Salud

Vivir en Santa Fe era penoso en épocas coloniales. Morir también. Sin sistemas de seguridad social, hacia finales del siglo XVIII, la salud era también una cuestión de ricos y pobres.

En 1779, se estableció para todo el Virreinato del Río de Plata, el precio del trabajo médico, donde se distinguía implícitamente quiénes tenían acceso a la salud, también en Santa Fe.

Si un médico debía visitar a un enfermo entre las 10 y las 12 de la noche, debían abonársele 8 reales. En cambio, si debía hacerlo entre las 12 y las 6 de la mañana, el precio subía a 12 reales.

Si la visita se realizaba a una distancia de una legua (unos cinco kilómetros), el precio era también de 12 reales; pero si era de dos, la visita salía tres pesos.

Si una visita excedía las dos leguas, se debían abonar seis reales de ida y seis de vuelta, y un peso por cada visita, quedando sí a cargo del médico o cirujano el costo de cabalgadura y demás en que emprendieran el viaje. Ahora bien, si el médico que recorría estas distancias se quedaba en el lugar por petición del interesado, cobraría además, cinco pesos diarios.

En cuanto a las intervenciones quirúrgicas, las ordinarias, valían 8 reales, lo mismo que una visita nocturna. Pero las extraordinarias, tres pesos, a menos que por circunstancias particulares, el cirujano exigiera una recompensa mayor, lo cual sería regulado por el Protomedicato.

Por una sangría ordinaria, los “barberos flebótomos” se llevaban dos reales. Por las extraordinarias, cuatro, pero si la sangría era “muy difícil”, costaba un peso.

Para poner cáusticos se debían abonar dos reales, que era el mismo costo de las sanguijuelas. Las ventosas simples y corridas, dos reales también, pero las “sajadas”, valían tres reales.

También se estipulaban los salarios de las matronas y parteras: las parturientas ricas “o de clase”, debían abonar cinco pesos. Las mujeres de “menos facultades”, tenían una rebaja: dos pesos. Ese era el mismo precio que debían pagar los amos por sus esclavos.