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¡Nadie quiere trabajar!

Santa Fe es la ciudad de los empleados públicos, de las personas que no quieren trabajar, del permanente conformismo: esta es la imagen que supimos conseguir a fuerza de años y años de construirnos como sociedad. En 1920, esta identidad de “ser santafesino” ya se perfilaba.

El diario Santa Fe exhortó en 1920 a la juventud a cambiar “el alma de la ciudad”. En esta capital de provincia, analizaba, sobraba la monotonía, el chisme y la política.

Ese mismo año, trazó un perfil de uno de los tipos de “chantas” que pululaban por aquí, que anidaba en la burocracia.

“La proximidad de un cambio de gobierno o la formación de cualquier em
presa comercial, provoca un despertar sui géneris del espíritu burocrático que parece anidara en imperecedero germen en el alma de nuestra raza”, comenzaba el artículo.

Por cada obrero, se ofrecían muchos más oficinistas, capataces o inspectores que “no guardan la menor inclinación al más leve esfuerzo o a la menor disciplina”.

El ejemplo más corriente era el de la administración pública: “Cuando se ren
uevan los poderes públicos no hay quien no se sienta con aptitudes policiales o jurídicas. Ser comisario o juez de paz es la aspiración suprema de cuantos se creen con derecho a una buena parte del presupuesto. Se prefiere ganar menos, en una de esas supuestas canonjías, que más en un puesto de labor real y efectiva”.

En el caso de las empresas privadas, decía el Santa Fe, el caso era aún más gracioso.

Apenas se tiene noticia de la constitución de una nueva entidad mercantil e industrial, se lanzan los aspirantes a la caza de influencias que puedan abrirle el camino a la prebenda. Como es lógico, en tales empresas las prebendas no existen y lo primero que se averigua al recibir a los candidatos es la índole de sus aptitudes y conocimientos. Las respuestas son casi siempre idénticas: saben de todo, de todo, menos trabajar. ¿Para qué se ofrecen? Para… vigilar a los que trabajan!


Es, otra vez, la juventud la que debe cambiar el espíritu de la “santafesinidad”.

Nuestra gente joven debe defenderse de ese maléfico contagio espiritual. En el ambiente pulula el bacilo de la malicia; la vida regalada seduce, y se envidia al que sabe lograrla, pero no se imita al que sabe conquistarla tras larga y penosa odisea. (…)

Deje la juventud el campo burocrático; háganse obreros, la tierra próvida espera brazos para entregarles frutos de bendición.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacia mucho no entraba a tu blog. Me encanta el nuevo diseño y por su puesto el contenido sigue siendo muy buenote felicito.
msp

Cintia Mignone dijo...

Gracias MSP!!! Está un poco abandonado en cuanto a las actualizaciones, pero se hace lo que se puede!!!!!

 
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