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Noticias deseadas

En 2004 se editó el libro “La noticia deseada”, de Miguel Wiñazki. El autor se detiene a analizar unas cuantas noticias que se produjeron en el país y que fueron interpretadas de un modo extraño por la opinión pública. Detrás de ellas, había teorías conspirativas. Santa Fe tuvo lo suyo. Luego de la caída de Rosas, floreció el rumor de que Estanislao López había sido asesinado por orden del ex gobernador de Buenos Aires.

Wiñazki recorre algunos ejemplos, como la muerte de Carlos Menem Junior; analiza las informaciones periodísticas, habla con testigos, revisa el expediente judicial y todo lo lleva a hablar de un accidente. Sin embargo, la opinión pública insiste en que fue un atentado. Lo mismo con la muerte de Alfredo Yabrán: pese a las evidencias, mucha gente cree que sigue estando vivo. Son casos de “noticias deseadas”. El libro se detiene también en el caso del tráfico de influencias de los hijos de Fernando De la Rúa cuando era jefe de la ciudad de Buenos Aires: estaba probado que habían obtenido el contenido de los exámenes en connivencia con los profesores de la UBA. Era una “noticia indeseada”: la opinión pública desechó las pruebas, ignoró la conducta de los De la Rúa’s boys y en ese momento le creyó al que después echó a cacerolazos limpios.

Yendo un poquito más allá, detrás de todas estas noticias, deseadas o indeseadas, se esconden teorías conspirativas.

En el ambiente de exaltación antirrosista post Caseros, se hizo público un rumor que había corrido por Santa Fe en 1838. Se trata de la muerte de Estanislao López, que según esta teoría fue envenenado por Juan Manuel de Rosas.

Lina Beck-Bernard recoge este rumor, diciendo que Rosas estaba celoso de la nobleza de López. Cuando su salud comenzó a decaer fue mandado a buscar por el bonaerense para que fuera visto por médicos europeos. López y su familia se alojaron en el palacio de gobierno y el brigadier fue revisado por dos médicos extranjeros.

Al tiempo, según el relato de Lina, López se sintió decaer, se lo veía cada vez más delgado y decidió regresar “porque quería morir en Santa Fe”. Rosas, también según la autora, se fingió desolado pero no hizo nada por retenerlo.

El día que llegó a Buenos Aires la noticia de la muerte de Estanislao López se supo que uno de los médicos que lo asistieron había sido detenido por orden de Rosas y fusilado al día siguiente sin proceso. Todo inspiró las más crueles dudas a los hijos y amigos; “la única que no las compartió fue doña Pepa, su mujer”, dice Lina, y agrega: “Sin embargo, es creencia en general que el gran general López fue envenenado por Rosas”.

Los contextos alimentan las teorías conspirativas. Los historiadores aseguran que la enfermedad de López está perfectamente documentada y que el rumor pudo ser alimentado por el hecho de que el Brigadier tenía pensado retirarle a Rosas la facultad de dirigir las relaciones exteriores.

La teoría del envenenamiento fue una noticia deseada.

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