En los inicios de la década del 30 la provincia debió tomar préstamos internacionales para afrontar una grave crisis financiera, coletazos de la internacional.
El secretario de Hacienda de la intervención provincial, el ingeniero Bunge, quiso hacer todo con la máxima prolijidad y una de sus medidas fue elevar a los banqueros yanquis que habían salido en nuestro auxilio, todas las informaciones oficiales para que siguieran el desenvolvimiento de las cuentas provinciales.
Desde el diario Santa Fe se manifestó mucha indignación, porque, marcaba, esa información salía del erario público y si los yanquis querían los datos, decía, debían venir a buscarlas ellos mismos. Actuar como actuaba la provincia, esto es, informar a los banqueros yanquis el movimiento financiero de la provincia, era una “grave lesión a la elevada personalidad jurídica y moral del estado provincial”.
Para sostener esta postura, el periódico señalaba:
Nunca Santa Fe, la heroica provincia de las históricas Convenciones, rindió pleitesía a potencias de ninguna clase, mucho menos a las del dinero, en desmedro de su augusta soberanía.La dignidad de la provincia estaba pisoteada, “tendida a las plantas del imperialismo yanqui, para satisfacer exigencias de sus potentados del dinero”, afirmaba el periódico. Desde siempre, decía el Santa Fe, las instituciones bancarias extranjeras establecían y se costeaban sus propias agencias de información. Sobre lo que sucedía en esa oportunidad, afirmaba: “No creemos que semejante práctica pueda, en ningún caso, merecer la aprobación de nuestro pueblo, que supo siempre mantener con inquebrantables altiveces el honor y la dignidad de la segunda provincia argentina”.
“Parece que ahora los banqueros yanquis, avanzando positivamente en sus veleidades imperialistas, han logrado organizar ese servicio de informaciones en las propias dependencias de la casa gris.
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