El diario Santa Fe le señaló: “La iglesia es el templo erigido a Dios. Pero no lo entiende así su Eminencia Ilustrísima que dirige la fe de los creyentes de
Según el periódico, en ese febrero de 1922, los curas, obedientes del mandato, decían misa precipitadamente “para ensayar después discursos de política”.
“El liberalismo y el libre pensamiento son puestos al revés y como no digan dueñas, al pie mismo de los altares donde se adora a Cristo en el símbolo del crucifijo”, marcaba.
Se trataba de una escena “arlequinesca”: “llama nuestra atención que una Eminencia católica aconseje que junto a la virgen se hable de cosa tan prosaica como lo es la de la política de comités”.
El Santa Fe apoyaba la idea de que los católicos se constituyeran en partido político y que desde allí lucharan políticamente. “Pero de aquí a convertir las iglesias en vulgares piedras de escándalo y a hacer de los sencillos padres de almas otros tantos energúmenos que gritan como Estentor en contra del liberalismo y a favor de los candidatos que monseñor considera fieles al credo, hay una enorme distancia”.
Para finalizar, el diario se dirige a Monseñor, “su Eminencia Ilustrísima”: “Bueno que el sacerdocio que lleva el hábito romano haga política y que la haga asimismo el sacerdocio de levita o de blusa, pero por el santo sacrificio, por San Pedro, el pescador del lago de Tiberiades, déjese la iglesia para adorar a Dios, respétese el templo como lo respetaron lo mismo las razas politristas que monoteístas. Que la buena mujer que va a confesarse de sus pecados del año, de la semana o del día, no se la mezcle a cuestiones ajenas a su devoción, hablándole despectivamente de los candidatos liberales, y se hable en cambio como del Señor, beatíficamente, de los candidatos del oficialismo”.
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