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Problemas con los alquileres

Vividores, dicen que son algunos propietarios. Claro que la calificación viene de parte de los inquilinos. Cuando lo que se alquilaban eran principalmente piezas en conventillos, en la ciudad, el poder lo tenían los dueños que desalojaban sin piedad a los que tenían un pequeño retraso. Un caso de 1930.

Muy creativo era un tal Figarito, que allá por los años 30 firmaba una columna llamada “Acuarelas rantifusas” en el diario Santa Fe. Relataba en estas crónicas algunos hechos de la vida cotidiana que se acercaban a lo policial pero que no llegaban a tener el estatus para merecer estar en esas páginas.

Una de estas acuarelas describía una situación que se había producido en el barrio Barranquitas, donde Juan Saslasky (“un moscovita usurero”) alquilaba piezas.

Un polaco, Juan Robai, tenía justamente alquilada una. Se pagaban cinco pesos por mes y por adelantado. El que se atrasaba, a la calle.

Robai no había podido conseguir el dinero. Dice Figarito: “Robai no pagó, pues a menos que saliera a “robai” no le llegaría plata de ninguna parte”.

Según relata este curioso cronista, a las 20.30 horas, previo un ultimátum, Saslasky penetró “al cuartucho y aventó a la calle la chinchera del polaco.

“—Yo ti va inseña, tramposientos, clavar la boina giente qui ti hace favor pir amor di Dios di Israel. ¡Foria todo!”

Incluso, Saslasky se armó de una escopeta y amenazó a Robai “poniéndolo en obligada fuga y no paró hasta la comisaría. Allí denunció el atropello y prometieron tomar medias”.

Pero mientras el desalojado iba y volvía de la comisaría, “algún sinvergüenza que pasó a tiempo se incautó de un traje azul, un par de zapatos y tres camisas de propiedad de aquel, parte de lo que Saslasky había tirado a la calle y nuevamente Robai se presentó a la comisaría dando cuenta del calote y naturalmente cargando a cuenta del prepotente casero el valor de esos efectos, justipreciados en $ 75 con mentira y todo”, describe.

Al fin de cuentas, dice Figarito, “el moscovita está de una pata en Barranquitas, donde con conocimiento del juez de instrucción se están sancochando un sumario reventador.

“—¡Piro señor ficial! ¿pir qui ti gastas papel de venti linias en macanas di estas? Yo la pirdono a mi queridos Ugenios y mi pones in libertad ¿ti conviene la trato? —propuso Saslasky cuando vio la cosa sucia”.

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