Es difícil que una investigación, de cualquier naturaleza, responda a todas nuestras preguntas. Hace ya varios años, mientras hurgaba en los archivos para terminar mi tesis, conocí a un fantasma. Cada tanto, volvía a las hojas que había escrito y me lo volvía a encontrar. Y como le sucedió a Dupin en La carta robada, don Salvador estaba en lugar más obvio: en las páginas de su propio diario. Elemental, Watson.
Historia completa...
A finales de la década del 90 comencé a investigar para mi tesis. Había elegido interpretar el discurso periodístico ante el cimbronazo que sacudió a la ciudad y a la provincia cuando el radicalismo llegó al poder a través de las urnas en 1912.
Inexperta en las lecturas históricas, quedé absolutamente fascinada por la virulencia con que los diarios santafesinos se posicionaban ante este y otros acontecimientos. Me pregunté entonces cómo era posible que el discurso de la generación del 80 estuviera tan arraigado aún entre nosotros. Me decidí, por eso, a conocer la historia personal y política de quienes fundaban diarios para sostener ideas y subirse a la lucha política.
No fue fácil. De los al menos siete diarios que se publicaban entonces, sólo existían las colecciones de Nueva Época y Santa Fe. Conseguí reseñas de Juan Arzeno, que dirigía el primero; logré dar con algunos papeles inéditos de Ovidio Molinas, que había fundado La Opinión y de Claudio Piedrabuena, que entonces dirigía La Democracia y de algunos otros personajes. Sin embargo, poco y nada podía averiguar de don Salvador Espinosa.
Los primeros datos estaban en algunos breves relatos de historiadores. “Una gran voluntad, don Salvador Espinosa, fundaba el 1º de febrero de 1911 el diario que él había soñado”, publicaba en 1930 la revista Líneas.
“Un escritor español”, decía José Rafael López Rosas en su “Breve Historia del Periodismo Santafesino”; “había concluido sus estudios de Procuración y ejercía como rematador (…). Hombre sencillo y afable, culto, autor de algunos cuentos que hizo conocer en su diario”, señaló Elías Díaz Molano.
Había podido reconstruir apenas que, al fundar el diario, había nombrado a José Cibils como Jefe de Redacción, quien fue reemplazado por J. Alberto Giménez hasta que el 28 de enero de 1912 asumió ese puesto Domingo G. Silva.
Inexperta en las lecturas históricas, quedé absolutamente fascinada por la virulencia con que los diarios santafesinos se posicionaban ante este y otros acontecimientos. Me pregunté entonces cómo era posible que el discurso de la generación del 80 estuviera tan arraigado aún entre nosotros. Me decidí, por eso, a conocer la historia personal y política de quienes fundaban diarios para sostener ideas y subirse a la lucha política.
No fue fácil. De los al menos siete diarios que se publicaban entonces, sólo existían las colecciones de Nueva Época y Santa Fe. Conseguí reseñas de Juan Arzeno, que dirigía el primero; logré dar con algunos papeles inéditos de Ovidio Molinas, que había fundado La Opinión y de Claudio Piedrabuena, que entonces dirigía La Democracia y de algunos otros personajes. Sin embargo, poco y nada podía averiguar de don Salvador Espinosa.
Los primeros datos estaban en algunos breves relatos de historiadores. “Una gran voluntad, don Salvador Espinosa, fundaba el 1º de febrero de 1911 el diario que él había soñado”, publicaba en 1930 la revista Líneas.
“Un escritor español”, decía José Rafael López Rosas en su “Breve Historia del Periodismo Santafesino”; “había concluido sus estudios de Procuración y ejercía como rematador (…). Hombre sencillo y afable, culto, autor de algunos cuentos que hizo conocer en su diario”, señaló Elías Díaz Molano.
Había podido reconstruir apenas que, al fundar el diario, había nombrado a José Cibils como Jefe de Redacción, quien fue reemplazado por J. Alberto Giménez hasta que el 28 de enero de 1912 asumió ese puesto Domingo G. Silva.
Había algunas puntas para investigar: en las páginas de Santa Fe aparecía un enorme aviso por esos años: “Fortuna! Fortuna! Fortuna! Con sólo cinco pesos, quién no se hace propietario?” Don Salvador loteaba terrenos en el pueblo “S. Espinosa”, de Santo Tomé. Y allí fuimos. El entonces director del Museo Histórico de esa ciudad me explicó que ese pueblo/barrio había existido, donde hoy se asientan los barrios Simón de Iriondo y Villa Libertad.
Debía entregar mi tesis. Tenía un panorama de los periodistas detrás del Santa Fe. Y la entregué, pero me quedaron varias preguntas y así lo expresé en una addenda de mi trabajo:
Debía entregar mi tesis. Tenía un panorama de los periodistas detrás del Santa Fe. Y la entregué, pero me quedaron varias preguntas y así lo expresé en una addenda de mi trabajo:
Ni siquiera tiene rostro.
Era un escritor cuyas obras no se encuentran en las bibliotecas santafesinas.
Un ‘español’ destacado de quien no hay registros en la colectividad a la que perteneció. En el Centro Español de la ciudad, apenas nos ofrecieron un diccionario editado en España que obviamente no registra a Salvador Espinosa.
En la Sociedad Española de Socorros Mutuos no conservan registros ‘tan’ antiguos, y nunca oyeron hablar de él.
El vice consulado de España que funciona en Santa Fe nos derivó al Consulado de ese país que tiene sede en Rosario. Dejamos para otro investigador con mayores recursos explorar esta fuente.
Era un procurador que ejercía de rematador y prefería los tribunales a la redacción de su diario; pero en los Archivos de Tribunales no hay registros de él; tampoco en los diversos protocolos del Archivo General de la Provincia de Santa Fe.
Las enciclopedias y textos dedicados a Santa Fe lo nombran, pero no dan absolutamente ningún dato de él.
Hay 90 ‘Espinosa’ en la guía telefónica; sólo intentamos con algunos.
¿Quién le pondrá cara a don Salvador?
Hubo un tiempo en que su fantasma, tal la orfandad de noticias de él, puso en duda hasta la existencia de quien alguna vez fue Espinosa.
¿Qué anhelos había construido don Salvador para que Santa Fe fuera el diario que había soñado?
¿Por qué después de fundar ese ideal se alejó de él, para dedicarse a su profesión?
La carencia de hechos que nos hablen de su vida nos hacen ambicionar cada vez más conocerlo y nuestra imaginación ensalza su figura. Es ya una cuenta pendiente personal.
Hoy apenas agregamos a los detalles que de él teníamos una breve referencia biográfica: en 1928 estaba a cargo de la dirección del Santa Fe, pero debió abandonarla por una enfermedad que lo dejó inválido por una parálisis casi total que le provocó la muerte algún tiempo después. (María Esperanza Piedrabuena de Salom, hija del periodista Claudio Piedrabuena, que trabajara en el Santa Fe, tenía 87 años cuando di con ella en octubre de 1999. “Yo lo único que sé es que él se enfermó, tuvo una hemiplejia, quedó imposibilitado para trabajar y entonces quedó en la dirección del diario mi papá”.)
Volvemos a preguntarnos: ¿quién le pondrá rostro a don Salvador? Tomamos en las palabras de María Ester de Miguel una esperanza: ‘Mañana puede aparecer alguna carta, abrirse un cofre de recuerdos antiguos, ver la luz un cuaderno de memorias, encontrarse un diario que complete la parábola’” (El General, el Pintor y la Dama).
Aprobé mi tesis, me recibí y cada tanto, me acordaba de don Salvador. Este año, buscando material para estas Historias Colaterales, lo encontré.
Elemental, Watson
No pude evitar recordar aquel casi presagio que había trascripto en mi tesis: “El Dupin de Poe nos susurraba: ‘Pues… la verdad, a mí me parece… que usted no ha hecho todo lo que se puede hacer en esto. ¿No cree que podría hacer algo más?’”. Y claro, me digo ahora, ¿dónde iba a estar don Salvador si no era en su diario?
Don Salvador Espinosa murió el 7 de agosto de 1928. Al día siguiente, su diario tenía al frente una cintilla de luto. Como en todos los aniversarios de su muerte hasta que el diario cerró en 1934.
En la primera plana hay dos fotografías: sano y enfermo. Se destaca una amplia biografía y algunos otros datos que permitirán ahondar en su figura.
Había llegado a la Argentina cuando todavía no había cumplido nueve años. Había zarpado desde Murcia con sus padres, deseosos ellos de labrar la tierra. Se afincaron en el departamento San Cristóbal. Salvador no se conformaba con la “vida del campesino”. Llegó a la ciudad de Santa Fe y fue empleado bancario y de comercio. Estudió procuración y se recibió, “haciéndose una figura destacada en el medio tribunalicio”.
Según quienes escribieron su necrológica, tenía un gran espíritu de empresa y se hizo de una cuantiosa fortuna. Hasta fundó un banco, el Banco Popular, “institución creada para ayuda del pueblo”.
No sabía nada del periodismo. “El mismo don Salvador contaba que las primeras cuartillas que escribió le costaron un inmenso trabajo. Y naturalmente estaban mal escritas. Pero su férrea voluntad fue poco a poco venciendo todas las dificultades. Tuvo la suerte de tener como maestro a un eximio periodista, a don Domingo Silva, quien con aquella su bondad y su tolerancia, aceptaba las enmiendas, las correcciones, las muletillas o complementos que don Salvador le hacía y ponía a sus editoriales. Don Salvador se guiaba por su buen sentido, sintiendo placer al mismo tiempo, al refrenarle a don Domingo Silva algunos de sus ímpetus literarios. Poco a poco y venciéndose a sí mismo, don Salvador llegó a escribir. Hacía sueltos discretos. Trataba los problemas de la colectividad con digno acierto. En su afán de superaciones, jamás temió el rectificar el rumbo de su diario. Su máxima aspiración era la de que SANTA FE fuera un órgano del pueblo y para el pueblo”.
Elemental, Watson
No pude evitar recordar aquel casi presagio que había trascripto en mi tesis: “El Dupin de Poe nos susurraba: ‘Pues… la verdad, a mí me parece… que usted no ha hecho todo lo que se puede hacer en esto. ¿No cree que podría hacer algo más?’”. Y claro, me digo ahora, ¿dónde iba a estar don Salvador si no era en su diario?
Don Salvador Espinosa murió el 7 de agosto de 1928. Al día siguiente, su diario tenía al frente una cintilla de luto. Como en todos los aniversarios de su muerte hasta que el diario cerró en 1934.
En la primera plana hay dos fotografías: sano y enfermo. Se destaca una amplia biografía y algunos otros datos que permitirán ahondar en su figura.
Había llegado a la Argentina cuando todavía no había cumplido nueve años. Había zarpado desde Murcia con sus padres, deseosos ellos de labrar la tierra. Se afincaron en el departamento San Cristóbal. Salvador no se conformaba con la “vida del campesino”. Llegó a la ciudad de Santa Fe y fue empleado bancario y de comercio. Estudió procuración y se recibió, “haciéndose una figura destacada en el medio tribunalicio”.
Según quienes escribieron su necrológica, tenía un gran espíritu de empresa y se hizo de una cuantiosa fortuna. Hasta fundó un banco, el Banco Popular, “institución creada para ayuda del pueblo”.
No sabía nada del periodismo. “El mismo don Salvador contaba que las primeras cuartillas que escribió le costaron un inmenso trabajo. Y naturalmente estaban mal escritas. Pero su férrea voluntad fue poco a poco venciendo todas las dificultades. Tuvo la suerte de tener como maestro a un eximio periodista, a don Domingo Silva, quien con aquella su bondad y su tolerancia, aceptaba las enmiendas, las correcciones, las muletillas o complementos que don Salvador le hacía y ponía a sus editoriales. Don Salvador se guiaba por su buen sentido, sintiendo placer al mismo tiempo, al refrenarle a don Domingo Silva algunos de sus ímpetus literarios. Poco a poco y venciéndose a sí mismo, don Salvador llegó a escribir. Hacía sueltos discretos. Trataba los problemas de la colectividad con digno acierto. En su afán de superaciones, jamás temió el rectificar el rumbo de su diario. Su máxima aspiración era la de que SANTA FE fuera un órgano del pueblo y para el pueblo”.
En “grandes copas” vivió mientras tuvo salud. Se dio muchos gustos, pues “sabía ganar el dinero y sabía gastarlo”.
Ya enfermo, lo llevaban a pasear en auto, y se le veían “fijas sus pupilas en los transeúntes, en cuanto iba pasando a su alrededor. El enfermo expresaba sus emociones riendo y llorando, risa y lágrima que eran los signos de su conformidad y de su potente resistencia orgánica. Viajaba muy a menudo a Rafaela en donde iba en procura de alivio a sus dolencias. En Rafaela pasaba días y días y luego regresaba a Santa Fe, siempre con el mismo aspecto de enfermo resignado”.
Justo Tulián Silva, medio hermano de Domingo Guzmán Silva, escribió algunos recuerdos de don Salvador: la campaña que hizo a favor de los maestros huelguistas en 1921, “no obstante su amistad personal con el entonces gobernador Mosca”. Cuenta Silva que después de aquella huelga Espinosa se preocupó “con interés de padre” de los cesantes, “dándoles colocación a unos en su propia casa y buscándole puestos a otros hasta que ya no quedó ninguno en la triste situación en que los dejara esa jornada”.
Ya enfermo, lo llevaban a pasear en auto, y se le veían “fijas sus pupilas en los transeúntes, en cuanto iba pasando a su alrededor. El enfermo expresaba sus emociones riendo y llorando, risa y lágrima que eran los signos de su conformidad y de su potente resistencia orgánica. Viajaba muy a menudo a Rafaela en donde iba en procura de alivio a sus dolencias. En Rafaela pasaba días y días y luego regresaba a Santa Fe, siempre con el mismo aspecto de enfermo resignado”.
Justo Tulián Silva, medio hermano de Domingo Guzmán Silva, escribió algunos recuerdos de don Salvador: la campaña que hizo a favor de los maestros huelguistas en 1921, “no obstante su amistad personal con el entonces gobernador Mosca”. Cuenta Silva que después de aquella huelga Espinosa se preocupó “con interés de padre” de los cesantes, “dándoles colocación a unos en su propia casa y buscándole puestos a otros hasta que ya no quedó ninguno en la triste situación en que los dejara esa jornada”.
De ahora en más
Internet es inmenso mar para una pequeña botella. Encontré a don Salvador en el lugar más obvio, pero queda mucho por hacer para conocer a este hombre que se comprometió, y esto surge de la propia lectura de su diario, con el pueblo santafesino. Ya daremos cuenta en este espacio de algunos de estos compromisos, pero valga como adelanto la creación de consultorios médicos gratuitos no sólo para los suscriptores del diario sino también para quienes acreditaran su situación de pobreza.
Quizás cometa el peor pecado que pueda cometer una periodista, que es “enamorarse” de su investigado. Seguramente habrá tenido sus detractores, el propio Santa Fe lo indica. Ya tendremos tiempo para dedicar mañanas enteras a leer los diarios de la ciudad y desengañarnos.
Y ya podremos sentarnos al teléfono, guía en mano, para encontrar a sus descendientes. Tenía nueve hijos; seguramente alguno habrá dejado a sus familiares con los recuerdos de don Salvador.
Pero, otra vez, Internet es un inmenso mar para una pequeña botella y yo tiro mi mensaje al gran océano. La participación del fallecimiento de don Salvador dice así:
“Su señora esposa doña Carolina Nogueras de Espinosa, sus hijos: María Isabel de Kliger, Delia de Tissembaun, Carlos, Blanca, José, María Laura, Laura Marina, Miguel Ángel y Raúl; sus hijos políticos: Mariano Tissembaun y Jorge Kliger; su madre política doña Carolina M. de Nogueras; sus hermanos: Manuel (ausente), Juana E. de Custodio (ausente) y Blas; sus hermanos políticos, sus tíos y demás deudos invitan a sus relaciones a acompañarlos en el acto de sepelio de los restos mortales del extinto, que tendrá lugar en el Cementerio Municipal hoy miércoles a las 16 horas. Favor que agradecerán eternamente”.
Quizás, como soñó María Ester de Miguel para la Carlota Ferreira de Juan Manuel y Nicanor Blanes, una vez más: “Mañana puede aparecer alguna carta, abrirse un cofre de recuerdos antiguos, ver la luz un cuaderno de memorias, encontrarse un diario que complete la parábola”.
Internet es inmenso mar para una pequeña botella. Encontré a don Salvador en el lugar más obvio, pero queda mucho por hacer para conocer a este hombre que se comprometió, y esto surge de la propia lectura de su diario, con el pueblo santafesino. Ya daremos cuenta en este espacio de algunos de estos compromisos, pero valga como adelanto la creación de consultorios médicos gratuitos no sólo para los suscriptores del diario sino también para quienes acreditaran su situación de pobreza.
Quizás cometa el peor pecado que pueda cometer una periodista, que es “enamorarse” de su investigado. Seguramente habrá tenido sus detractores, el propio Santa Fe lo indica. Ya tendremos tiempo para dedicar mañanas enteras a leer los diarios de la ciudad y desengañarnos.
Y ya podremos sentarnos al teléfono, guía en mano, para encontrar a sus descendientes. Tenía nueve hijos; seguramente alguno habrá dejado a sus familiares con los recuerdos de don Salvador.
Pero, otra vez, Internet es un inmenso mar para una pequeña botella y yo tiro mi mensaje al gran océano. La participación del fallecimiento de don Salvador dice así:
“Su señora esposa doña Carolina Nogueras de Espinosa, sus hijos: María Isabel de Kliger, Delia de Tissembaun, Carlos, Blanca, José, María Laura, Laura Marina, Miguel Ángel y Raúl; sus hijos políticos: Mariano Tissembaun y Jorge Kliger; su madre política doña Carolina M. de Nogueras; sus hermanos: Manuel (ausente), Juana E. de Custodio (ausente) y Blas; sus hermanos políticos, sus tíos y demás deudos invitan a sus relaciones a acompañarlos en el acto de sepelio de los restos mortales del extinto, que tendrá lugar en el Cementerio Municipal hoy miércoles a las 16 horas. Favor que agradecerán eternamente”.
Quizás, como soñó María Ester de Miguel para la Carlota Ferreira de Juan Manuel y Nicanor Blanes, una vez más: “Mañana puede aparecer alguna carta, abrirse un cofre de recuerdos antiguos, ver la luz un cuaderno de memorias, encontrarse un diario que complete la parábola”.
3 comentarios:
Por si alguien sabe más, pego un comentario recibido hace más de un año en mi antiguo blog (www.historiascolaterales.bitacoras.com) de una descendiente de don Salvador. Nunca pude contactar con ella, y me encantaría...
"Gracias gracias, nunca supe nada de mi historia, soy nieta de miguel angel espinosa uno de los hijos de salvador, en realidad recién me entero que se llamaba salvador, nombre que tenia elegido por si mi bebe era baron, fue nena.
Creo que mi abuela se encargo de que nada supiéramos de los espinosa, yo vivo en Córdoba, papa se llamaba Blas y era de santa fe, nunca conocí a ningún familiar es muy loco pero hace poco me empecé a preguntar, y fue asi que descubrí esta pagina. me propongo tratar de recaudar alguna información".
Hola Cintia!
Simplemente excelente!! Mi bisabuelo fue hallado!! y me super alegra leer sobre él.
Soy nieta de José Blas (Toto para la familia) hijo de Salvador. Así que también dejo mi saludo y me encantaría charlar con aquella chica que debe ser prima lejana mía, de Córdoba. Vos ya tenés mis datos, así que si vuelve a contactarse, me encantaría poder comunicarme con ella.
Un saludo, y mil gracias, Cintia, por dar un poco de luz, a las sombras donde estaba el diario y su director. Cariños!
Hola Cintia:
Impresionante investigación. Soy bisnieto de Don Salvador, nieto de Laura. Hoy cenando con mi familia, uno de mis hijos, Salvador recordó la historia de la familia ; googleamos y encontramos este articulo. Yo leia, ellos escuchaban absortos cada palabra, y luego me interrogaron con una variedad de preguntas insólitas que solo a los niños se le suelen ocurrir.
Vivimos en Bs As, y nos fascina siempre recordar a Don Salvador, nos hace sentir orgullosos ser descendientes de este personaje tan querido y respetado de Santa Fe.
Gracias. Saludos.
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