En 1914 el diario Santa Fe publicaba un editorial consignando que “las pocas disposiciones favorables al proletario que existen en el código rural de la provincia” eran, desde siempre, “letra muerta para las autoridades policiales de los departamentos”.
Continuamente llegaban a la redacción del periódico los “lamentos lastimeros de la infeliz masa obrera de los obrajes del norte y de las peonadas rurales criollas, sometidas a un régimen de bárbara esclavitud social”.
La miseria de los salarios estaba agravada con el régimen de los vales y los almacenes o proveedurías. Decía el Santa Fe: “Dentro de los grandes latifundios que como botín de conquista explotan colosales empresas, desaparecen no sólo los principios de libertad y justicia, sino también los de humanidad más elementales; sin que hasta hoy los poderes públicos hayan advertido que conspiran contra la propia riqueza provincial, al permitir que se maltrate y quiebre el principal instrumento que elabora el obrero criollo”.
Para el periódico, había una clara diferencia en el espíritu de los trabajadores rurales argentinos y extranjeros. “Si en vez de ser criolla la mayoría de las peonadas obrajeras, fuese extranjera, las huelgas con todo su séquito de trastornos generales, hubiesen logrado alguna vez llamar la atención de los gobernantes”. Las huelgas, señalaba, siempre habían llevado a conquistas, aunque también a la violencia.
Y sin embargo, reclama el diario, los legisladores jamás se habían ocupado de investigar las condiciones de trabajo en los establecimientos rurales y forestales de
Clamaba el Santa Fe por una intervención en serio de la dirigencia, porque si no, decía, el movimiento obrero sería imparable.
Se organizarían unos pocos años después los obreros del norte santafesino, pero la dirigencia política santafesina había tomado partido, para variar, por los patrones.
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