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Prohibido opinar

Después del golpe de estado de 1930, Santa Fe tuvo cinco interventores. Uno de ellos, cansado de las críticas de un periodista, decidió detenerlo. La justicia santafesina no atendió al recurso de habeas corpus interpuesto a favor de don Claudio Piedrabuena, ya que estaban suspendidas todas las garantías constitucionales. Y para que nadie más se haga el rebelde, el interventor emitió una circular prohibiendo a la prensa opinar sobre sus designaciones.

Cuando decidí hacer mi tesis sobre la historia del periodismo de esta ciudad, no quise hacer caso a la recomendación de mi director hasta que ante la evidencia de la magnitud del trabajo que me esperaba y las escasas fuentes confiables a las que tendría acceso, me rendí y seleccioné un breve período. Pero las dificultades no disminuían.

Había cerca de una decena de periódicos circulando en la ciudad en 1912, y sólo se conservaban las colecciones de dos de ellos.

Me di a la tarea de al menos, entonces, reconstruir una pequeña porción de la historia del resto de los diarios que no podría ver. Fue difícil y no lo conseguí en su totalidad.

Di con la nieta del fundador de La Opinión, Ovidio Molinas. Y también, en octubre de 1999, logré entrevistar a María Esperanza Piedrabuena, la hija de don Claudio, que dirigía en esos años el diario La Democracia, cuya colección había sido destruida por un incendio.

En aquella larga charla con esa señora de 86 años pude acercarme apenas un poco más a la figura de don Salvador Espinosa y accedí a algunos papeles de don Claudio. Allí me llamaron la atención algunas cosas, que quedaron en el olvido hasta que esta semana, en el Archivo General de la Provincia una noticia publicada el 14 de enero de 1931 por el diario La Provincia disparó mi memoria y volví a aquellos viejos papeles.

El 11 de noviembre de 1953, cuando Claudio Piedrabuena contaba con 76 años, dirige una carta al Sr. Presidente de la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones de Periodistas, ley 12.581.

Allí relata su extensa actividad periodística, de la que ya nos ocuparemos extensamente. Hay un punto, sin embargo, al que nos dedicaremos hoy. Dice aquella nota:

A fines de 1928 fui designado subdirector del diario Santa Fe, quedando a cargo de la dirección por enfermedad del titular don Salvador Espinosa, inválido por una parálisis casi total que le originó la muerte algún tiempo después. Ocupaba esa posición cuando en enero de 1931 el gobierno de facto José F. Uriburu fui detenido y mantenido incomunicado varios días con motivo de algunos artículos censurando procedimientos de la Intervención Federal en la provincia publicados en el diario a mi cargo, lográndose la libertad por empeñosa gestión del entonces obispo diocesano de Santa Fe monseñor Agustín Boneo. En los libros de la jefatura de policía de esta capital, según mis ulteriores averiguaciones, no quedó registrada mi detención, pero todos los órganos de publicidad locales y nacionales comentaron en sus columnas el suceso como es fácil de constatarlo.

La Provincia publica, el 14 de enero de ese año:

Fue detenido el director del Santa Fe

Por orden de la intervención fue apresado ayer después de medio día el Sr. Piedrabuena

Se interpuso recursos de “habeas corpus” ante el Juez de Instrucción Dr. Victorio Palamedi

Causas del procedimiento

Ayer, poco después del medio día, el empleado de la División de Investigaciones Luis Sejas condujo detenido desde su domicilio al Departamento Central de Policía al señor Claudio Piedrabuena, Director del diario “Santa Fe”, de esta capital, por orden del Comisionado Federal Dr. Guillermo Rothe.

La detención debió efectuarse por la mañana, pero como el señor Piedrabuena no se encontraba en su domicilio, el empleado esperó su llegada para dar cumplimiento a la orden.

La noticia se conoció horas más tarde, aunque sin conocerse las causas del procedimiento.

Detenido en la Jefatura

El señor Piedrabuena quedó desde ese momento alojado en una oficina del Departamento Central, mientras personas de su relación realizaban insistentes gestiones para evitar fuera trasladado a la capital federal como se suponía habría de ocurrir, sino para conseguir su inmediata libertad.

Un repórter de este diario no pudo conseguir se le hicieran conocer las causas de la detención en la Jefatura de Policía, a donde recurrió, pero en cambio en el ministerio de Gobierno se nos informó que se relacionaba con la prohibición hecha a conocer el día anterior a todos los diarios con respecto a ciertos actos de gobierno.

Recurso de “habeas corpus”

El ex diputado nacional Dr. Agustín Araya, que también realizó gestiones ante el Comisionado Nacional Dr. Rothe a favor del detenido, interpuso recurso de “habeas corpus” en el Juzgado de Instrucción de Feria a cargo del doctor Victorio Palamedi, magistrado este que de inmediato solicitó los informes de práctica a la Jefatura de Policía, acordándole un plazo de dos horas para responder.

El recurso fue diligenciado de acuerdo a esa solicitación, según manifestó el Jefe de Policía Sr. Centeno, ignorándose los términos de la respuesta.

Inmediatamente, busqué la colección del diario Santa Fe, pero curiosamente no encontré absolutamente ninguna referencia a la detención de su subdirector a cargo de la dirección.

El diario La Provincia, al día siguiente, informa que Piedrabuena continuaba detenido y que el recurso de habeas corpus interpuesto a su favor había sido rechazado por el juez Palamedi, puesto que “la suspensión de las garantías constitucionales hace ineficaz la apelación a ese recurso”.

¿Por qué Piedrabuena estaba detenido? ¿Por qué su diario no consignaba el hecho?

El 12 de enero, un día antes de su detención, Piedrabuena había publicado un editorial criticando algunas medidas de la intervención encabezada por Rothe.

Es necesario hablar en serio

Santa Fe no ha sido conquistada por nadie

La situación que ha creado la intervención nacional al barrer en masa el personal administrativo, anunciando seguir por el mismo camino, impone una obligación ineludible a los santafesinos que aún podemos esgrimir una pluma.

La provincia de Santa Fe, ni ahora ni nunca ha sido conquistada por nadie, ni sus hijos echados a un ostracismo vergonzante.

En esta tierra hubo en todo momento quienes defendieran su autonomía, en la forma que fuera necesario. Y no puede pensarse hayamos declinado esa característica (…).

Por otra parte, el gobierno provisional, presidido por un hijo de una provincia ilustre, heroica y gloriosa con las glorias de la emancipación y de la resistencia a la tiranía no ha podido querer enviar representantes de la reconstrucción, a destruir, a poner dolor y lágrimas en hogares argentinos inocentes de los errores que sus gobernantes pudieran haber cometido (…).

Esas razias solamente aparecieron en el gobierno personalista destruido por el esfuerzo colectivo, en setiembre.

El señor interventor entonces ha errado el camino está agraviando inútilmente a un pueblo que como el que más anhelaba una reacción institucional que arrojara del Capitolio a los que defraudaban los anhelos de la nación.

Jamás podemos pensar que espíritus altos puedan considerar a esta provincia como una factoría, ya que ella misma sería la primera colaboradora en los ideales de reparación y de justicia expuestos en el juramento de setiembre (…).

¿A dónde se irá por ese camino? Solamente a provocar una sorda, una formidable protesta que ya está hirviendo en todas las almas santafesinas (…).

Durante los días siguientes, en el Santa Fe hay silencio, tanto acerca de las designaciones como de la prisión de su subdirector.

Recién el 26 de enero se publica, sin referencia al encarcelamiento, lo que había dado origen a tal atropello. Se trataba de un comunicado de la intervención que prohibía a la prensa santafesina comentar las cesantías y designaciones, considerándolas subversivas y tendenciosas. Seguramente escrita por Piedrabuena, la introducción a la publicación de la circular aclaraba que sobre éste “no podemos emitir libre y claramente nuestra opinión”.

La intervención necesitaba explicarse: había venido, como Uriburu y sus “revolucionarios” a “sanear la administración extirpando el peculado, la malversación y la defraudación y la de reajustar los servicios públicos desorganizados por la corrupción, la indisciplina, la ineptitud y el abandono, consecuencias de la intervención demagógica de los comités personalistas en la promoción y conservación del personal”.

No se privaba el cordobés Rothe de endilgar culpas a los propios santafesinos: “La deformación de la opinión pública que había tolerado los más grandes delitos, no puede llegar hasta olvidarlos dando carta de inmunidad a sus autores y a sus cómplices pasivos, para conservarlos en sus posiciones burocráticas”.

Y justificaba la barrida de empleados públicos y docentes designados tanto por el gobierno del radical Pedro Gómez Cello como del anterior interventor Diego de Saavedra, diciendo que para lograr rapidez en el saneamiento, debía rodearse de gente de su directo conocimiento, “susceptible de ser encontrada con mayor facilidad en el medio ambiente de donde aquellos proceden”.

Advertía el interventor:

En su mayor parte el personal administrativo y docente de la provincia de Santa Fe ha sido designado por influencia directa o indirecta de los comités adictos al régimen depuesto. Su remoción en grande escala habría podido efectuarse sin lesionar concepto alguno de sana política y de recta administración. A pesar del comentario interesado en algunos casos y erróneo en otros, la Intervención no lo ha hecho aún en la medida necesaria.

Pero además, y como clara evidencia de sus decisiones, aportaba pruebas que también justificaban la decisión de prohibir opinar:

De las 13.709 personas al servicio de la Provincia, sin contar los empleados municipales, la intervención sólo ha nombrado 1075, o sea un 8%. De los nuevos empleados, 40 han sido traídos de Buenos Aires y Córdoba, o sea el 3 por mil, tres empleados de fuera de la provincia por cada mil domiciliados con anterioridad en ella.
En presencia de estos hechos el gobierno estima que la propaganda iniciada en algunos diarios, adversa a la remoción y promoción del personal administrativo y docente, es tendenciosa y la considerará subversiva en adelante.

Y eso es todo. Piedrabuena había pagado caro su pequeño gesto de rebeldía. Había sido radical. Yrigoyenista primero, antipersonalista después. Justificó, como se vio, el golpe de estado de setiembre de 1930, pero no estaba dispuesto a aceptar todo.

El 3 de febrero, el Santa Fe, que acababa de cumplir 20 años, publicaba una breve noticia:

Por propia voluntad y con el propósito de dedicarse a otras actividades, ha presentado su renuncia de la vice dirección de Santa Fe, el Sr. Claudio Piedrabuena que con gran acierto e inteligencia la desempeñara, desde noviembre de 1929.

El señor Piedrabuena se retira dejando un gratísimo recuerdo entre sus compañeros, que saben valorar sus altas cualidades de periodista culto y de caballero intachable.

Por ello hoy como siempre las puertas de esta casa estarán abiertas para él y listas las cuartillas para recibir sus áticas producciones de avezado hombre de prensa.

Y ello nos induce a no decirle ¡adiós! sino ¡hasta luego!

Sin embargo, en los papeles en los que solicita su jubilación, don Claudio escribe:

En marzo de 1931, disconforme con la orientación de los empresarios resolvieron dar al diario, abandoné la dirección del mismo.
La actuación de Piedrabuena en el periodismo santafesino continuó: en La Provincia y en El Orden, entre otros. Murió a los 93 años, aquí en la ciudad de Santa Fe.

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