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El tiro por la culata

Las zancadillas entre políticos de un mismo sector tienen un largo camino recorrido en la política santafesina. Pero pocas veces una argucia sirvió en bandeja el triunfo electoral del enemigo público número uno. Hace casi 100 años, en una estrategia un tanto retorcida, un gobernador de la provincia fue sometido a juicio político. La intervención nacional, la apertura propuesta por Sáenz Peña y aceptada por Yrigoyen, posibilitaron poco después el ascenso al poder de los radicales a través de elecciones, por primera vez en el país.

Publicado en la Edición de Marzo de Entre Líneas
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Ignacio Crespo llegó al poder después de varios intentos fallidos. Tenía 80 años. Y su gobierno, contrariamente a su vida, duró muy poco.

El panorama político santafesino estaba dominado por los mismos sectores de siempre, aunque desde hacía dos décadas un actor molesto rompía la calma. Eran los radicales, que en 1893 habían tomado el poder durante 21 días, y protagonizado otros alzamientos en ese año y en 1905. Luego, la abstención revolucionaria.


Pero en 1911 se produciría un hecho inédito de consecu
encias imprevisibles para sus gestores y para quienes creían ser los absolutos protagonistas de la política local.

Crespo, a poco de asumir, fue declarado enemigo de una fracción del Partido Constitucional que lo había depositado en el gobierno. Los rebeldes trazaron una estrategia que, estimaban, terminaría devolviendo al ex gobernador Rodolfo Freyre al poder sin pasar por las urnas. Desalojado Crespo, y ante el fallecimiento del vice gobernador, Freyre, presidente del Senado, volvería al sillón de López.

La oposición dentro del oficialismo planificó el juicio pol
ítico al anciano mandatario, apenas un año después de su asunción. Para ello Freyre digitó el rechazo de los diplomas de algunos legisladores triunfantes en las elecciones provinciales del 5 de marzo de 1911 y el ingreso de otros adictos. Con ambas cámaras controladas, en la tarde del 12 de abril se aprobó la acusación.

Crespo fue imputado de mal desempeño en el cargo, resultante de su incapacidad senil “notoria” para ejercer sus atribuciones; de excesiva delegación en sus ministros; de inconducta como gobernante “manifiestamente anarquizadora en todos los graves asuntos político
s de su intervención”; de malversación de fondos públicos por reasignación de préstamos; de “intromisión evidente” en la designación de candidatos a diputados y, finalmente, de “incuria culpable en el ejercicio de los deberes de su cargo”.

El gobernador, se dijo en la Legislatura, era “un hombre rendido a los ochenta años al peso de la edad, con las antiguas y viriles energías caducas, con las pode¬rosas mentalidades imposibilitadas para las arduas tareas de gobierno”. Había pasado “el límite de la vida en que puede conservarse el criterio sereno y firme”.

Con estos fundamentos, se aprobó el pedido de juicio político. La comunicación de la resolución a Crespo provocó una reacción inesperada para los seguidores de Freyre. A través de un decreto en el que expresa su certeza de estar frente a un complot y a una sedición, el gobernador clausuró la Legislatura. Ordenó el desalojo del edificio, lo que se cumplió pese a una incipiente resistencia de algun
os parlamentarios. Y dispuesto a no entregar el poder a sus detractores, solicitó al presidente Roque Sáenz Peña la intervención federal.

Los diarios leales al gobernador se burlan del fiasco de Freyre y compañía. Nueva Época, por ejemplo, publica: “Silenciosos y mustios transitan algunos de nuestros ex legisladores, mientras otros abren la válvula de escape de la indignación y gritan, gesticulan y enardecen ante el bien perdido que ¡ay! no volverá más. Son caras de viernes santo y tenemos pasión para rato. Dios castiga y no con cuchillo de palo. La Legisla¬tura rebelde ha escarmentado en cabeza propia lo que tiene por bien merecido”.

Crespo se retiró a su hogar, glorificado por los periódicos adictos como un “venerable anciano”, que caía “envuelto en la bandera de las instituciones rep
ublicanas”.

El interventor federal Anacleto Gil fue el hombre que organizó el comicio que pasaría a la historia.


Bibliografía consultada:
Diarios Santa Fe y Nueva Época.
Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe. Diario de Sesiones. Abril de 1911.

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