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La movilización del 1º de mayo

Eran otros tiempos cuando los trabajadores unidos a su sindicato o partido político manifestaban en las calles santafesinas en conmemoración de su día. El 1º de mayo de 1921, estuvo en la ciudad el diputado socialista Federico Pinedo. Dos miradas sobre la manifestación desde dos periódicos ideológicamente antagónicos.

En dos plazas se celebró el día de los trabajadores en 1921: Plaza España y 25 de mayo. Cada uno organizado por diferentes agrupaciones: gremios por un lado y Partido Socialista por otro.

Dos también fueron las miradas sobre la conmemoración desde el discurso periodístico.

El diario Santa Fe, progresista para la época, realizó una crónica señalando que desde las 15, numerosos gremios obreros se concentraron en la Plaza España, donde varios trabajadores hicieron uso de la palabra. La manifestación recorrió luego calle San Martín hasta llegar a la Plaza 25 de Mayo. Había una columna femenina, y todos “desfilaron con cultura”.

Frente a Casa de Gobierno, dijeron sus discursos delegados de la Federación Universitaria de Santa Fe y Capital Federal y “una señorita delegada de una asociación obrera femenina de Paraná”.

A las 17 horas, otra vez en Plaza España, realizó su “conferencia de propaganda socialista” el “joven diputado socialista doctor Pinedo”. Durante más de una hora desarrolló la acción de su partido y vertió críticas a los gobiernos nacional y provincial.

“De absoluto y completo puede calificarse el paro general realizado ayer durante todo el día. Las diversas casas de comercio que permanecen habitualmente abiertas los domingos estaban cerradas y el tráfico era completamente nulo, circulando uno que otro automóvil particular y dirigido por sus propios dueños”, marcaba el Santa Fe.

Nueva Época, diario con larga tradición en la misión de mantener el status quo, tituló su crónica “Conmemoración pintoresca del día de los trabajadores”.

El domingo tuvo lugar, según se sabe, el acto público organizado por las federaciones obreras locales en conmemoración del 1º de mayo. Fue, como todos estos actos en que intervienen elementos disolventes y completamente ajenos a las funciones del trabajo, un espectáculo altamente pintoresco.

Por de pronto reinó una completa desorganización. Es decir, los socialistas —que no cuentan en la capital con más de veinte votos— trataron de tirarse un lance aprovechando el concurso de los anarquistas, comunistas “argentinos (?)” que, estos sí, habían preparado su acto con algunos días de anticipación y cuenta, aunque parezca increíble, con algunos votos más que aquellos.

Nueva Época dice: “no hay peor enemigo que el del oficio” al señalar que los socialistas pretendían aprovechar los manifestantes de la primera concentración. Pero, marca con sorna, “nos parece un poco fuerte hablar de ‘oficio’ tratándose de anarquistas y socialistas que no tienen ninguno reconocido”.

En la plaza España, según este periódico, “no había más de 300 personas contando a las mujeres y niños a quienes se había encargado de la esclava misión de cuidar los tremendos carteles que abundaban bajo los árboles. En en ole. idar los tremendos carteles que abundaban bajo los econocido, que no hay peor odio que el de un hermano. tario se inclintorno de la plaza y sentados en los bancos había unos cien hombres, estos sí obreros, que balconeaban los acontecimientos sin participar en ellos. En la calzada más de cincuenta agentes de policía y del escuadrón de seguridad hacían guardia, amén de innumerables pesquisas que pululaban por la plaza”.

Y aquí viene lo bueno. Los anarquistas habían declarado que la tribuna era libre. Algunos oradores comenzaron en el diapasón de circunstancias. Pero, de improviso, se engarabita un obrero que comienza su discurso haciendo un elogio del patriotismo y de la constituyente. ¡Adiós tribuna libre! Ahí no más lo despacharon con cajas destempladas.

Entretanto los socialistas hacían circular subrepticiamente volantes rojos en los que anunciaban que en seguida hablaría el diputado doctor Federico Pinedo (hijo). Enterado los anarquistas de esta estratagema encargaron al compañero Anderson Pacheco para que pusiera las cosas en su lugar.

Este las puso, efectivamente, pero en lunfardo y descargando sobre la simpática cabecita del doctor Pinedo (hijo) todo el vocabulario del teatro nacional por horas. Terminó invitado a los “trabajadores” a abandonar la plaza inmediatamente dejando al doctor Pinedo (hijo) en amable y exclusiva intimidad con las arboledas. Así lo hicieron, poniéndose en marcha la columna en dirección a la plaza de Mayo donde hicieron uso de la palabra varios oradores, entre otros un señor Quiroz por la asociación gremial del magisterio.

En el otro extremo quedó, pues, solo el doctor Federico Pinedo (hijo); como tenía que habla lo hizo dirigiéndose a los árboles y a los músicos de la banda de policía que en ese instante llegaban con sus pesados instrumentos bajo el brazo para iniciar la retreta dominical.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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