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Una Asociación de Prensa paralizada

La Asociación de Prensa de Santa Fe tiene una existencia “casi desconocida”. “Si vive será merced a la prebenda gubernativa que se recibe como un plato de lentejas”. Escrito en 1926. Toda similitud con la actualidad es pura coincidencia. De verdad.

La necesidad de crear asociaciones de prensa fue justificada en 1926 por el diario Santa Fe porque, necesariamente, el periodismo debía ser fuerte.


Pocos organismos tienen mayor vinculación con el público y sus intereses que el periodismo. En la Argentina, como en todos los países civilizados la prensa juzga, hace crítica y orienta la opinión en general. Sus errores, como sus aciertos, repercuten profundamente en la colectividad y la sacuden, o la acallen según sean los momentos.


Por estas y otras razones, decía, el periodismo


necesita ser fuerte como el acero y límpido como el cristal. Los hombres que profesan esta especie de apostolado, necesitan también una fuerza de voluntad no común para entregarse con calor a una acción de fuerte desgaste y tan ingrata que resulta la del soldado desconocido. Sus filas se ralean y los claros se llenan sin que nadie sepa quienes son los caídos, ni cuáles sus reemplazantes.


Para llenar, en parte esa deficiencia y comunicarse un poco de mutuo calor se han fundado las asociaciones gremiales, los círculos de periodistas, donde haya una cierta comunidad de ideas, una concentración de espíritu que aliente y estimule cuando haya un hálito de debilidad.


Los periodistas de Santa Fe tuvieron varias agrupaciones, la primera, probablemente, date de la primera década del siglo XX. Al menos se proyectó la creación de un Círculo de la Prensa en 1908, por parte de Ovidio Molinas, propietario y director del diario La Opinión de esta ciudad. De allí y hasta avanzado el peronismo, las agrupaciones de periodistas fueron por lo general instituciones de intelectuales o aspirantes a serlo, pero sin fines de defensa del trabajador, tal como lo propiciaba el diario Santa Fe. Es decir: estaba conformada por los patrones.


Pero los propósitos que este periódico sustentaba para cualquier organización de prensa no se habían cumplido. En nuestra provincia, decía, las asociaciones “cometieron la debilidad de aceptar subvenciones oficiales” y en 1926 se debatían en una “inocuidad desconsoladora”.


En Rosario, el Círculo de la Prensa, se había iniciado con todo éxito. Tamaño éxito estaba sustentado por la realización de “juegos florales” y la organización de “fiestas donde el arte y el espíritu tuvieran esparcimiento”. Para ese momento, sin embargo, estaba acusado “de haberse convertido en un simple club donde predominan el juego y las pasiones pequeñas”.


En Santa Fe, señalaba el diario, “sin que la Asociación haya llegado a tal descenso, nada se hace por darle vida, por buscarle fundamentos a su existencia, casi desconocida. Tampoco a ella afluyen los hombres de las redacciones y si vive será merced a la prebenda gubernativa que se recibe como un plato de lentejas”.


Reitero: cualquier similitud con la actualidad es pura coincidencia. Lo juro lo juro lo juro.


El periódico estaba a favor de crear una representación genuina de los periodistas. Debía hacerse porque la provincia de Santa Fe había dejado de ser “uno de los trece ranchos y bien merece que su prensa, bien orientada y santa tenga su guía, su fuerza y sus cimientos en una gran asociación provincial formada por todos los del gremio y en ella los verdaderos guiones del penoso trabajo de escribir cotidianamente, como lo hacemos en todos los órganos de publicidad de la provincia. ¿Habrá quienes recojan la idea?”

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