eso que complica la existencia del hombre y de la familia, y entonces la vida se hace imposible”. “Necesidades” todas estas, que crea el hombre y con las que contribuye la mujer, ignorando la economía doméstica, manifestaba.
El editorialista del Santa Fe concluye diciendo: “La vida nuestra es en general, una vida artificial y artificiosa y entonces naturalmente resulta cara, trabajosa y eternamente gris, especialmente para la clase media, que es la mayor y la de menos recursos”.
1 comentarios:
Es cultural. Somos una sociedad medio pelo. Hoy la clase media hasta se creyo el cuento de que el malo de la pelicula es Moreno y no los que quieren aumentar los precios. Seguiremos deambulando por la historia como un país de cuarta.
Jauretche VOLVE
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