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¿Qué opina usted del voto femenino?

En 1932 se discutieron en el Congreso Nacional dos leyes que finalmente no lograron pasar el filtro del Senado: los derechos políticos de la mujer y el divorcio. El diario Santa Fe encuestó a mujeres de la ciudad con distintas actividades: señoras de su casa, maestras y artistas. Desde el rechazo absoluto para dejar a la mujer en el hogar, pasando por la negativa a aceptar la dádiva por ser tal, hasta la aceptación sin reservas son las variadas opiniones de las santafesinas.

“¿Qué opina Ud. del voto femenino? Una interesante encuesta entre las damas santafesinas”, es el invariable título que encabeza durantes varios días de septiembre y octubre de 1932 los dictámenes de las mujeres en el diario Santa Fe.

La chilena, naturalizada argentina, Marta Samatan tuvo destacada actuación en la ciudad. Obtuvo su título de abogada en 1927 y un año después fundó y presidió la Asociación del Magisterio de Santa Fe. Su opinión:

Está ampliamente demostrado que no existen razones valederas para negar a la mujer el ejercicio de los derechos políticos… Pero como ya lo he afirmado en otra oportunidad, el voto femenino es sólo un medio para alcanzar realizaciones que benefician a la humanidad. El voto en sí no significa gran cosa si las mujeres no se deciden a pensar que es necesario interesarse por los grandes problemas mundiales.

A pesar de los esfuerzos reaccionarios marchamos a pasos agigantados hacia la sociedad futura… Hacia ella deben las mujeres dirigir sus miradas… Que la aurora de la nueva era nos encuentre dispuestas a colaborar en la gran obra de reconstrucción que se impondrá.

Una señorita que se negó terminantemente a dar su nombre y permiso para ser fotografiada, se mostró absolutamente desinteresada en el voto. Era imposible que las mujeres pudieran arreglar lo hecho por el hombre.

No me interesa en absoluto el voto. Los hombres lo han hecho todo tan mal, que desespero que nosotras podamos llegar a enmendar todos los yerros cometidos por los políticos.

Paulina Simoniello, poetisa, docente y organista se mostró favorable tanto al proyecto del sufragio como al del divocio.

La mujer ha demostrado ya que no es en nada inferior al hombre. Así se reconoce y admite en todos los países cultos. Quizás haya mujeres incapacitadas para usar el arma que el Congreso acaba de otorgarnos; pero ello no debe ser un obstáculo ni un impedimento.

Debe concedérsele a la mujer el derecho al voto, y si el Senado llegara a rechazarlo, habría llegado el momento de iniciar una agitación intensa para hacer comprender la realidad de los hombres que se empeña en obstaculizar el progreso de las instituciones.

Desconozco si el “cajoneo” en el Senado fue finalmente motivo para que Paulina se movilizara con sus compañeras de género.

Julia García coincidió en el diagnóstico de la anónima señorita. El desbarajuste social y político se debe exclusivamente a los hombres. Cuando se dieron cuenta de su obra, quieren que las mujeres se hagan cómplices…

Ni nos entusiasma ni nos seduce esa perspectiva.

Por otra parte es un poco tarde. El sufragio femenino no puede mejorar un instrumento y un método político que sólo se sostiene por la fuerza. Convencida de que la mujer vale tanto como el hombre, pero no más, creo que la ayuda de la mujer para el sostenimiento del armazón de la sociedad presente, no producirá ningún milagro.

Son otras las inquietudes y las esperanzas que viven en el mundo contemporáneo y para satisfacerlas ha de entrar la mujer en la liza con plenos derechos. Mientras tanto, lo repetimos, es poco seductor el triste privilegio de votar y sobre todo es tardío.

La mujer, señalaba, debía prepararse para la creación de un mundo nuevo. La igualdad está en otra parte, no en las urnas. “En una palabra, el derecho al voto, que ha hecho tan feliz a la humanidad, según puede constatarse con sólo abrir los ojos, no interesa mayormente a la mujer, y creo que no perdería nada con renunciar graciosamente a él”, culmina.

La actriz Delfina Jaufret aduce no estar interesada “para nada” en los derechos políticos de la mujer: el arte ocupa toda su vida, dice.

Dudo que la mujer pueda actuar con éxito en la política, al menos por ahora.

A mí me basta con el arte al cual dedico toda mi actividad y mi entusiasmo.

Después del arte, el hogar. En él tiene la mujer todavía un amplio campo de acción que quizás no ha sabido aprovechar, para ejercer sobre el hombre la influencia benéfica de sus sentimientos, más refinados, más puros…

María Amalia Medina, rectora por entonces del Liceo en el Colegio Nacional afirma que antes que nada, la mujer debe ser mujer.

No significa esto negarle condiciones de inteligencia y laboriosidad para que ocupe íntegramente el lugar que le corresponde al lado del hombre, pero no está preparada en general para comprender ciertos problemas de los cuales ha vivido siempre alejada hasta hoy, por la voluntad sistemática del hombre, dominador y exclusivista, que quizás se vuelve en estos momentos hacia la mujer esperando de ella lo que él no fue capaz de realizar, en la ofuscación del falso concepto de su superioridad.

Una vez familiarizada la mujer con estos problemas de la política abrigo la esperanza de que podrá influir mucho en el mejoramiento del sistema político social del país. Pero debe estudiar para poder comprender…

Blanca Rosa Valenti, directora de la Escuela Sarmiento, considera un acto de justicia alcanzar el sufragio femenino.

El día que la mujer adquiera la experiencia necesaria de todas estas cosas demostrará que también tiene condiciones quizás tan buenas como el hombre para contribuir a mejorar las costumbres y las leyes.

Decididamente soy partidaria de los derechos políticos de la mujer.

Por hacer uso de ese derecho que hace mucho tiempo debió habérsele acordado, no será menos madre, menos esposa ni menos mujer.

Otra actriz, Mademoiselle Delia Col, desconfía de las capacidades de sus congéneres, aunque desea fervientemente el divorcio:

El voto no creo que pueda interesarle a la mujer. Tenemos demasiadas cosas de que ocuparnos y generalmente comprendemos demasiado poco todos esos problemas graves que sólo resuelve la política.

Comprendo que los problemas de orden general puedan interesar a la mujer, pero no considero que el voto le sea indispensable.

Sin embargo el divorcio es una necesidad imperiosa aquí y en todas partes donde la mujer se respete a sí misma.

Tenemos perfecto derecho a nuestra felicidad y no sería humano que un viejo prejuicio, como el del matrimonio indisoluble, nos privara a las mujeres rehacer nuestra vida, otorgando la libertad en justa reciprocidad, al causante de nuestra desdicha.

Una madre y sus tres hijas, decidieron también dar a conocer su opinión al diario Santa Fe.

Sí, necesitamos libertad y garantías para asegurar el mejor éxito del proceso que se sigue en todo el país en que sufraga la mujer sin restricciones de ninguna clase, como está ocurriendo en E. Unidos, Inglaterra y recientemente en nuestra madre España. (…)

Para la mujer moderna, más aún para la de otra generación, ya no tendrá más importancia el figurín de un modisto célebre, que la teoría de una concepción económica o político.

A tanto extrema el angustioso momento político y social de esta época, que la mujer se ha visto obligada a despertar del sueño en que la tenían presa bucólicos pactos y prejuicios morales de dañosa intención para la salud de esas mismas intenciones.

Hoy es para ella tema de discusión y de examen lo que antes les producía sueño y las hastiaba.

Irán a la lucha por la redención del mundo, con su poderoso sentido práctico intacto y la virgen concepción ideológica no contaminada ni corrompida por claudicación o cansancios valetudinarios.

Su aporte será digno de estima, es así como lo entienden hoy las primeras mujeres.

Nada importa el origen espúreo y vergonzoso de los que hoy auspiciaron la idea, ellos serán los primeros en tocar sus consecuencias si persisten en sus errores y no dan marcha atrás.

No son estas mujeres las únicas que observan el origen de este proyecto de ley, el gobierno de Agustín P. Justo. Pero esto provoca reacciones disímiles.

María de Burgalat nota absoluta indiferencia en las mujeres ante la posibilidad de la conquista.

Ante este balance pueden regocijarse los partidarios del oscurantismo femenino; pueden mostrarse orgullos de su obra; he aquí el fruto de la rancia tradición y como que están perfectamente compenetrados de su funesta influencia sobre la estructura espiritual de la mujer, cuya mentalidad encerraron en un círculo de hierro desde el cual no pudo nunca elevarse a esferas más elevadas y descubrir otros horizontes que los que ya tenía prefijados, por eso seguros de su ineptitud y de su fracaso , buscan en ella el cómplice inconciente en quien descargar la horrible carga de su estrepitoso derrumbe económico, social y político. Nada más sencillo que disminuir la tremenda responsabilidad compartiéndola para después poder atribuir a la incapacidad femenina los propios errores, y poder maldecir a gusto de una ley que permite inmiscuirse a la mujer en asunto que echa a perder. ¡Qué cómodo, ¿verdad?...

No, señores; no aceptamos la limosna; no. La mujer no puede perdonarles tan fácilmente la gran superioridad que siempre se han atribuido; de seres superiores como ustedes solos se han clasificado, que siempre consideraron a la mujer como un ser incompleto, carente de qué sé yo cuántas cualidades (hasta llegaron a plantear la hipótesis de que carecía de alma) que la relegan a ocupar el segundo lugar en la escala zoológica; de seres superiores, repito, sólo hay derechos a esperar actos superiores, obras magnas; y, preguntamos: ¿las han hecho… ¿Alcanzan sus actos climas tan elevados como su proverbial soberbia?...

¿Dónde radican las pruebas de su cacareada superioridad?... ¡Mal piloto resultó el hombre para manejar el gobernable de la nave del Estado!... ¡Pobre Arca de Noé!...

“Rehúsa y espera”, era el consejo de esta señora para las mujeres.

María Quiroz, vicedirectora de la escuela Vélez Sársfield, opina que “podemos votar, sin dejar de ser mujeres”. De todos modos, sostiene que será a través de la educación y a la práctica de los derechos a aprovecharlos eficazmente.

Si nos otorga el hombre esos derechos, debemos aprovecharlos sin perder por ello nuestras condiciones de madres y esposas. El hogar no perderá la atracción que ejerce sobre todos si como espero, la mujer no deja de serlo por el hecho simplísimo de actuar en la política.

Aída Poggi realiza un extenso análisis, alentando a todas las mujeres a romper las cadenas.

Creo que esa indiferencia aparente por parte de la mujer —me refiero a la generalidad— para conquistar derechos que humanamente le corresponden, más aún teniendo en cuenta que tiene deberes que cumplir, digo que se debe en gran parte, a que le están vedadas ciertas libertades de acción basadas en una falsa educación y que en cambio goza el último de los hombres en cuanto a condiciones intelectuales se refiere, y por qué no decirlo también, a condiciones de orden moral.

Dentro del orden social y político, la mujer de ideales sanos, de pensamiento libre, capaz de afrontar con valentía situaciones difíciles, que se atreve a sustentarlos, logra cuanto más caer en ridículo. (…)

Que la mujer no está preparada para hacer uso de él? Teniendo en cuenta a la generalidad, eso es en cierto modo verdad. Pero no tiene ella la culpa.

Desde niña, quieren los reaccionarios darle una educación distinta al muchacho, preparándola según ellos sólo para la misión de madre y ama de casa.

¡Qué equivocados están!

Para la señorita Poggi, esta condena a la mujer a recibir una educación de interés familiar, hace que cumplan de manera deficiente su rol de madres.

Cuánto más valdría prepararlas para la vida completa, ya que es intuitivo en ella el don de la maternidad, y por consiguiente la naturaleza que es sabia la dota ya de las armas indispensables para que FÍSICAMENTE pueda cumplir su misión natural de madre.

No ven esos enemigos de la educación integral de la mujer, que ella como madre es la que imprime al hijo en la primera infancia los hábitos que van tomando luego caracteres de tendencias buenas o malas, según la cultura de la madre? (…)

De la educación de la madre, entonces, dependerá que sean esos rumbos acertados o equivocados. Ya lo dijo un filósofo: “Mujer: Eres la madre de la Humanidad. Tú manejas el mundo”.

Por cierto que lo maneja muy mal: pero no es suya la culpa. Hay pues que educar a la mujer para la vida. Su acción como madre lo puede todo, ya que a su vez educará a los hijos con una visión de la vida más amplia, más lógica y más humana.

De ahí que cierre mi opinión acerca del voto femenino diciendo: es sencillamente uno de los derechos que le corresponden y que deseo no hagan tan mal uso de él como hasta aquí hicieron los hombres.

Mujeres: Romped de una vez por todas con ese prejuicio de la inferioridad que se nos atribuye por esa misma falsa educación que se nos da. Preparaos para la vida completa, y dirigid vuestras miradas hacia una sociedad futura más justa y más humana. Ved en el hombre al compañero capaz de compartir la vida y la dignidad de la mujer, elevada como se merece a ese plano a que tenemos derecho, lo que por cierto es mucho más importante que votar.

Claro que entre todas estas opiniones, no podía faltar la de una mujer de familias patricias. La señora Carola F. de Barreto es descripta por el Santa Fe como sostenedora de un hogar tradicional, de viejos patriotas.

Su pensar acerca del voto femenino y del divorcio son simples: mujer, al hogar. Varón, a la calle.

En mi evangelio, que predico sin cesar, tengo esta fórmula, que constituye un centro de gravedad: la mujer para el hogar y el hombre para el comité.

Leo mucho, señor, y se me ha quedado gravada la figura retórica de un conferencista español, cuyo nombre no recuerdo en este momento, que es todo un principio de moralidad social, en la que proclamaba la virtud de la mujer dentro de su casa.

Yo poseo las joyas, mis hijitos a que hacia referencia dicho conferencista, que son demasiado pesadas para lucirlas en las asambleas políticas.

Por otra parte, por razones de orden fisiológico, la igualdad de la mujer con el hombre, no es otra cosa que una simple ingenuidad de los feministas.

Imagínese señor, que en determinada circunstancia nos tome una lluvia por cumplir con nuestros deberes cívicos…?

Lamentablemente, el cronista no reparó en preguntar a la señora Barreto acerca de los alcances de los resfríos en la Santa Fe de 1932. De todos modos, debe tomarse nota de que no todas las mujeres estaban incapacitadas para votar, según la patricia:

Con todo, convengo en que se dicte una ley, con el voto calificado otorgado exclusivamente para las solteronas que pasen de los cuarenta y cinco años.

El hogar es un santuario, señor, que la mujer no debe abandonar jamás.

Lamento que el Congreso de nuestro país se ocupe de cosas que no tienen la importancia de los problemas más trascendentales, a cuyo estudio debiera abocarse de inmediato para salvarnos de la ruina y del hambre.

En cuanto al divorcio, no puedo menos que expresarle el desagrado que ese proyecto inspira a todas las personas, que como yo han sabido mantener la felicidad y el equilibrio en el hogar.

No necesita la mujer el divorcio. No debe aceptarlo.

Con las galerías de la Cámara de Diputados de la Nación repletas de mujeres, ese 1932, se aprobó el sufragio universal y obligatorio para ellas. El Senado de la Nación dejó dormir el proyecto en la Comisión de Asuntos Constitucionales y, se sabe, pasarían 15 años más para que se viera consagrado el derecho.

En cuanto al divorcio, siguió el mismo camino que el anterior: aprobado en diputados, se quedó en senadores y sobre finales del segundo gobierno peronista, tuvo una breve vigencia, para cerrar esta larga historia recién en 1987.

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