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Los muchachos periodistas

Perón firma el Estatuto del Periodista Profesional
El 25 de marzo de 1944 Juan Domingo Perón firmó el decreto que por primera vez otorgaba derechos laborales a los periodistas. ¿Por qué un estatuto y no un convenio colectivo? La interpretación de los gremios del sector y la reacción de los medios de Santa Fe.

El Primer Congreso de Periodistas, realizado en Córdoba en 1938, provocó un cimbronazo en las agrupaciones que nucleaban tanto a periodistas como a propietarios de medios. Se vislumbraba que algunos trabajadores ya no estaban dispuestos a ser mimados por sus patrones con halagos acerca de su vocación de servicio y de la importancia de su rol en la sociedad.

En concreto, como muchas veces escribían en los diarios, los periodistas también tenían algunas necesidades más terrenales, como la de dejar de trabajar a cierta edad, o algún resguardo si era despedido. Cosas nimias según los propietarios de los periódicos frente a la magnitud del rol de los periodistas ante la historia.

Que el Primer Congreso de Periodistas tomara un cariz gremial, dividió a la naciente Federación Argentina de Periodistas (FAP) y de un lado quedaron los trabajadores, y del otro los patrones. Santa Fe no acudió al Congreso: no tenía un gremio propiamente dicho sino varios intentos temporarios de construir asociaciones que nucleaban indistintamente a los dueños y a los periodistas.

Recién en 1940 se constituye la primera agrupación de tinte gremial en la zona: la Asociación de Periodistas de Santa Fe, compuesta de dirigentes socialistas, comunistas y anarquistas.

Ya desde aquel Congreso se sentaron las bases de lo que luego se transformaría en el Estatuto del Periodista Profesional, el primer compendio de derechos que asistía a los hombres de prensa en tanto trabajadores.

Hacia 1943 una precaria ley de jubilaciones para periodistas estaba a punto de perder vigencia, y las empresas presionaban en ese sentido. En Buenos Aires, el dirigente de la FAP Octavio Palazzolo, comentó la situación del sector con funcionarios nacionales y comenzó una serie de reuniones con el secretario de Trabajo y Previsión.

Juan Domingo Perón toma para sí el proyecto de estatuto presentado por la FAP y dice: “Me parece bueno, vamos a darle manija”.

Se abren distintas interpretaciones: Perón quiso “cooptar la FAP”, analizó Luciano Losada, por el ofrecimiento que el líder hizo de algunos cargos en las listas de diputados, o de un edificio para transformar en Casa del Periodista. Palazzolo, a quien no se puede acusar de haber sido “cooptado”, realizó otra apreciación: “Nuestra realidad era evidente… Qué íbamos a hacer nosotros, un gremio débil, si para aplicar el Convenio Colectivo dependíamos de nuestras propias fuerzas. La cuestión era clara, un gremio como el de los periodistas, no podía lograr sus objetivos a través de la negociación. Se necesitaba una reglamentación legislativa que diera sustento general a las demandas”.

Pero por fuera de la FAP hubo otros periodistas que, lejos de recelar de la relación con Perón, crearon el Sindicato Argentino de Periodistas (SAP), netamente peronistas, y al que los dirigentes nucleados en las Asociaciones bautizaron “SAPO”, Sindicato Argentino de Periodistas Oficialistas. En Santa Fe, recién se crearía el SAP en 1952.

Lo cierto es que el Estatuto del Periodista Profesional fue firmado como decreto el 25 de marzo de 1944 y en diciembre de 1946 fue avalado por el Congreso de la Nación. Dijo Perón sobre el Estatuto: “El panorama social que ofrecía la prensa mostraba el contraste tremendo entre unas empresas demasiado ricas con periodistas demasiado pobres. […] Teníamos no sólo el deber, sino también el derecho de exigir para ellos una retribución decorosa, ya que años tras año salen del erario público con destino a las cajas de las empresas periodísticas millones de pesos en concepto de publicidad oficial y se otorgan franquicias o se cancelan derechos aduaneros en un verdadero subsidio estatal, que no podía ser un exclusivo beneficio patronal, sino de todos los que contribuyen con su esfuerzo fecundo al engrandecimiento de nuestra prensa”.

Desde entonces y hasta 1955, el 25 de marzo fue celebrado con feriado el día del trabajador de prensa, sin duda un día con mucho más contenido gremial que el 7 de junio que se conmemora como el día del periodista desde 1938.


Reacciones en Santa Fe

Cuando la sanción del Estatuto era sólo un rumor, las empresas periodísticas pusieron el grito en el cielo. Ya habían tenido algunos fallos que comenzaban a cambiar definitivamente su estatus jurídico: en 1936 se conoció la sentencia de dos jueces federales frente a las demandas por despido sin indemnización de los periodistas Manuel Sofovich y Oscar di Leo, de Noticias Gráficas y La Prensa respectivamente. La defensa de los empresarios consistió en invocar el carácter de bien público de las noticias, lo que no podía, de ningún modo, calificarse como comercio. Los magistrados, sin embargo, dijeron que los diarios eran establecimientos mercantiles y que por lo tanto debía legalmente considerarse a los periodistas como trabajadores, con derechos protegidos por el Código de Comercio.

En 1944 las empresas amenazaron con acudir a la Justicia de sancionarse un Estatuto y acusaron a los periodistas de ejercer la profesión “como un medio y no como un fin”. Un medio para vivir y no un fin para educar al “pueblo”.

Poco antes de la firma del decreto 7.618, El Litoral dijo lo suyo. El principal problema del Estatuto del Periodista era su origen. Había que realizar, entonces, una “serena reflexión”: “La libertad de prensa no se verá afectada porque se establezca un mínimo de seguridad económica a los trabajadores del periodismo, pero sí se pondrá en serio peligro si se le siguen creando trabas de todo orden y con el pretexto de asegurar su carácter público, se trata de subordinar, empresas y periodistas, a un tipo de política o estado que puede no poseer un carácter realmente popular que asegura, no solamente su soberanía, sino la total y absoluta legitimidad de sus resoluciones”.

Reconoce sí, la prosperidad de muchas empresas periodísticas, aunque tal bonanza no era el objetivo. El propósito de los diarios, aún en momentos de auge económico, seguía siendo docente. El éxito comercial era un plus no buscado.

La sanción de un Estatuto para los periodistas, vulneraba, según El Litoral, la libertad de expresión. No en todos sus aspectos, aclaraba. ¿Quién podría defender “la libertad de explotar a los demás sin pretexto”? Objetaba este diario, en un texto con la firma de Fermín Ponce, que no se contemplaran situaciones particulares, entre ellas los horarios y salarios, que en el común de los gremios se discutían en las oficinas de Trabajo “sin necesidad de crear un estatuto especial para cada gremio o profesión”.

El 14 de julio, en cumplimiento del Estatuto, se reunió en la Dirección Regional del Trabajo la primera comisión paritaria del sector. Estuvieron presentes por los representantes de la Sociedad de Industriales Gráficos el R. P. Juan Corti (La Mañana de Santa Fe), Fernando Estrada (El Orden), Rafael García (El Tribuno) y Riobó Caputto (El Litoral), y por la AP Antonio Avaro, José Benedetti, Manuel Domínguez Neira y Amadeo Carlen. En ese encuentro, se discutieron y acordaron las escalas salariales para los diarios de primera y segunda categoría. A fin de mes, el presidente de la FAP visitó las ciudades de Santa Fe y Paraná para entrevistarse con empresarios, trabajadores y funcionarios de las delegaciones del Trabajo para supervisar el desenvolvimiento de las paritarias y la aplicación del estatuto.

Para octubre, se realizó un nuevo Congreso de la FAP. Es la oportunidad para que, con el Estatuto en vigencia plena, El Litoral manifieste su opinión y realice un balance de los breves años de agremiación de los periodistas.

Reinstala una distinción entre aquellos para quienes el periodismo no era una profesión sino una vocación, por un lado, y aquellos que, aunque lo ejercieran como un apostolado, “deseaban poder dedicarse a ese oficio de escribir con alguna independencia económica que asegurara, a su vez, la ética del periodista en forma eficaz”.

Y manifiesta una nueva corriente de reflexión sobre el oficio-vocación-profesión, que será objeto de discusión durante algún tiempo. “La tendencia última, manifiestamente a favor de que la profesión del periodista sea en ciertos sentidos incompatible con cualquier otro empleo o dependencia pública o privada, señala una preocupación de carácter ético que debe ser debidamente valorada por la opinión pública, que también tiene derecho a confiar en la moral privada del que escribe en los diarios que, en algún sentido orientan su opinión o le informan sobre hechos o cosas que importa que sean bien interpretados”.

Los problemas gremiales de los periodistas son escasos y poco importantes, asegura el diario. Pero la agremiación ha servido para compenetrar los pensamientos no sólo de los periodistas, sino también de los órganos en los que ellos ejercen su vocación.

Las incipientes divisiones dentro de la FAP frente al rol del coronel se profundizarían aún más y más.

Fuentes:
Mignone Cintia. Del apostolado al sindicalismo. Una historia de los gremios de prensa de Santa Fe. Santa Fe, 2010.
Parcero Daniel. Los trabajadores de prensa. Ladrilleros del periodismo. Corregidor, Buenos Aires, 2010.
Diario El Litoral, 1944.
Federación Argentina de Periodistas. Diez años de Organización Sindical. FAP, Buenos Aires, 1949.
Cane, James. 'Trabajadores de la pluma'. Periodistas, propietarios y Estado en la transformación de la prensa argentina, 1935-1945. En: Da Orden, María Liliana y Melon Pirro, Julio César (comp.). Prensa y peronismo. Discursos, prácticas, empresas. 1943-1958. Rosario, Prohistoria, 2007

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante, Cintia, como siempre.

Lilian Ferro dijo...

gran contribución Cintia!

 
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