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Santa Fe revolucionada (II)

Las revoluciones radicales de 1893 dejaron hondas heridas en la provincia de Santa Fe. El patriciado vernáculo hizo su análisis a través de su vocero Nueva Época. ¡De la que nos hemos salvado!, fue una de las tantas reflexiones de este periódico.

Sin importar uno de los mandamientos básicos del periodismo, como es la obligación de chequear las fuentes, o jamás publicar un rumor, el diario Nueva Época publicó en el fragor del desbande radical de 1893 algo que le contaron que le contaron.

“¡De la que nos hemos salvado! Revolucionarios dinamiteros” es el título.

Le habían contado al cronista de este diario, que un revolucionario de Esperanza le había confiado, sin empacho, los “planes siniestros que tenía la revolución para tomar el cabildo y la policía”.

El revolucionario, según Nueva Época, había confesado “ser un dinamitero de primer orden, y declara que la revolución tenía el proyecto de hacer volar muy tranquilamente la casa de gobierno, a fin de apoderarse de la fortaleza en donde estaban acantonadas las tropas fieles a la nación. El plan siniestro no llegó a realizarse, gracias a que la revolución no contaba sino con un dinamitero”, a la sazón, el que había hecho la confesión.

Aseguraba este revolucionario dinamitero que él “tenía en su poder treinta y ocho libras de dinamita, que iban a servir para realizar el plan de hacer volar la casa de gobierno. La mina debía de cargarse en el momento en que se llevara a la policía un ataque general por todas las fuerzas de que la revolución disponía”.

El periódico concluía la nota solicitando a las autoridades que, “cuando la atmósfera política se serenase”, el dinamitero fuera llamado por la autoridad “a prestar declaraciones en el gran proceso que debe formarse a los asesinos e instigadores del asesinato del capitán Espíndola, a los revolucionarios, dinamiteros, etc., etc. Es necesario de toda necesidad hacer una limpieza general de la hez social que nos va invadiendo poco a poco, es menester extirpar de raíz el árbol venenoso de la demagogia que va extendiendo sus ramas por sobre el territorio de la república. De otra manear será cosa de vivir en eterno sobresalto, sin paz para el trabajo que es por donde se ha de regenerar la república, y no por medio de la dinamita”, era la conclusión.

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